Divide y vencerás. Microservicios para mantener vivo el universo digital

Consultar el borrador de Hacienda, comprar entradas para Rosalía y las rebajas son algunas de las situaciones más comunes en las que la concentración de usuarios en un mismo rincón de Internet puede hacer que deje de funcionar. Para evitarlo, cada vez más empresas recurren a la arquitectura de microservicios, que separa y aísla los distintos procesos para aumentar el control sobre ellos y protegerlos en caso de que otros fallen.

“Servicio no disponible temporalmente. Vuelva a intentarlo más tarde. Disculpe las molestias”. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez con un mensaje de este tipo?  Si algún año ha intentado acceder a la web de Hacienda el mismo día que se publican los borradores de los ejercicios fiscales del año anterior, sabrá de qué hablo. Y es que, por muy infinito que parezca, Internet tiende a romperse cuando muchos de nosotros intentamos concentrarnos en alguno de sus rincones al mismo tiempo.

El ansia humana por saber si la cuenta sale a pagar o a devolver se replica ante cualquier hito de carácter generalizado, ya sea la venta de entradas para los conciertos de Rosalía, el envío de mensajes para felicitar el año nuevo y las inminentes compras asociadas al periodo navideño. ¿El motivo? Pues prácticamente el mismo que sufren los ocupantes del camarote de los Hermanos Marx: la infraestructura que sustenta estos servicios digitales simplemente no está preparada para acogernos a todos de golpe y porrazo.

Y no es por vaguería ni falta de previsión, sino porque, al igual que pasa con las estancias de un barco, no siempre tiene sentido hacerlas enormes única y exclusivamente para satisfacer picos de tráfico puntuales o que, incluso pueden no darse nunca. Por esa misma razón, ninguna naviera instalaría camarotes gigantes solo para evitar un esporádico y potencialmente imposible entuerto como el que protagonizaron Groucho, Harpo y Chico.

Esta situación solía dejar a las compañías de servicios digitales ante una difícil coyuntura: ¿es mejor invertir en un exceso de infraestructura para evitar cualquier posible saturación del tráfico que puede que nunca suceda o es preferible dimensionar el servicio a su escala de uso habitual a riesgo de que falle ante un aumento imprevisto? Sus arquitecturas tradicionales, conocidas como monolíticas, consistían en sistemas unificados de tamaño finito (más grandes o más pequeños), donde todos los procesos informáticos necesarios para habilitar sus servicios digitales se ejecutaban al mismo tiempo y en el mismo lugar.

Esta configuración impedía aumentar rápidamente la escala de algunos de ellos ante picos puntuales de tráfico al mismo tiempo que obligaba a mantener partes de la infraestructura sin usar, con el consecuente desperdicio de recursos. Hasta que aparecieron los microservicios. “Nacen para paliar los problemas de escalabilidad. Algo funciona bien y todo es correcto para 10 usuarios, pero al día siguiente tienes 10.000 y al día siguiente un millón, en esa situación, hagas lo que hagas, el servicio al final se cae por muy bien configurado que esté”, explica el responsable de Microservicios de Hiberus Digital, Sergio Gil.

“Ahí es donde aparecen los microservicios, que son aplicaciones independientes cuya máxima es que puedan replicarse en función de la demanda. Cada microservicio es independiente de los demás, esa es la gracia frente a las arquitecturas monolíticas, que son muy grandes y tienen todas las apps funcionando a la vez, y eso no lo puedes duplicar, porque hay operaciones que no se pueden duplicar. En el esquema microservicios todo está aislado y cada uno funciona, aunque no funcione lo demás. Todo es independiente del resto”, detalla.

Ya sea en la nube u on premise, esta nueva arquitectura informática consiste en compartimentar los distintos procesos en unidades aisladas, pero combinadas de forma que todas se comuniquen para habilitar los distintos servicios, ya sean internos o públicos, que requiere la actividad de una compañía. E incluso un mismo proceso puede compartimentarse en distintas unidades de microservicios y compaginarse unas con otras.

“Cuando las peticiones llegan a un sitio web [ya sea intentar comprar una entrada para ver a Rosalía, revisar el borrador de Hacienda, o consultar los precios en época de rebajas], las recibe un balanceador que divide la información entre los distintos nodos que hay detrás, como distintos tupperwares. La oportunidad de los microservicios está en tener un número variable de nodos, ya que antes el número era siempre fijo. Si una empresa quería ampliar a más, luego no podía deshacerse de ellos”, detalla Gil.

Gracias a este enfoque, cualquier organización que sepa que va a recibir un pico de tráfico o que lo experimente sin previo aviso puede recurrir rápidamente a los microservicios para poder abordarlo sin tener que paralizar su actividad. En el caso de las operaciones cloud, el único límite a la hora de contratarlos será el económico, “ya que te cobran por todo ese escalado”, señala el responsable de Hiberus. En contraste, el límite de los sistemas on premise está predefinido, como el tamaño de una nevera, por lo que solo se podrán meter más tuppers hasta que quepan. Cuando la nevera esté llena, tocará sí o sí comprar otra.

NO TODO ES COMERCIO

Como internautas, los picos de tráfico a los que más acostumbrados estamos son aquellos asociados a los principales hitos del comercio al por menor, como el Black Friday, las compras navideñas y los periodos de rebajas. En el caso del famoso viernes negro, “en España hemos visto aumentos de las ventas online superiores al 700% frente a un día normal, y eso no es nada en comparación con el 3.500% que puede experimentarse en Austria”, señala Gil. ¿Imagina pasar semanas buscando productos y comparando precios hasta dar con su compra ideal y que, cuando llega el momento de darle al botón de comprar resulta que la web no funciona?

Para usted, internauta y consumidor, seguramente será un simple engorro, un fastidio que tira por tierra toda su planificación. Pero deténgase un momento a pensar en las pérdidas que supone para las empresas. Si toda la red de Internet de España se cayera durante un día entero, el coste para nuestra economía rozaría los 500 millones de euros, según la calculadora de la organización sin ánimo de lucro NetBlocks, que monitoriza la ciberseguridad y la gobernanza en la red. Repito: se perderían casi 500 millones de euros en un solo día.

Por supuesto, se trata de una situación muy poco probable (aunque no imposible) y que prácticamente solo se daría a causa de un fenómeno de grandes proporciones como un gran apagón. Pero no hace falta llegar a ese extremo para encontrar casos reales, como el que sucedió en octubre de 2021 cuando todos los servicios de Meta (WhatsApp, Facebook, Instagram) dejaron de funcionar a nivel mundial. En las solo seis horas que duró la caída, la economía mundial perdió unos 840 millones de euros, según NetBlock. Y, por si fuera poco, la propia compañía perdió unos 6.000 millones de dólares en bolsa.

Este ejemplo es un recordatorio perfecto de todo lo que hay en juego cuando se trata de garantizar la continuidad de los servicios en Internet. Los riesgos para las compañías son tales que, de hecho, existe un tipo de ciberataque específicamente diseñado para bloquear webs inundándolas con tráfico falso. Conocido como ataque por Denegación de Servicio (DoS, por sus siglas en inglés), se trata de “una de las amenazas más críticas para los sistemas informáticos”, según el último informe de la Agencia Europea para la Ciberseguridad (ENISA), Panorama de Amenazas de ENISA 2021.

El nivel de riesgo es tal que no sorprende que todas las compañías se esfuercen cada vez más por reforzar sus sistemas defensivos cibernéticos. Pero, además de los escudos de protección basados en unos y ceros, también se aprovechan de la nueva arquitectura de microservicios para contribuir a mantener la continuidad de sus procesos. De hecho, aunque los picos de tráfico por compras que todos entendemos y a los que contribuimos sean el caso de uso más popular, en realidad ya se utilizan para usos mucho más estratégicos.

Además de consultar el borrador de Hacienda y felicitar el año nuevo, piense qué sucede ante una catástrofe muy localizada, como la que tuvo lugar este verano en el Festival Medusa a causa de un reventón térmico. Afortunadamente, lo cierto es que cada vez es menos frecuente que las comunicaciones colapsen y, en parte, es gracias a los microservicios. Gil explica: “Cada vez estamos preparando más pliegos para el sector público. Y no solo para cosas críticas, ya que solo se necesitan esos anchos de banda en determinadas situaciones, sino incluso para administraciones locales que quieren pasarlo todo a microservicios. Lo están investigando”.

Y la lista de usos interesantes tampoco acaba aquí. ¿Recuerda aquella cosa llamada pandemia de coronavirus? En marzo de 2020 el papel higiénico no fue lo único que experimentó un pico de demanda. A medida que las infecciones se disparaban, hospitales y laboratorios tuvieron que acelerar a marchas forzadas la realización de pruebas genéticas y test de COVID-19. El responsable de Hiberus explica: “En momentos como ese los datos de análisis se disparan y hay que escalar los procesos muy rápido. Por eso trabajamos con una empresa farmacéutica en la que cada una de sus máquinas de laboratorio, por ejemplo, un microscopio, corresponde a un microservicio”.

Así que, ya sea para satisfacer necesidades superficiales como las compras o para responder a urgencias estratégicas puntuales, los microservicios se alzan como la herramienta perfecta para garantizar que toda esa arquitectura digital que se esconde detrás de nuestras pantallas y que nunca vemos siga funcionado sin que nosotros notemos nada. Puede que resulte mucho menos cómico que la falta de espacio que sufrían los moradores del camarote de los Hermanos Marx, pero nadie está para bromas cuando se trata de una emergencia.

Sobre la firma

Marta del Amo

Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.

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