Fracaso estrepitoso. No hay mejor forma de definir lo que pasó la primera vez que una big tech intentó colocarnos un ordenador en la cara. Corría el año 2012 cuando Google lanzó a bombo y plantillo sus Glass, y el resto es historia, concretamente, la de uno de los grandes desastres de la industria. Tal vez fue porque la tecnología aun no funcionaba lo suficiente bien, porque sus funciones no aportaban ventajas diferenciales o quizá simplemente porque la sociedad no quería llevar un cacharro tecnológico en la p*** cara.
Sobre esto último corrieron ríos de tinta y hasta se acuñó un término para los que se atrevieron a llevarlas: glassholes (juego de palabras entre gafas y gilipollas, que podríamos traducir como gafapollas). Sin embargo, lo más llamativo de aquella historia no fue tanto el descalabro de Google, sino que, a pesar de él, prácticamente cualquier tecnológica que se precie ha intentado endosarnos su propia versión de un ordenador facial desde entonces.
Ya han colonizado nuestros bolsillos con los smartphones y nuestras muñecas con relojes y pulseras inteligentes, así que parece que la siguiente parte de nuestro cuerpo que las big tech quieren conquistar es nuestra cara. ¡Ni un centímetro de piel libre de gadgets! ¿No te gustan las gafas inteligentes de aspecto futurista? Pues cojo unas Ray-Ban y les pongo un chip, un micrófono y una cámara. ¿Quieres poder hacer más cosas? Toma un casco de realidad virtual, y otro, y otro…
Dirán que quieren revolucionar la computación, y en parte será cierto. Pero, al mismo tiempo, ampliar las categorías de dispositivos de consumo masivo abrirá la puerta a nuevos negocios, productos y servicios y, tal vez más importante, será una fuente de cantidades masivas de nuevos datos. No hay otra forma de explicar la obsesión de las big tech por vendernos algo que no solo no les hemos pedido, sino que lo hemos rechazado en numerosas ocasiones.
Larga es la lista de cadáveres de gafas inteligentes y cascos de realidad virtual y aumentada (RV/RA) que sucedieron a las Glass. Descansen en paz las Magic Leap One, las Spectacles, las HoloLens… Y aún así, incluso Apple, que durante años pareció ajena a la obsesión del resto de las tecnológicas por ponernos cacharros en la cara, anunció el año pasado sus Apple Vision PRO, que están a punto de salir a la venta en EEUU.
En su caso, lo primero que tiene que hacer el usuario para poder usarlas es escanearse la cara. Lógico, dado que un montón de funciones necesitarán este tipo de información. El aparato también rastrea los movimientos oculares y es capaz de registrar todo lo que escuchan sus micrófonos y captan sus distintas cámaras. Toma regalo de datos biométricos, lingüísticos, de imagen y navegación.
Y es que, más de una década después del descalabro de Google, las tecnologías necesarias para que la computación facial tenga algún sentido (más allá de algunos usos muy concretos en entornos sanitarios, educativos e industriales donde sí ha demostrado su utilidad) por fin parecen estar lo suficientemente maduras. Los dispositivos cada vez pesan menos, las baterías cada vez duran más, los gráficos son cada vez mejores, las latencias, cada vez menores, sin olvidarnos del enorme empujón que los recientes avances en inteligencia artificial (IA) han dado al sector.
En 2012, lograr que unas Glass entendieran lo que quería hacer el usuario era todo un reto, y eso que sus funciones estaban limitadísimas. ¿Cómo será la interacción por voz con estos cacharros ahora que ChatGPT y compañía conversan con nosotros como si fueran nuestros mejores amigos? En declaraciones al Finantial Times, el director ejecutivo de Qualcomm (que fabrica los chips de las Ray-Ban Meta), Cristiano Amon, afirma: “Vemos un potencial increíble [para las gafas inteligentes], sobre todo cuando se utiliza el audio y grandes modelos lingüísticos como interfaz”. Y si esto es válido para las gafas inteligentes también lo es para los cascos de RV/RA.
La empresa que logre convertir su propuesta en un producto de consumo masivo será la primera en empezar a comerse el enorme pastel en el que se convertirá el todavía minoritario mercado de la realidad virtual y aumentada (o computación espacial, como prefiere llamarlo a Apple en un descarado intento por desmarcarse de sus competidores y alejarse lo más posible del ahora caído en desgracia concepto de metaverso al que Zuckerberg sigue intentando llevarnos a rastras).
Lo que no faltan son opciones. Desde las más económicas, portables y discretas gafas inteligentes hasta los cascos de realidad mixta más potentes, sofisticados y lujosos, la industria ha decidido que te va a endiñar algún tipo de ordenador en la cara, antes o después. De hecho, MIT Technology Review ha seleccionado a las Apple Vision Pro en su lista de las 10 tecnologías más importantes de 2024 (aunque la revista Time también dijo en 2012 que las Google Glass eran uno de los mejores inventos de aquel año y ya sabemos cómo acabó eso). Más te vale ir preparándote para que las big tech conquisten tu cara, porque hace años que lo tienen entre ceja y ceja, nunca mejor dicho.
Sobre la firma
Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.