¿Ciudades repletas de vehículos voladores y dispositivos de reparto con alas? No señor. ¿Coches 100 % autónomos que lo hacen todo por nosotros? Para nada. A pesar de que ser experto en inteligencia artificial (IA) y de dedicarse a recorrer el mundo dando charlas sobre la movilidad del futuro, el director de Instituto de Sistemas de IA de la Universidad de Eindhoven (Países Bajos), Carlo van de Weijer, recurre constantemente al pasado para componer su discurso y elaborar sus predicciones.
A diferencia de tecnooptimistas y gurús que confían ciegamente en la innovación como solución a cualquier problema y como evolución de cualquier presente, este neerlandés pide urbes bajas en tecnología y con más espacio para las conexiones humanas. “Si metes un coche autónomo en mitad de Ámsterdam [Países Bajos], se aparcaría y se pondría a llorar porque existen normas informales que no están a su alcance. No veo el valor de tener coches totalmente autónomos, porque la conducción no es el problema. El problema son los accidentes, así que el futuro será para los coches libres de accidentes”, dijo en el Audi Summit for Progress celebrado en Madrid (España).
Me ha llamado la atención que, a pesar de que su charla se centraba en la movilidad, apenas ha mencionado el papel de las ciudades. ¿Cómo debería ser una ciudad para tener un sistema de movilidad perfecto?
Es una buena pregunta. En realidad, las ciudades se han echado un poco a perder por culpa de la movilidad. En las grandes ciudades hay tantos coches, trenes, autobuses y todo ese tipo de cosas que la ciudad ya casi ni se ve. Pero no todo el mundo vive en grandes ciudades, eso es algo que a menudo se olvida. La mayoría de la gente vive en urbes más pequeñas o en pueblos. Pero en las grandes ciudades tenemos un problema y, si no hacemos nada, probablemente se agravará aún más, porque los coches son cada vez más baratos y cómodos.
Tenemos que actuar, tenemos que corregir el pasado en el que estropeamos las ciudades. Antes, las ciudades eran sitios donde la gente se encontraba, comerciaba, protestaba… Ahora sólo se ve asfalto, y eso es algo que tenemos que arreglar.
No veo un gran papel para el coche, las ciudades deben ser para las bicicletas, los ciclomotores, los peatones y el transporte público. La clave está en ocultar mejor los coches, porque en el futuro la gente va a seguir teniendo coches. Si los prohíbes en la ciudad, entonces los únicos habitantes que tendrás serán algunos hípsters, personas mayores solitarias y algunos expatriados. La ciudad se aburguesa porque, si te limitas a prohibir los coches, las familias normales se irán, así que se trata de ocultarlos mejor. Por eso siempre enseño fotos de Ámsterdam (Países Bajos). Allí ya no se ven coches, pero tenemos al menos tres veces más que antes, simplemente los escondemos mejor.
Entonces, ¿cómo describiría el sistema de movilidad perfecto para una gran ciudad?
Empezaría por este orden: caminar, ir en bicicleta, luego el transporte público, y luego los coches. Lo que hace falta es pensar en el concepto de la capacidad de corredor [número máximo de personas que pueden ser transportadas de forma segura y cómoda por unidad de tiempo en un trayecto determinado con una anchura definida]. La de los coches no es muy buena, tal vez unas 2.000 personas por hora. Con un carril bici puedes tener alrededor de 15.000 personas, y con el transporte público unas 20.000 personas, ya que es especialmente bueno para mover a cantidades grandes de gente en una dirección determinada.
Es en eso en lo que deben centrarse las ciudades, en cómo utilizar el espacio disponible de la mejor forma posible. Ese es el punto de partida, y luego hay que ver qué quiere la gente. Y la gente es feliz viendo verde, es una cuestión biológica. Ver cosas verdes y un poco de agua relaja porque se asocia a lo fértil. Eso es lo que hace feliz a la gente. Y así es como deberían diseñarse las ciudades. Mucho verde, mucho espacio y tratando de ocultar la movilidad. En resumen, ahora las ciudades sirven para facilitar la movilidad y necesitamos que la movilidad facilite la ciudad, no al revés.
¿Dónde están los coches en Ámsterdam y para qué se usan?
Probablemente en garajes en alguna parte. Lo importante es asegurarse de que la gente no los use tanto y generar interés en otros medios de transporte alternativos. Aquí en Madrid, por ejemplo, jamás me movería en bicicleta, es demasiado peligroso, no hay infraestructura. Pero eso no pasa en ciudades como Copenhague [Dinamarca] o incluso en París [Francia] y también en Barcelona [España]. Poco a poco vamos a ir viendo cada vez más ciudades que dan prioridad a las bicicletas haciendo que la gente se sienta segura. Además, son más rápidas, son la mejor opción para recorrer tres, cuatro o cinco kilómetros. Pero en Madrid nunca las usaría.
El problema no es que la gente tenga coche si está bien escondido, el problema es que lo use mucho. Así que lo que hay que hacer es asegurarse de que la gente no usa el coche, y eso se hace dando más espacio al resto de alternativas.
Esta estrategia está muy relacionada con la infraestructura. Sin embargo, en los últimos años, la gran apuesta en las ciudades han sido las smart cities. Uno de los principales proyectos en esta dirección fue el del barrio Quayside en Toronto (Canadá), impulsado por empresas privadas, en este caso, Sidewalk Labs de Alphabet, que finalmente abandonó el proyecto. Además, estuvo plagado de polémicas asociadas la captación de datos de los ciudadanos. ¿Quién debe ser el responsable de invertir en las infraestructuras necesarias para transformar las ciudades y dónde deben priorizarse dichas inversiones?
Yo desarrollé un enorme programa de movilidad de 1.600 millones euros dentro de la iniciativa EIT Urban Mobility. Y, por supuesto, sí, todo debe nacer de una cooperación entre ciudades, empresas y sociedad civil, es una especie de triple hélice. Pero los que tienen más peso son los ayuntamientos, ellos deben dar el primer paso para transformar las ciudades. Peatonalizar calles y reducir el tráfico no son medidas populares, hacer lo correcto es difícil. Pero cada vez más ayuntamientos lo están haciendo, París es un muy buen ejemplo. Su alcaldesa [Anne Hidalgo] es defensora de la bicicleta y ha sido reelegida a pesar de que al principio sus medidas eran muy impopulares. Pero luego, una vez que te mueves en esa dirección, ya nadie quiere volver atrás. Es un problema persistente, por eso tienen que ser las ciudades las que lideren este tipo de transformaciones.
Pero también necesitan las soluciones que ofrece el mercado. Necesitan mejores bicicletas, y bicicletas eléctricas que permitan ampliar el alcance. Yo vengo de un país llano, así que no necesitamos bicicletas eléctricas, pero las ciudades con cuestas necesitan el impulso eléctrico. Es el mercado el que ofrece estas soluciones, pero el primer paso deben darlo las ciudades.
Usted también es experto en inteligencia artificial. ¿Qué papel deben tener los datos a la hora de conseguir ciudades más inteligentes, sostenibles o simplemente mejores?
La cuestión es que, cuando miras los sistemas inteligentes te das cuenta de que mayoritariamente se componen de elementos inteligentes sobre una infraestructura estúpida. Por ejemplo, Internet fue un éxito porque consistió en una infraestructura modesta de cables de cobre con servidores muy inteligentes. Así es como empezó Internet hace 20 años, con cables de cobre. Ahora tenemos la fibra de vidrio para navegar más rápido, pero la tecnología sigue siendo muy simple y sin protocolos complicados, lo que le permite crecer rápido.
Los sistemas inteligentes siempre están compuestos por elementos inteligentes sobre una infraestructura no demasiado inteligente. Esa es la razón por la que creo que la movilidad inteligente consiste en coches inteligentes sobre una infraestructura estúpida compuesta solo por asfalto. Pasa lo mismo con la sociedad inteligente: son personas inteligentes en ciudades no demasiado inteligentes.
En el caso de los datos, cuando Google o Apple empiezan a medir todo tipo de cosas, en un par de años tienen 1.000 veces más datos que una ciudad, así que las ciudades acaban siempre yendo por detrás. Por eso creo que deberíamos dar un paso atrás en el intento de medirlo todo y aprovechar todo aquello que está disponible en el mercado y de forma libre, y ser más modestos en nuestras ambiciones de crear ciudades inteligentes. Me gustan más las ciudades estúpidas que las inteligentes.
¿Por qué?
Porque la sociedad inteligente ha florecido en ciudades estúpidas. Un coche inteligente puede conducir por sí mismo en una calle simple y aburrida, pero la realidad es que hay un montón de variables y reglas de tráfico que cambian constantemente. Y toda la inteligencia que se mete en la infraestructura es la que confunde al coche, porque debe leer todas las señales adicionales con toda la información y la complejidad que incorporan. Así que, por favor, no hagan eso, dennos asfalto estúpido con líneas claras, solo hace falta eso.
Hay quien dice que los coches inteligentes son capaces de leer toda esa información y abordar toda esa complejidad, pero la realidad es que todo se cambia cada dos o tres años, además de que existen 192 países cada uno con sus propias reglas, etcétera. Así que, por favor, no hagan eso. Háganlo todo lo más sencillo posible y así el coche inteligente funcionará mejor. Eso siempre es así. En la sociedad inteligente, las personas se vuelven más inteligentes cuando la ciudad es estúpida.
En este caso se está refiriendo al coche autónomo. Pero, hay ejemplos de ciudades que han utilizado todo el big data disponible para diseñar rutas más eficientes de transporte público. Y no entiendo por qué todas las ciudades no han hecho lo mismo.
Es cierto, y creo que se debe a que las personas más inteligentes no quieren trabajar para las ciudades, tal vez sea porque no les pagan lo suficiente, o quizá no. Pero estoy de acuerdo en que planificar el transporte público es un buen caso de uso para la la inteligencia artificial. La IA puede analizar las ciudades recopilando todos los datos disponibles, por ejemplo, de Strava, de apps de bicicletas, de Google… y con todo esto puede predecir cuáles son las rutas más demandadas y por qué un lunes hay alguna especialmente concurrida, por ejemplo. Trabajé para TomTom durante 12 años y sabíamos exactamente por qué algunas rutas estaban muy concurridas en momentos concretos. Si coges todos los datos podrías hacer una planificación mucho más sensata. Pero luego viene el problema de que el transporte público no siempre se puede adaptar a esa planificación.
¿Por qué no? ¿Es un problema económico?
Sí. Con IA puedes hacer una planificación mucho más eficiente, pero eso requiere adaptar las rutas a una demanda flexible, y eso es muy difícil de hacer con el transporte público, especialmente en el caso de los trenes, ya que es muy difícil añadir o modificar sus rutas.
Los autobuses son flexibles.
Sí, por eso prefiero los autobuses a los trenes, los trenes son demasiado inflexibles.
Sobre la firma
Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.