La sucesión de acontecimientos de la última década, con vectores políticos, económicos, sociales, tecnológicos, ecológicos y legales pegándose codazos entre sí, ha afectado a los mecanismos para ganarse el pan de quienes tienen un cuerpo que alimentar y una psique que equilibrar. Desde la crisis financiera de 2008 la cohesión social vertebrada por el empleo está en cuestión. La irrupción hiperacelereda de la tecnología, con la inteligencia artificial (IA) capitaneando la acometida, plantea un rosario de asombros y vértigos.
La pandemia de COVID-19 desató las ansiedades y trajo fenómenos inéditos como la gran renuncia: el abandono de los puestos de trabajo debido al agotamiento físico y mental y la falta de flexibilidad en el horizonte. La crisis energética derivada de la invasión de Ucrania y la consiguiente inflación han perfeccionado la incertidumbre. La edición más reciente del informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo 2021, muestra que, a pesar de que el desempleo se ha reducido en todo el planeta, (-173 millones de desempleados, un 5% de la población activa), la calidad del empleo, lejos de mejorar, se ha deteriorado.
Con la llegada de la crisis de 2008 el mercado laboral sufrió una revolución de la que surgieron formas alternativas a la contratación tradicional. Nació así la gig economy, en la que el profesional se encarga de una labor específica dentro de un proyecto. Toco y me voy. Thrivemyway indica que para 2023, el tamaño de la economía informal podría superar los 455.000 millones de dólares. En Estados Unidos ya existen 57 millones de trabajadores independientes, un 36% del total, y Statista proyecta que 85,6 millones de personas trabajarán por cuenta propia en el país en 2027.
En España, el último conteo de septiembre de 2022 indica que los trabajadores autónomos registrados supera los 3.300.000. En este nuevo orden, los empleos de alto valor también existen y los profesionales cualificados encuentran espacio para desplegar sus habilidades en múltiples proyectos con una libertad y unas posibilidades de ingresos de las que no dispondrían trabajando como asalariados para un único empleador.
Aun así, Inés Hernand y Nerea Pérez de las Heras, responsables de Saldremos Mejores, un espacio de Podium Podcast, abordan el concepto de autoexplotación como inevitable peaje en ciertos trabajos, especialmente los creativos del que ellas mismas se consideran exitosas víctimas.
“La autoexplotación parece una elección, pero realmente es fruto de una estructura arenosa”, señala Pérez de las Heras, colaboradora de múltiples medios, además de tener en cartel la obra de teatro Cómo hemos llegado hasta aquí. “Los platos que sostienes con palillos en el aire, algunos se ven y dan mucho relumbrón y otros permanecen ocultos. Lo que se atisba como un éxito, al final es un pequeño fracaso del sistema porque no percibimos estructuras de continuidad dentro de un entorno laboral. No queda más remedio que desplegar esta turboactividad”.
TELETRABAJO POSPANDÉMICO
En España, la pandemia disparó la práctica del trabajo en remoto con casi un 15% de la población activa trabajando desde sus hogares a final de 2020. Sin embargo, dejó de expandirse en 2022, viviendo una contracción hasta el 10,1%, según datos de INE. Sólo uno de cada cinco españoles trabaja actualmente en esta modalidad y, según Adecco, el 27% de las organizaciones no contempla el teletrabajo bajo ninguna fórmula. El modelo productivo español no acompaña debido al peso del comercio minorista y la construcción, frente a economías en las que proliferan los trabajadores del conocimiento, según un informe de Caixabank.
Hay experiencias que contradicen el dato general, como es el caso de Cap Gemini. Su CEO, Luis Abad, detalla: “La mayor parte de la plantilla puede solicitar trabajar hasta un 80% de su tiempo de forma telemática. Funciona bien sobre todo con los más jóvenes, siempre que sepamos mantener unos puntos de unión y un sentido del compromiso. En Cap Gemini hemos contratado a cientos de personas jóvenes y percibo que su forma de ver el trabajo es drásticamente distinta a la de las generaciones anteriores. No hay que pensar quién está o no equivocado: simplemente tenemos que gestionar a nuestros equipos humanos de forma distinta”.
Al CEO de Cap Gemini le da la razón el reciente informe de Deloitte en el que los entornos de trabajo hoy son un trasunto del Arca de Noé en la que conviven especies radicalmente diferentes según su aproximación a la tecnología. Nativos digitales y boomers analógicos. Millenials y Generación Z se preocupan por la sostenibilidad, la salud mental y el elevado coste de la vida y lo trasladan a los entornos laborales.
Inés Hernand, uno de los referentes generacionales de los más jóvenes como presentadora del espacio Gen PlayZ de RTVE, cuenta: “Lo que percibo es muy variado, desde chicos de 19 años que te hablan de la mochila austríaca a otros que aspiran a alcanzar la Renta Básica Universal. El carácter español en general es dócil y resignado y hemos asumido socialmente unas condiciones por las que deberíamos haber dicho no hace bastante, pero en general las nuevas generaciones no se están comiendo la pantomima de la meritocracia como la generación anterior”.
La Generación X prima la estabilidad laboral, el desarrollo en la empresa y, aún sin renunciar a la conciliación, lo que valoran por encima de todo es la retribución. Los más veteranos baby boomers, ya a las puertas de la jubilación, han hecho carrera en una misma empresa y están dispuestos a soportar condiciones no del todo justas por miedo a perder el trabajo.
Ante este ecosistema, las mutuas influencias entre talento joven y sénior, el Chief Employability Officer de Microsoft en España, Enrique Ruiz, señala: “La diferencia de edad en los entornos de trabajo es una oportunidad y una ventaja. La tradición manda que sean los seniors quienes orienten a los jóvenes, pero nosotros hemos identificado un gran aporte en los programas de reverse mentoring. Son los jóvenes quienes contrastan con los profesionales sénior su visión y sus habilidades, y el fluir de ideas está siendo muy positivo”.
¡IA, IA, OH!
La tecnología avanza más rápido que la capacidad de los agentes sociales para regular e, incluso, entender las transformaciones que genera. “Es muy común que las tareas de contratación, evaluación y remuneración de los trabajadores se realicen a partir de algoritmos. Se generan así disfunciones y sesgos. Los trabajadores son contratados y remunerados según un diseño que responde a determinados criterios e instrucciones”, señala el director general de la OIT en España, Félix Peinado.
En España, la Ley 15/2022 sobre igualdad de trato y no discriminación regula el empleo de algoritmos de inteligencia artificial por parte las Administraciones Públicas y aporta aspectos relevantes al diseño y los datos de entrenamiento de los algoritmos y la realización de evaluaciones de impacto para determinar sus sesgos discriminatorios. El debate ético que subyace en toda aplicación tecnológica se vuelve particularmente relevante contra la inteligencia artificial y los algoritmos aplicados al control de los trabajadores en remoto y también presencialmente.
Sucede que la tecnología que empodera, por un lado, limita por otro. Uno de los colectivos en pie de guerra debido a la “simpática” irrupción de Midjourney o DALL-E, sistemas de IA capaces de generar imágenes a partir de descripciones en lenguaje natural, es el de los ilustradores. La ilustradora Carmen García comenta: “De momento el tema se debate entre los apocalípticos (me incluyo) y quienes nos acusan de alarmistas con el ingenuo argumento de que la IA es una herramienta más. En nuestro caso es una pura sustitución de nuestras funciones. En lugar de buscar un ilustrador de determinado estilo y facilitarle un brief con la idea, se recurre a una especie de robot de cocina introduciendo la receta y los ingredientes”.
Para la artista, la IA no sustituye la dirección de arte, es decir, la creatividad; sustituye la ejecución. Y continua: “Por no hablar del vacío legal en cuanto a derechos de autor, ya que no se puede registrar un estilo, y esas inteligencias se alimentan de estilos existentes. Supongo que, con el tiempo, todo se regulará y encontraremos las vías: focalizar más en la creatividad de puro concepto, que no puede emularse, en el trabajo matérico de autor y en la reivindicación de lo artesanal y físico. Sobreviviremos como llevamos haciendo desde Altamira”.
El año que arranca promete seguir siendo próspero en incertidumbres mientras se decantan los nuevos y complejos modelos laborales con el debate en torno a la IA como uno de los mayores puntos de fricción.
Sobre la firma
Ana García Huerta es periodista y creadora de contenidos estratégicos para organizaciones públicas y privadas. Ha colaborado con múltiples medios - Cinco Días entre ellos- y tras un paso por Naciones Unidas escribe sobre tecnología, innovación, sostenibilidad y propósito.