La violencia extrema logra que no veamos los intereses a los que sirve
Naomi Klein. La doctrina del shock
Pongamos los puntos sobre las íes. No es lo mismo Hamas que Palestina. No es lo mismo Benjamin Netanyahu que Israel. No es lo mismo antisemitismo que antisionismo. Ni es igual antintegrismo que islamofobia. No es lo mismo imágenes que información real. En este conflicto, la paleta de grises es tan densa que podría sajarse a machetazos. Los absolutos blanco y negro son, desgraciadamente, los protagonistas que se imponen en este repugnante espectáculo, tan gore e inhumano como la más salvaje de las carnicerías humanas. Ahora, se quiera o no, hay hechos. Capítulos de esta historia que sólo conocen la transparencia…
Palestina se partió en 1948, y comenzó a ser mutilada en 1967. Desde entonces, los habitantes originales, aquellos que no fueron maldecidos por la psicopatía nazi de la modernidad, pero que se verían con los años muy cercanos a la misma limpieza étnica, son cercados como alimañas por un Goliat con estrella de David tatuada en el pecho. Los palestinos, convertidos en bestias debilitadas a las que se les ha cortado el alimento y el espacio vital, afilan los caninos con la rabia de la impotencia. Esos dientes sobresalientes que anticipan el mordisco, incluso antes de saber si conviene, o no, morder. Estalactitas de calcio nacidas en los abismos de la desesperación; paramilitares a los que un pueblo se rinde porque cada vez tienen menos por lo que vivir. Y cada vez tiene más por lo que morir. Y, sobre todo, cada vez encuentra más por lo que matar.
Desde 2007, Hamas controla la Franja de Gaza, territorio galvanizado regularmente con balas israelíes desde hace décadas, mientras la Autoridad Nacional Palestina, que encuentra su origen en la organización Fatah (su fundador, y también líder del Frente Popular de Liberación Palestina, Yasir Arafat, fue una de las cabezas clave en un movimiento de liberación palestino laico), organiza Cisjordania. Mahmoud Abbas, dirigente de Fatah, tradicionalmente ha cuestionado la lucha armada, y representa a una gran parte de la población palestina no radicalizada en el islamismo iracundo de Hamas. No obstante, el agotamiento mortal al que se ha sometido a Palestina ha dado alas a la barbarie, y Hamas ha visto sus apoyos engordar los últimos años. Sobre todo, si tenemos en cuenta que el partido Likud en Israel, dirigido por Netanyahu, se ha aliado con grupos de extrema derecha que han presentado perlas como la castración de mujeres palestinas a fin de evitar la gestación de futuros terroristas, o, directamente, el bombardeo indiscriminado sobre Gaza que parece avecinarse. Un crisol de tensiones que han avivado la sevicia y los motivos por los que matar de los palestinos.
¿Matar? Bueno, el término ya se queda corto. Cuando ves las cabezas de cientos de chavales rodando hasta los costados de tus botas, no matas… al menos no sólo una vida, sino cualquier atisbo de humanidad que no te hubieran arrebatado. Da igual la cuenta de sangre. Da igual lo hondas que sean las cicatrices o los cientos de muescas por el amor ejecutado, al que ya no eres capaz de rendirte por miedo a perderlo. Eres indigno de llamarte hombre…
Y parece que es la indignidad lo que se aviva en este conflicto. La de un grupo de terroristas islámicos a los que no les tiembla el dedo sobre el gallito del Kalasnikov, frente a las muecas terroríficas de los inocentes juzgados por una ética metafísica cretina, animal y cruel, como infieles. Y la de un Gobierno que no ha dudado desde hace años en apalear con muerte a quienes han visto profanar la tierra de sus ancestros con la sangre de sus descendientes.
Porque hablar de Palestina e Israel es hablar de dos culturas enraizadas en la mentalidad bíblica. El ojo por ojo, una vida por una vida. Tanto la una como la otra son parte de un imaginario que se acuesta incesantemente con la venganza. Que la alimenta hasta colapsar de cadáveres los álbumes de fotos enterrados bajo casas que hace tiempo son ceniza. Y es preocupante pensar que tanto los supuestos aliados de un bando como los del otro quieren explotar ese pulso vengativo con sus propios intereses…
¿Cómo es posible que Israel, uno de los países con los servicios de inteligencia más punteros del mundo junto a EEUU y el Vaticano, no viera venir semejante cañonazo a sus fronteras? Desde autoridades israelitas, como el ministro de Defensa Yoav Galant, se afirma que gran parte de las tropas estaban desplazadas al norte de Cisjordania por tensiones crecientes en el territorio ante una escalada de Hezbollah; grupo terrorista islámico libanés. El boquete de seguridad, sumado a la efectividad del ataque relámpago de Hamas, como un Blitzkrieg nazi con barbas y tez morena al grito de ¡Allahu Akbar!, allanó el aterrizaje de los asesinos que acabaron con la vida de 260 jóvenes en el festival cerca del kibutz Reim.
El impulso de grabar que poseyó a las víctimas del que ha sido el primer ataque directo con objetivos civiles de Hamas en suelo israelí, ha desvestido además otra de las encrucijadas de las nuevas contiendas, la desinformación. Los videos presentan chicos agujereados a balazos, mujeres que, claramente, acaban de ser violadas, cadáveres de razas y nacionalidades muy distintas, amontonados como ganado recién sacrificado. Pero no todos son reales, y no todos aspiran a verificar la verdad, sino a construir un relato provechoso.
X (antes Twitter) ha sido uno de los nichos en los que gran parte de sus usuarios se ha tirado de cabeza a fin de conocer, de primera mano, los acontecimientos. Por desgracia, y como indican expertos en OSINT (inteligencia de fuentes abiertas), dar con fotos o videos, así, como con testimonios reales de los hechos, es una tarea hercúlea debido a los pocos civiles sobre el terreno y a la dificultad de acceso para profesionales de la información. Eso ha favorecido que en X se viralicen multitud de imágenes falsas, encumbradas además por un nuevo modelo de negocio impulsado por su CEO, Elon Musk, quien busca convertir la red en un negocio al servicio de la maximización de visualizaciones, antes que en una plataforma en busca de la objetividad. De hecho, Musk, cometió el error de recomendar para estar al tanto de la escalada del conflicto, las cuentas @WarMonitors y @sentdefender, acusadas en no pocas ocasiones de desinformar.
No pocas veces se he hablado aquí de desinformación y de uno de sus hijos predilectos; la conspiranoia. Pero, sin caer en informaciones falsas y usando simplemente el pulso de la sospecha, cabe preguntarse ¿y si el atentado en suelo israelí no fue un error estratégico? ¿Y si Israel permitió una violación de su seguridad, exponiéndolo a la vergüenza, pero también al victimismo más descarnado, a fin de labrar una excusa para legitimar una masacre? No debemos minusvalorar la inhumanidad de algunos dirigentes que creen firmemente en la famosa cita de Thomas Jefferson: “El árbol de la libertad debe regarse de vez en cuando con la sangre de patriotas y tiranos. Ésta constituye su abono natural”. Un regadío asumible de cara a poder acabar, de una vez y por la guillotina, con un conflicto que ha tenido al mundo en jaque desde hace 80 años.
Sin poder dar respuesta a la pregunta anterior, se puede plantear otra. Porque si la respuesta bélica de Israel huele a podrido como Dinamarca, el ataque de Hamas parece bañado en pescado al sol. ¿Quién ha sido el principal apoyo de Hamas? Irán. Uno de los Estados con mayor fanatismo islámico del planeta, que ha estado abiertamente en contra del acercamiento que otros países de su mismo imaginario religioso llevan poco menos de un lustro haciendo hacia Israel. Países como Emiratos Árabes, Sudán o Bahréin, que se han ido arrimando al Estado de la gran estrella de David con fines, principalmente, económicos. Alí Jamenei, líder supremo de Irán, ha babeado de felicidad frente a las matanzas llevadas a cabo por Hamas, consciente de varias cosas. La primera, la reacción de Israel. La segunda, las consecuencias de esa reacción. «En momentos de crisis, la población está dispuesta a entregar un poder inmenso a cualquiera que afirme disponer de la cura mágica, tanto si la crisis es una fuerte depresión económica como sí es un atentado terrorista» escribía Naomi Klein hace más de 15 de años en La doctrina del shock .
Jamenei, como los líderes radicales islámicos de todo el planeta, sabe que la batalla no se librará en las calles de Oriente Medio, sino, por primera vez desde las Grandes Guerras, en suelo Occidental. Un ataque inhumano, total y descerebrado por parte de Israel a la Franja de Gaza, donde más de la mitad de la población tiene menos de 18 años, es la chispa adecuada para que el gran polvorín del Choque de Civilizaciones huntingtoniano estalle. Por supuesto, Irán, cabeza del Eje de la Resistencia, un tratado del viejo territorio persa con Siria y Hezbollah de naturaleza antisraelí; quiere remodelar Oriente Medio; despiojarlo, por así decirlo, de influencia cristiana. Y es consciente de que azuzando el terror en el interior de los países de la OTAN el camino a sus ambiciones se torna más accesible.
Así, el pueblo palestino, una vez más, y quizás la última, se convierte en una cabeza de turco suicidada por un fin, dirán los islamistas radicales, “mayor”. Mientras el que se hace llamar el “pueblo elegido de Dios”, bailando al son de sus enemigos y adoctrinado por una soberbia vengativa, termina alumbrando la gran carnicería del siglo XXI.
Sobre la firma
Periodista y escritor. Ha firmado columnas, artículos y reportajes para ‘The Objective’, ‘El Confidencial’, ‘Cultura Inquieta’, ‘El Periódico de Aragón’ y otros medios. Provocador desde la no ficción. Irreverente cuándo es necesario.