Computación en la nube: la tormenta tecnológica que despejó el cielo digital

Desde que Amazon empezó a vender servicios de almacenamiento web hace casi dos décadas, el ‘cloud computing’ se ha convertido en una industria millonaria cuya infraestructura gobierna cada vez más partes del ecosistema digital mundial gracias a su capacidad para liberar a los clientes de las tareas más duras de la gestión y el almacenamiento de su información.

“Una apuesta arriesgada”, así definió en 2006 la revista BusinessWeek la decisión del líder supremo de Amazon, Jeff Bezos, de empezar a ofrecer un servicio de almacenamiento web que poco tenía que ver con su entonces principal negocio de comercio electrónico. Casi dos décadas después, el magnate mantiene enmarcada aquella portada a modo de “recordatorio de que “la ‘apuesta arriesgada’ que no gustaba a Wall Street era AWS [Amazon Web Services], que el año pasado generó más de 62.000 millones de dólares en ingresos”, dijo en un tuit en mayo.

Bajo las siglas AWS, que desde hace tiempo representan la principal fuente de beneficios de aquella compañía que nació vendiendo libros en Internet, se esconde uno de los paradigmas informáticos más revolucionarios de la historia reciente: la computación en la nube o cloud computing, un término tan vaporoso como ambiguo que, en menos de 20 años, ha transformado la arquitectura digital de arriba abajo y que actualmente gobierna la gran mayoría de procesos online.

Por supuesto, no hay nube real que valga en cuestiones informáticas, pero el nombre da una ligera idea su significado. El término cloud computing se refiere a externalizar servicios digitales, como el almacenamiento de datos y de sistemas de software, en servidores de terceros, que ofrecen acceso y distintas funcionalidades para gestionarlos en remoto mediante interfaces virtuales. ¿Recuerda la época en la que nadie salía de casa sin un pen drive y los discos duros portátiles eran un complemento más de cualquier escritorio? Ahora todo eso es cosa del pasado gracias a la nube, que almacena y nos permite conectar con nuestra información en cualquier momento y lugar a través de Internet.

Un buen ejemplo para ilustrar el cambio de paradigma sería el del consumo de contenido. En la prehistoria de digital, para ver una película o escuchar una canción era imprescindible tener el archivo descargado, así como un programa capaz de reproducirlo. Ahora, tanto los contenidos como los softwares necesarios para disfrutarlos pueden estar alojados en centros de datos y servidores masivos centralizados a kilómetros de distancia, y los usuarios podemos acceder a ellos a golpe de clic, sin necesidad de descargar ni ejecutar nada.

Eso es lo que trajo la nube con su lluvia de unos y ceros. El trapicheo de CD con programas pirata, de USB cargados de libros electrónicos y de discos duros repletos de álbumes de fotos con los viajes de toda una vida fue pereciendo a medida que otros gigantes como Microsoft y Google empezaban a interesarse por la “apuesta arriesgada” de Bezos. De hecho, entre los tres controlan más del 60% del mercado de la computación en la nube, con Amazon a la cabeza, seguido por los otros dos, respectivamente.

La importancia de las divisiones cloud para estas compañías es tal, que cuando Bezos abandonó por fin el cargo de director ejecutivo de Amazon en 2021, cedió el cetro de rey de los cielos a Andy Jassy, que hasta entonces había sido responsable de AWS. Por mucho que Alexa, Amazon Prime Video o la propia plataforma de e-commerce resuenen como los productos más populares de la compañía, no cabe duda de que Bezos tiene bien claro dónde reside su verdadero negocio. Después de haber tenido que construir una arquitectura digital capaz de resistir cualquier descomunal pico de tráfico, como los que sufre el comercio electrónico en épocas de rebajas y otros hitos consumistas, su idea de alquilar sus capacidades sobrantes a otras compañías prácticamente surgió por sí sola.

Con el paso del tiempo, además de convertirse en la pata más lucrativa de la Amazon, el mercado de la computación en la nube no ha dejado de engordar. En el último trimestre de 2021 el gasto mundial en servicios de infraestructura en la nube superó los 50.000 millones de dólares por primera vez, lo que supuso un aumento del 34% (13.600 millones de dólares) frente al mismo periodo de 2020, según la consultora Canalys, que afirma que se trata del “segmento de mayor crecimiento del sector tecnológico”.

Y no es de extrañar. Independientemente de las ventajas que los clientes de la nube experimentan al despreocuparse de todo lo relativo a la infraestructura digital necesaria para continuar con sus negocios, las enormes economías de escala de las empresas proveedoras les permiten ofrecer sus distintos servicios a unos costes imposibles para cualquiera que no maneje tales dimensiones y reasignar sus recursos de forma dinámica para optimizarlos al máximo.

FORMACIÓN DE NUBES

“Hace aproximadamente una década, la computación en nube era un fenómeno floreciente, que impulsaba el ahorro de costes, la flexibilidad y la innovación. Hoy en día la nube es computación, un recurso fundamental para empresas y gobiernos a medida que se esfuerzan por aprovechar las tecnologías emergentes, como el 5G, la inteligencia artificial e internet de las cosas. Mire donde mire, la innovación en la nube está ocurriendo”, dice en su arranque El índice global del ecosistema en la nube 2022, elaborado por MIT Technology Review en colaboración con Infosys Cobalt.

Antes de que la nube que hoy conocemos se formara, cada empresa era responsable de construir, operar y mantener sus productos y servicios online, como quien se lanza a producir hormigón para construir su propia casa. Pero, con el cambio de paradigma hacia el cloud, fue como si un puñado de grandes compañías se especializaran en edificar la infraestructura de Internet para alquilarla de forma hiperpersonalizada.

Bajo el símil inmobiliario, los clientes de servicios en la nube pueden contratar espacios de mayor o menor tamaño, con más o menos funciones, mejores o peores prestaciones y durante más o menos tiempo, y son las compañías proveedoras las encargadas de que todo funcione a la perfección y resista a cualquier inclemencia externa, ya sea un fallo técnico o un ciberataque deliberado. Gracias a este enfoque, cada compañía puede centrar sus esfuerzos en su propio negocio, sea cual sea, mientras su proveedor de servicios en la nube se preocupa por ofrecerle las mejores prestaciones con la máxima seguridad.

Y, al igual que el catálogo de productos y servicios del sector inmobiliario, que lo mismo alquila una mesa de oficina por horas que vende un piso en multipropiedad en la playa o una casa rural con piscina y pista de tenis, el porfolio de servicios de computación en la nube también es variado y creciente. Pero todos ellos pueden agruparse en tres categorías principales, según el Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) de EEUU:

  • Software como servicio (software as a service o SaaS)
  • Plataforma como servicio (platform as service o PaaS)
  • Infraestructura como servicio (infrastrucutre as a service o IaaS).

A nivel usuario, el más común es el Saas, que permite acceder a distintas capacidades preconfiguradas a través de un simple navegador web, y cuyo ejemplo más claro son los servicios de correo electrónico y de almacenamiento. Pero las empresas que necesitan ejecutar sus propios procesos y desarrollar sus propios programas, pueden optar por otra de las opciones, en función de la que más se adecúe a sus necesidades, y contratarla bajo el plan de uso que mejor se ajuste a sus circunstancias particulares.

Aunque al usuario le baste con un Saas para poder acceder a su correo electrónico, la empresa proveedora del servicio de e-mail necesitará muchas más funciones y capacidades de almacenamiento, a las que podrá optar contratando un Paas o un Iaas. De hecho, tanto la opción de pago por uso como la hiperpersonalización de los servicios figuran entre las cinco características clave de la computación en la nube, según el NIST. Dichas características son las siguientes:

  • Autoservicio bajo demanda. Un consumidor puede abastecerse de las capacidades informáticas, como el tiempo de uso servidor y el volumen almacenamiento en red, según sus necesidades, de forma automática y sin necesidad de interacción humana con cada proveedor de servicios.
  • Amplio acceso a la red. Los servicios están disponibles a través de Internet y debe poder accederse a ellos mediante mecanismos estandarizados y plataformas heterogéneas, como smartphones, tabletas, portátiles y estaciones de trabajo.
  • Puesta en común de recursos. Los recursos informáticos del proveedor se ponen en común para dar servicio a múltiples consumidores mediante un modelo como el de la multipropiedad, con diferentes recursos físicos y virtuales que se reasignan de forma dinámica en función de los cambios de demanda de los consumidores.
  • Elasticidad rápida. Las capacidades pueden aprovisionarse y liberarse de forma elástica, en algunos casos de forma automática, para escalar rápidamente hacia fuera y hacia dentro en función de la demanda. Para el consumidor, las capacidades disponibles a menudo parecen ilimitadas y pueden ser contratadas en cualquier cantidad y en cualquier momento.
  • Servicio medido. Los sistemas en la nube controlan y optimizan automáticamente el uso de los recursos mediante la medición de los parámetros más adecuados en función del tipo de servicio (por ejemplo, volumen de datos almacenados, capacidad de procesamiento, ancho de banda y cuentas de usuario activas).

Además de los tipos de servicios en la nube y de sus características básicas, el NIST también distingue cuatro tipos de computación cloud en función de cómo se entrega el servicio a los clientes. Dichas formas de entrega son las siguientes:

  • Nube privada. La infraestructura de la nube solo puede ser usada por una organización que comprende múltiples usuarios (por ejemplo, unidades de negocio). Puede ser propiedad y estar gestionada y operada por la propia organización, un tercero o una combinación de ambos, y puede existir en las instalaciones o fuera de ellas dentro o fuera de sus instalaciones.
  • Nube comunitaria. La infraestructura de la nube puede ser usada exclusivamente por una comunidad específica de consumidores de organizaciones con preocupaciones compartidas (por ejemplo, requisitos de seguridad, regulación y consideraciones de cumplimiento). Puede ser propiedad y estar gestionada y operada por la propia organización, un tercero o una combinación de ambos, y puede existir en las instalaciones o fuera de ellas dentro o fuera de sus instalaciones.
  • Nube pública. La infraestructura de la nube está disponible para el uso abierto por el público en general. Puede ser propiedad y estar gestionada y operada por una organización empresarial, académica o gubernamental, o alguna combinación de ellas. Existe en las instalaciones del proveedor de la nube.
  • Nube híbrida. La infraestructura de la nube es una composición de dos o más infraestructuras de nube distintas (privadas, comunitarias o públicas) que siguen siendo entidades únicas, pero que están unidas por una tecnología estandarizada o propia, permitiendo la portabilidad de datos y aplicaciones.

Al igual que pasa con el tipo de servicio a contratar, cada organización apostará por el tipo de nube que más se ajuste a sus necesidades y capacidades. Aquellas que manejan datos muy sensibles y que disponen de recursos económicos y técnicos suficientes pueden apostar por prescindir limitar su dependencia de los principales proveedores y construir sus propias nubes. En el caso del Banco Santander, su estrategia es híbrida: usa servicios de cloud pública de los grandes proveedores y los combina con su propia nube privada.

En mayo anunció que ya había migrado el 80% de su infraestructura tecnológica y que también trasladaría su core o núcleo bancario (donde se procesan las transacciones) por medio de Grativy, un software propio creado ad hoc por los servicios de tecnología de la entidad. Y es que, por muchas ventajas que ofrezca la computación en la nube, mudarse a ella puede resultar más difícil de lo que parece, especialmente para las compañías que no nacieron digitales por defecto. Con más de siglo y medio de historia a sus espaldas, la era digital obligó al gigante financiero a adaptarse al ritmo de los nuevos tiempos que marca la tecnología, y debía hacerlo sin dejar de prestar servicios, lo que supone una tarea titánica para una organización que gestiona operaciones tan delicadas como las transferencias y los préstamos para casi 160 millones de clientes en todo el mundo.

Así nació Gravity, con el que ha resuelto un importante problema global al permitir ejecutar cargas de trabajo en un mainframe (tecnología tradicional) y en la nube al mismo tiempo, un enfoque que habilita realizar pruebas en tiempo real sin interrumpir el negocio. Además, gracias a su buen diseño y funcionamiento, Santander no solo se ha convertido en uno de los primeros grandes bancos en el mundo en digitalizar su core bancario, sino que su trabajo ha sido reconocido por Google, que ha utilizado Gravity como base para crear Dual Run, su nuevo servicio para ayudar a otras grandes empresas de múltiples sectores de todo el mundo a simplificar su transición de sistemas tecnológicos tradicionales a la nube.

NUBE ‘MADE IN EUROPE’

Si ha llegado hasta este punto del artículo probablemente se habrá dado cuenta de que, salvo contadas excepciones, el paradigma informático por excelencia a nivel mundial está en manos de un puñado de empresas, la mayoría de ellas de Estados Unidos, con la plataforma china Alibaba como cuarto gran actor de la industria. Y, dado que no solo se trata de un sector altamente lucrativo, sino que además es el responsable de dar soporte a prácticamente cualquier avance digital y de almacenar la mayoría de los datos que se generan en la red y que sustentan una parte cada vez mayor de la economía, la falta de liderazgo europeo en torno al cloud hace años que hizo saltar las alarmas de la UE.

Consciente de que los datos y los servicios digitales europeos no podían estar tan a merced de empresas extranjeras, con sus propias regulaciones e intereses, en 2012 la Comisión Europea lanzó la primera Estrategia Europea de Computación en la Nube, cuya visión actual consiste en “dar prioridad a la nube con una oferta de servicios multinube híbrida segura”. Los principales objetivos de esta estrategia son tres:

  • Fomentar la inversión conjunta en infraestructuras y servicios transfronterizos en la nube para construir la próxima generación de oferta en la nube, incluida la habilitación de Espacios Comunes Europeos de Datos.
  • Crear un libro de normas europeo para los servicios en la nube, que proporcionará un marco europeo único de normas, transparencia sobre su cumplimiento y mejores prácticas para el uso de la nube en Europa.
  • Desarrollar un mercado europeo de servicios en la nube, en el que los usuarios dispondrán de un portal único para los servicios en la nube que cumplan las normas y reglas clave de la UE.

Gracias a esta apuesta, 8 de los 10 países líderes a nivel mundial en cuanto a cloud pertenecen a la UE, según el informe de MIT Technology Review. En él, España figura en el puesto número 25, por detrás de otras economías mediterráneas como Portugal e Italia. Pero esta posición podría mejorar pronto gracias al apoyo del Gobierno al hub nacional del proyecto europeo Gaia-X. Esta iniciativa aspira a fomentar la creación de una infraestructura de datos abierta, federada e interoperable, que impulse la economía generada gracias a los datos europeos.

Uno de los primeros proyectos que el hub español de Gaia-X está desarrollando se relaciona con uno de los grandes activos económicos del país: el turismo. El objetivo es que las empresas del sector compartan sus datos en estos entornos seguros y que los utilicen para poder “resolver problemas que no pueden abordar por sí solas”, según nos contó la secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, Carme Artigas, en un encuentro en exclusiva con Retina.

Además de promover la economía europea, la estrategia conjunta en torno a la nube y a los datos aspira a dotar a la UE de una soberanía digital plena. Este concepto refleja la idea de que los datos generados por los usuarios europeos no solo deben quedarse dentro del territorio, sino que deben cumplir todas las regulaciones de la unión, independientemente de quién sea el proveedor de los servicios de almacenamiento y gestión. Y, aunque hay a quien no le ha hecho demasiada gracia que las multinacionales extranjeras tengan que atenerse a la normativa europea para poder dar servicio al continente, tanto China como EEUU están trabajando en sus propias soberanías digitales.

Esta posición es un reflejo de la cada vez mayor importancia de la información digital y de la urgencia de protegerla y gestionarla correctamente. Con fronteras o sin ellas, lo cierto es que, en medio de la economía del dato y en plena la era de la digitalización, empresas y gobiernos necesitan las mejores estrategias para aprovechar sus activos y optimizar sus recursos para fomentar la innovación y el bienestar. Y no cabe duda de que, en los últimos años, estas estrategias han caído del cielo digital en forma de nubes, a pesar de que solo unos pocos vieran el potencial de esta “arriesgada apuesta” hace dos décadas.

Sobre la firma

Marta del Amo

Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.

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