¿Puede un conejo acabar con los móviles? Nuevos dispositivos basados en IA revolucionan la experiencia de uso

Pegatinas, Tamagotchis o gafas capaces de capturar todo lo que escuchas y ves, buscan sustituir al móvil. Impulsados por inteligencia artificial, estos aparatos podrán conversar con las personas, afectar sus decisiones de compra y reconocer rostros, incluso de aquellos que opten por no comprarlos.

“Estoy harto de mi maldito teléfono”, expresaba un usuario de Reddit en una comunidad dedicada a “dejar de pasar la vida en Internet”. Es un sentimiento que comparto, y probablemente también tú y muchos en nuestro entorno. Estamos cansadísimos de las pantallas. Experimentamos una creciente fatiga visual y emocional, resultado del constante bombardeo de mensajes, notificaciones e información de todo tipo. Frente a un mercado de smartphones que busca innovar para reactivar sus ventas tras dos años de declive, emergen empresas menos conocidas dispuestas a desafiarlo. ¿Será este desencanto hacia los dispositivos convencionales lo que abrirá la puerta a una nueva generación de tecnologías sin pantalla?

Rabbit 1 se asemeja a un Tamagotchi inteligente: pequeño, con pantalla táctil y controlado mayoritariamente por voz. Destaca porque no solo escucha y responde, también promete ayudar en tareas como pedir un Uber, comprar comida o incluso planear un viaje sin necesidad de acceder a una o varias apps. “Nuestra misión es construir el ordenador más sencillo que exista para que no necesites aprender a utilizarlo”, dice el CEO de la empresa, Jesse Lyu, quien asegura que el producto de 199 dólares no es un sustituto al móvil, sino una alternativa a ello.

El `conejo digital´no es el único nuevo dispositivo. Imagina una pegatina digital que responde a tus preguntas, realiza búsquedas en Google, llama a tus amigos e incluso proyecta una pantalla holográfica en tus manos, permitiéndote cambiar de canción con un simple gesto, sin necesidad de usar el móvil. Según la empresa Humane, este dispositivo empezará a entregarse a sus primeros compradores a partir de este marzo. Se trata del AI Pin, desarrollado por antiguos empleados de Apple, y uno de los protagonistas del Mobile World Congress 2024. El broche tiene su propio sistema operativo (no funciona con Android ni iOS), e incluye también una cámara que permite capturar fotos y videos de manera discreta.

Ambos dispositivos funcionan exclusivamente con inteligencia artificial (IA) y utilizan una gran cantidad de datos. Un sistema similar podría incorporarse también en brazaletes, colgantes o incluso anillos, como el recientemente anunciado por Samsung.  Las nuevas gafas de Ray-Ban en colaboración con Meta o las Apple Vision PRO también son ejemplos de cómo las nuevas versiones de gadgets para vestir comienzan a atraer a los clientes y a provocar un torrente de reacciones, desde la fascinación hasta el escepticismo.

El pionero en el campo de la realidad aumentada y doctor en ingeniería por la Universidad de Stanford Louis Rosenberg opina que la relación con el móvil tal y como la conocemos tiene sus días contados: “Creo absolutamente que en los próximos 10 años veremos una transformación completa sobre los teléfonos móviles como la principal forma en que interactuamos. Eso se transferirá a dispositivos portátiles con asistentes de inteligencia artificial que pueden susurrar en tus oídos y también gafas que pueden hacer que esos asistentes de inteligencia artificial tengan un componente visual”.

Destaca que, al integrar inteligencia artificial en dispositivos personales, otorgamos a las empresas detrás de estos productos, no solo la capacidad de interactuar con el usuario mediante un chat o pantalla, sino también la habilidad de comprender el contexto a partir de lo que escucha, dice o ve. “Sabrán dónde estamos, a qué velocidad nos movemos, a dónde vamos, sabrán todo sobre lo que estamos haciendo”, añade Rosenberg, que también es CEO y jefe científico de la empresa Unanimous AI.

Reconoce que dichos dispositivos atraerán al público por su gran conveniencia. Imagina que estás en una tienda y puedes preguntarle a tu pegatina: “¿Crees que esta camisa combina con mis pantalones?”. O bien caminas por un supermercado y la IA te recuerda que necesitas comprar pasta de dientes o café. Son funcionalidades sorprendentemente útiles. Sin embargo, si las marcas entran en juego para conquistar a sus clientes a través de esas recomendaciones, dejará de ser una cuestión de comodidad. Rosenberg matiza: “El sistema de IA va a realizar lo que yo llamo publicidad conversacional. Y podría ser muy convincente, realmente persuasivo. Y aprenderá más y más con el tiempo”.

El experto, que investiga la IA desde hace más de 30 años, opina que los modelos de inteligencia artificial multimodales combinados con dispositivos portátiles constituyen “el mayor riesgo de privacidad al que nos hemos enfrentado”. Eso ocurrirá porque una vez que las corporaciones obtengan acceso tan amplio sobre las experiencias personales de los usuarios y sus productos de interés, se abrirá la puerta a un tipo de vigilancia sin precedentes; una era donde la privacidad estará comprometida no solamente en el ámbito digital como ya conocemos, sino también en el físico. “Pueden usar eso para crear la forma de publicidad más persuasiva se conoce, hasta el punto en que tengamos que preguntarnos si no cruza la línea del marketing a la manipulación”, detalla.

Para evitar que se convierta en un descontrolado mercado de venta de influencia, defiende que la clave reside en cambiar el modelo de negocio que financia esos sistemas: “Si es gratuito, pero las empresas compran la capacidad de influir una persona través de una IA interactiva, es realmente peligroso. Seremos engañados porque es demasiado fácil para estos sistemas manipular a las personas cuando te hablan conversacionalmente, y tienen acceso a toda la información sobre tu personalidad, historial e intereses. Son los gobiernos los que realmente tienen que intervenir y decir que se trata de algo demasiado persuasivo”.

PRIVACIDAD INDIVIDUAL Y COLECTIVA

Imaginemos un escenario en el que todos poseen una pequeña pegatina capaz de capturar imágenes y sonido constantemente sin que los demás a su alrededor se den cuenta. ¿Qué pasa con el consentimiento? El director del Instituto de Investigación de Seguridad Digital del UL Research Institutes, Sean McGregor, advierte: “Hay muchos problemas. Cuando estás en una videoconferencia y alguien quiere grabarla, aparece un mensaje que pregunta si estás de acuerdo. Si no, puedes salir de la sala. Pero es muy difícil desaparecer de una sala física inmediatamente cuando alguien enciende una cámara. Resolver esos problemas de consentimiento, privacidad y la exposición personal al mundo es algo que nosotros como sociedad tendremos que solucionar. Diferentes culturas llegarán a diferentes conclusiones sobre cómo tratar estas tecnologías”.

El especialista en seguridad digital subraya que es igualmente importante considerar qué se hará con la información después de su registro. “Tenemos la capacidad de saber cuándo una cámara o micrófono está encendido, pero no podemos saber qué se hace con los datos después de que se graban o se transmiten a la nube. Eso está sujeto a las decisiones de la empresa, las cuales pueden cambiar mucho más rápidamente que un dispositivo físico”, señala.

Por lo tanto, su recomendación para los futuros usuarios es que evalúen si las ventajas de abrazar una tecnología, sea la conveniencia o practicidad, superan los riesgos. “Las personas tienen una idea clara del beneficio que la adopción de una tecnología les reporta. No siempre son conscientes de cuáles son los riesgos asociados. Deberían tener una idea de lo que viene después”, prosigue.

En medio de una revolución desenfrenada y una constante competencia por adquirir lo más novedoso, predecir ‘lo que viene después’ se vuelve casi imposible, pero es importante recordar: hace apenas unos años, un ordenador no era capaz de interpretar lo que aparecía en una fotografía, lo que ha llevado a las personas a compartir información de manera mucho más libre y sin tanta preocupación. Ahora sabemos que son precisamente esas fotografías las que se utilizan para el reconocimiento facial o el rastreo. Si lo que compartimos mediante cámaras o micrófonos puede tener consecuencias aún desconocidas, es crucial cuestionar si todo está justificado en nombre de la mera comodidad.

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