Los filetes criminales de Ayuso y la conspiración del euro digital

Las monedas digitales de bancos centrales son las nuevas protagonistas de los delirios conspiratorios, que utilizan preocupaciones reales para elaborar todo tipo de narrativas disparatadas. Hay quien dice que serán utilizadas por los gobiernos para prohibir la compra de armas y carne, para vigilar a los ciudadanos e incluso para imponer un sistema de crédito social como el de China. ¿Alguien da más?

Filetes criminales por @Rhizomatika_lab

¿Qué tienen en común un filete, una pizzería, un globo meteorológico y la conectividad 5G? La respuesta debería ser “nada” si no fuera porque todos ellos han protagonizado alguna de las teorías de la conspiración que nos acechan con cada vez más virulencia. Y ahora que ya no hay una pandemia a la que culpar de cortina de humo para que las élites nos controlen, las mentes conspiratorias han encontrado una nueva víctima sobre la que erigir sus disparatadas teorías: las monedas digitales de banco central (CBDC, por sus siglas en inglés).

Así lo revela este artículo de Politico, que desgrana cómo el todavía inexistente euro digital ya ha sido acusado de ser “¡una maldita trampa!”. Una de las principales narrativas conspiratorias gira en torno a que los gobiernos utilizarán las CBDC, entre otras cosas, para impedir que los ciudadanos adquieran determinados productos. “Permitirán prohibir compras indeseables como combustible y munición”, llegó a decir el gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, según el citado medio, dejando claro que los tentáculos de esta nueva teoría de la conspiración ya se han expandido mucho más allá de las fronteras de la Unión Europea.

Además de los grafitis antilibra digital que pueden verse en distintas carreteras de Reino Unido, el premio Nobel de Economía Paul Kruger denunció hace unos meses que su mujer, la también economista Robin Wells, tuvo que aguantar la bronca conspiratoria de un desconocido mientras hacía cola para un café. Y el pasado febrero, una manifestación antieuro digital congregó a más de 1.000 participantes en Ámsterdam. “Una manifestante declaró a los medios de comunicación holandeses que temía que las autoridades le impidieran comprar carne o alcohol”, contó el Financial Times.

Suena totalmente disparatado, sobre todo si se tiene en cuenta que no hace falta una moneda digital para que un gobierno prohíba determinadas compras. Pero, dado que incluso hay políticos patrios, como Isabel Díaz Ayuso, alimentando la conspiración de que nuestro país está criminalizando los filetes, no sorprende que la desinformación en torno a la carne se haya retorcido lo suficiente como para encajar con la de las CBDC. Son “la herramienta perfecta para la vigilancia y la dictadura digital”, alerta un influencer antieuro digital (a quien no mencionaré para no darle bombo), quien ya acumula más de 350.000 seguidores en su canal de YouTube, añade Politico.

Y es que, además del miedo a que los gobiernos las utilicen para entrometerse en el uso que la ciudadanía hace de su dinero, los otros dos principales argumentos de los conspiratorios son que provocarán la desaparición del dinero físico y que servirán para vigilar la actividad financiera de la gente. “Algunos temían que el Estado lo utilizara para rastrear y controlar sus gastos, mientras que otros sospechaban que se trataba de un complot para sustituir el dinero en efectivo”, añadía el Financial Times en su crónica de la protesta en Ámsterdam.

TRES VERDADES PARCIALES

Una cuestión importante en las teorías de la conspiración es que, antes de convertirse en disparates, todas suelen partir de alguna verdad parcial. “Hay algo verificable en alguna parte: alguna información que se combina con capas de especulaciones peligrosas”, explica la experta en desinformación de la Universidad de Harvard Joan Donovan en MIT Technology Review. Así que, ¿cuál es la base real sobre la que se erige la conspiranoia en torno las CBDC?

Como contamos en nuestro Tecno Para Mortales sobre el euro digital, “si el sistema de crédito social de China ya utiliza la identificación biométrica para limitar el acceso a determinados servicios de aquellos ciudadanos cuyo comportamiento no considera adecuado, ¿por qué no iba a meter mano en sus finanzas a través del yuan digital?” Pero lo cierto es que no hace falta una CBDC controlada por una autocracia para eso. “El año pasado, en Canadá, el Gobierno del primer ministro Justin Trudeau congeló las cuentas bancarias de algunos manifestantes que bloquearon las calles de Ottawa para protestar por las estrictas medidas antiCovid del país”, cuenta otra pieza de Politico. Y si algún día España llegara a criminalizar los filetes, como augura Ayuso, no haría falta ningún euro digital para hacerlo.

En cuanto a la monitorización de la actividad financiera, no cabe duda de que cualquier forma digital de dinero es mucho más rastreable que las prácticamente invisibles transacciones en efectivo, lo que convierte a la privacidad en una preocupación del todo legítima. Sin embargo, los principales organismos occidentales responsables de evaluar la viabilidad de lanzar sus respectivas CBDC insisten en que ninguna funcionaría así.

El Eurosistema no tiene interés comercial en los datos personales de los pagos ni en compartirlos con terceros. En consecuencia, no desearía ver ni almacenar la información privada de los usuarios […]. Además, la funcionalidad sin conexión de un euro digital proporcionaría un nivel de privacidad aún mayor, dado que solo el ordenante y el beneficiario conocerían la información del pago”, explica el Banco Central Europeo (BCE) en su página de Preguntas Frecuentes.

Eso sí, el organismo añade: “Un euro digital permitiría efectuar pagos sin compartir datos con terceros, a menos que sea necesario para impedir actividades ilícitas, de acuerdo con la legislación europea”. Aquí necesitaría la ayuda de un experto en derecho financiero, pero ¿acaso no pasa ya eso con cualquier tipo de transacción? Es decir, si decidiera adquirir pornografía infantil, armas o medicamentos ilegales, o financiar ilegalmente a un partido político o sobornar a alguien, ¿no existen mecanismos legales que permitan investigar mi actividad delictiva, tanto si la ejerzo con CBDC o con divisas tradicionales?

El último gran argumento de los conspiratorios del euro digital es que las élites quieren utilizarlo para eliminar el dinero en efectivo. La agencia de noticias AP ya ha tenido que desmentir un par de bulos sobre el tema. El más gordo tal vez fue el que se viralizó el año pasado, que afirmaba Joe Biden había firmado una orden ejecutiva para “introducir una sociedad sin dinero en efectivo, que hará que el papel moneda carezca de valor, otorgará al gobierno nuevos poderes para inhibir las compras y creará un sistema de puntuación de crédito social como el de China, que castigaría económicamente a la gente por determinados comportamientos”.

La realidad fue que “la tan esperada orden ejecutiva pedía a las agencias gubernamentales que estudiaran los riesgos y beneficios de las monedas digitales”, decía la agencia, y añadía: “Cinco meses después, los usuarios de las redes sociales están difundiendo teorías sin fundamento sobre lo que hará la orden ejecutiva”. En nuestro lado del charco tanto el BCE como el Banco de Inglaterra insisten en que sus respectivas monedas digitales solo aspiran a complementar al resto de divisas oficiales y, en ningún caso a sustituirlas.

“Para garantizar que todos los ciudadanos —incluidas las personas con discapacidad, con limitaciones funcionales o con capacidades digitales limitadas, así como las personas mayores— puedan pagar utilizando el euro digital, se designarán en cada país de la zona del euro entidades públicas, como las oficinas de correos, que proporcionarían a las personas vulnerables a la exclusión financiera digital apoyo y acceso gratuitos a los servicios en euros digitales, por ejemplo, apoyo presencial y asistencia específica para abrir una cuenta en euros digitales y utilizar todos los servicios básicos en euros digitales. El acceso gratuito a los servicios básicos en euros digitales también se ofrecería a las personas que no disponen de cuenta bancaria”, afirma el Banco Central Europeo.

LA MADRIGUERA DEL CONEJO

El problema es que “los banqueros son la representación perfecta de personas con poder sobre ti, y realmente no sabes lo que está pasando”, explica a Politico el investigador del Centro Annenberg de Políticas Públicas de la Universidad de Pensilvania Javier Granados Samayoa, y añade: “Este tipo de historias coinciden con las preocupaciones generales de los teóricos de la conspiración. Si crees que el gobierno mintió sobre las cifras de COVID o que filtró el virus intencionadamente… ¿sobre qué más podría haber mentido? Y cuando estás ahí fuera buscando información y comunicándote con gente [de ideas afines], lo más probable es que obtengas información sobre otras teorías conspirativas y eso te puede llevar a la madriguera del conejo”.

Es en esa madriguera donde todos los bulos acaban interconectándose, como demuestra otra de las perlas del influencer antieuro digital recogidas por Politico: “Dirán: ‘Oye, es más fácil, es más organizado, no tienes que tocar estos billetes sucios y no contraes el virus COVID’ o algo así. Un ladrón ya no puede robarte el dinero, pero tú puedes tener un chip bajo la piel”. ¿Algo más? Me apuesto lo que sea a que ahora está intentando ver cómo encajar el euro digital en eso de que la Tierra es plana o en nosequé de las estelas químicas.

Ojo, eso no quiere decir que las CBDC estén exentas de riesgos. La tristemente famosa campaña Soy mayor, pero no idiota ya nos dejó claro qué puede pasar cuando la digitalización bancaria se olvida de determinados colectivos. Por eso, una de las principales amenazas en torno a las monedas digitales de banco central es que acentúen aún más la exclusión financiera de los más vulnerables, quienes, además, suelen ser los más dependientes del dinero en efectivo. No obstante, tanto el BCE como el Banco de Inglaterra están teniendo en cuenta esta coyuntura en sus respectivas evaluaciones para poder minimizarla.

Aun así, la preocupación sigue ahí junto a otras igualmente legítimas, como la de que los proyectos de CBDC son “una solución en busca de un problema”. Es por eso por lo que ninguna de las iniciativas mencionadas está aprobada oficialmente. El Banco de Inglaterra, que está inmerso en analizar las respuestas a su consulta pública sobre el tema, afirma: “Aún no hemos decidido si introduciremos la libra digital. Todavía estamos explorando las posibilidades. Pero si decidimos emitir una libra digital, no será hasta dentro de unos años”.

Para eso precisamente se lanzan este tipo de consultas y se fomentan los debates: para entender las preocupaciones y riesgos reales de cualquier nueva tecnología e intentar minimizarlos. “El efectivo es nuestro dinero, no suyo. Los ciudadanos deberían debatir y decidir sobre esta opción social. En la actualidad, no estamos haciendo ni lo uno ni lo otro”, se lamenta el antiguo jefe y el director ejecutivo de Análisis Monetario y Estadísticas del Banco de Inglaterra, Andy Haldane, en una reciente tribuna en el Financial Times en la que advierte de que “el escándalo real sobre las CBDC” es que estas no paguen intereses (de eso podemos hablar otro día) y no “el que comentan los grafiteros en los pasos elevados de las autopistas”.

No cabe duda de que hay debates legítimos en torno al diseño y la implementación de las CBDC y que debemos hablar de ellos para que, si finalmente ven la luz, aporten un valor real a la ciudadanía y se minimicen las posibilidades de que se utilicen con fines perversos. Pero eso no significa que haya una élite reptiliana intentando criminalizar los filetes mediante un sistema de crédito social embebido en un chip y estructurado sobre la base de una moneda digital de banco central. Un poco de cordura, por favor, que ya bastante tuvieron los pobres de Bill Gates con la turra de las vacunas de COVID con chips 5G y Alberto Garzón con su recomendación de reducir el consumo de carne roja.

Sobre la firma

Marta del Amo

Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.

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