El mito fundacional extendido por antonomasia en las compañías líderes en tecnología es el del garaje. Google, Amazon, Apple… todas nacieron en el albor de tuercas oxidadas, llaves inglesas prestadas y pringoso aceite de motor. La humildad de los orígenes como reclamo para la grandeza del esfuerzo, es algo que la cultura norteamericana ha sabido clavar bien en el imaginario colectivo. Ser chupado por el ascensor social sólo con sudor es la falsa promesa más rentable del almanaque. Por eso los gigantes tecnológicos mantienen el espejismo de ser insobornables disruptores, cultivando la fábula -privada de la parte del relato en que se habla de inversiones millonarias y clusters tecnológicos universitarios-, de haber redactado su destino sin un duro y rodeados de tornillos. De todos los colosos del circuito, HP se revela como la única compañía que brotó, realmente, en un garaje gringo. En el 367 de Addison Avenue, Palo Alto, para ser más exactos. Un hecho del que existen pruebas documentales.
Esa clase de pensamiento mágico nos pirra a los ciudadanos. Basta haber visto cualquiera de las innumerables series que hay sobre política o dinero: Billions, House of Cards, Succession, The Young Pope… para filtrar el poder de una narrativa que se dice independiente y ajena a la autoridad establecida. Y si su comadrona es un lugar privado de recursos limitados, apaga y vámonos.
Luis Pérez Fernández ha sabido orquestar con maestría ese relato… Perdón, quizás con ese nombre sea difícil ubicarlo. Este joven sevillano goza de la misma condición que los púgiles o los camorristas de barrio. Se lo conoce por su alías: Alvise. Bien, pues Alvise, líder del partido Se Acabó La Fiesta, que ha obtenido casi un 5% del sufragio en las Elecciones Europeas, ha logrado desde el garaje de las redes sociales imponerse a competidores como Sumar, Podemos o Junts. Todos ellos con un respaldo político más dilatado en cuanto a campaña, intervenciones públicas mediatizadas y figuras destacadas brindando su apoyo a las formaciones. Alvise, dicho muy vulgarmente, les ha meado en la cara a todos.
Siento si hay quien considera que el uso de este tipo de expresiones deberían reservarse al ecosistema tabernero, pero es que ver videos del gerifalte del partido aguafiestas le intoxica a uno las malas formas. Alvise despacha auténticas palanganas de burradas. Sinceras ondas de choque contra la razón. Padece la bulimia aguda del churrero cabreado al que le han cerrado el chiringuito de la feria, y ahora se malicia contra todo Cristo. Sin excepciones por raza, nación o credo, salvo con su mujer y su hija, porque le ayudan con la faena.
En podcast e intervenciones en X y Telegram, Luis Pérez… perdón, Alvise, ha soltado perlas rebozadas en xenofobia y racismo a mares -citarlas me ocuparían el resto del espacio que dispongo-, pero me impresionan más otras propuestas. Por ejemplo, que el ya europarlamentario afirme con rotundidad marcial que desea crear la cárcel más grande de Europa a la afueras de Madrid. Una prisión en la que dejaría yaciendo, por ejemplo, a cualquiera con un tatuaje de una banda y a los familiares que hubieran podido beneficiarse de la posible extorsión cometida por un individuo. Lejos de la visible inspiración de tan humanística ocurrencia en el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, (aunque las tasas de violencia españolas sean una flatulencia en comparación con las que sufría la nación centroamericana) deseo hacer un alto aquí. Me van a permitir una pequeña anécdota…
El tío de un amigo cercano nos narraba de críos una de sus ideas estrella. Se llamaba; El proyecto Australia. El tío Paco, -era su nombre, no les vacilo-, hacía vibrar su amplio mostacho de emoción cuando debía explicar la magnum opus. Según su plan, una flota de aviones Hércules debía transportar a todos los homosexuales, rojos, independentistas catalanes, negros y árabes instalados en Occidente a Australia. Luego, había que repartir a los habitantes australianos que no coincidieran con las categorías anteriores en Europa y Estados-Unidos con esos mismos aviones. Como colofón; liberar una cabeza nuclear sobre el país oceánico extinguiendo a quienes habían sido descartados allí. Ese era el proyecto. Simple. Directo. Pero no se vayan a pensar que Paco se convertía en un millón de carcajadas, como cabría esperar de alguien que se ha puesto ciego de negras sandeces. En absoluto. Se mantenía sobrio de emoción. Para Paco El proyecto Australia no era ningún cachondeo.
Decía en una columna reciente que estamos empezando a trasladar las idiosincrasias lunáticas de las redes al mundo real. La mala vibra, la polarización, la violencia, todo eso. Que las indeseables aspiraciones del tío Paco pululasen por Forocoches y canales de Telegram clandestinos, era igual de lógico que oírselas antes a un dipsomaniaco resentido a la 1 de la mañana en un tugurio de mala muerte. Salvo que en tiempos analógicos, el cateto de cogorza monumental reducía su radio de influencia a 4 pelagatos, de los cuales 3 lo mandaban callar para no armar bulla.
Las redes, en cambio, se han convertido en un altavoz masivo de los bocazas enrabietados donde decenas de miles se sienten cómodos dándose impulso los unos a los otros en la inmaterialidad digital. Una dinámica que ha acabado permeando la realidad a través del voto, dando lugar a escenarios inesperados como la elección de Trump, el creciente auge de VOX y que ha coronado (de momento) con los escaños del partido Se acabó la fiesta. ¿Inesperados? Bueno, quizás sí para un número muy sustancioso de periodistas, políticos y opinadores que todavía creían, creen, que los medios de comunicación ostentan el poder de la información y las elecciones se viven con comprometida seriedad. Para quienes son conscientes de que la brújula ideológica está hoy dictada por el cosmos digital, la influencia de opiniones individuales y un desinterés patológico en vista de la desesperada crispación de los menores de 50, sorpresas las justas.
Sería de muy mal gusto, a razón de lo anterior, denigrar a más de 800 mil españoles tildándolos de frikis reaccionarios, o como pupilos de Amadeo Llados con un solar de neuronas. Erróneo, más que de mal gusto. Esos cientos de miles de votantes, en su mayoría varones jóvenes, son el resultado de una nueva interpretación de la información venida de la mano de divulgadores oportunistas, como el propio Alvise, doctos en bulos, marejadas populistas y hostilidades públicas. Los seguidores (uso el término premeditadamente) de Se acabó la fiestase sienten estafados. Habitantes de una latosa crisis a la que creen poder dar carpetazo con ideas tan simples de decir, como complejas de resolver. Hartos, todos ellos, de la conversación sosegada que exige el aparato político, al tiempo que acostumbrados a una cotidianidad acelerada de satisfacción rápida a través de un clic, se rinden al discurso taimado. Eso sin contar con la vehemencia con que desde cierta izquierda se los califica rápidamente de fascistas o inútiles, azuzando aún más su beligerancia. Nadie haconvencido a alguien de su desacierto llamándolo cretino.
En conjunto, cabría decir que La era del vacío, de Lipovetsky se ha filtrado, definitivamente, en la política gracias a las redes sociales. Poniendo el eslogan por delante del programa. Al individuo por encima del partido. Y al mensaje; al fondo, por detrás del medio; de la forma. Por eso el partido de Alvise tendrá una capacidad tendiendo a cero de poner en marcha ninguno de sus delirios. Como tampoco lo tendrá de resistir. La era del vacío es, tal y como indica su nombre, gaseosa, porosa, adicta a la transición perpetua. Se Acabó La Fiesta acabará igual que todos los partidos personalistas con propuestas de caramelo fino, con sus miasmas dirigentes bien avenidas y sus antiguos votantes reubicados en la nueva tendencia política.
Resulta esclarecedor, no obstante, pensar que quienes han votado a Alvise son conscientes de todo esto. Saben, quienes depositaron su voto a favor del aguafiestas, que no conseguirá cambiar nada. Que los valores del Estado de Derecho son opuestos a la mayoría de sus premisas. Al igual que saben, y de ahí se deduce su éxito, que Alvise les dará buenos videos en redes. Escarnios soeces y confrontativos en el Parlamento Europeo. Un órgano en el que, o no confían, o se la refanfinfla, y al que prefieren dar valor con reels y tik toks regulares de un tipo que va a dar el cante, mucho más que ha valorizar el espíritu común. La política nunca había sido un espectáculo tan swiftie.
Respecto a la potabilidad de Alvise Pérez… en fin. Lejos de la constante difusión de noticias falsas y procesos judiciales con políticos como Manuela Carmena o Salvador Illa -genial carta de presentación para un político, di que sí-, hay apaños que hieden incluso antes de ponerse en marcha. Dice que va a sortear entre los lectores de su newsletter el sueldo de eurodiputado. No lo pongo en duda. Pero huele a trampa que alguien que va a multiplicar la visibilidad de la que vive por sortear su sueldo, cacaree orgullosísimo su gesta. No me pillarán defendiendo las morteradas que se embolsan los profesionales de la política, pero tampoco veo justo lanzar rosas a quien emite proclamas de auto-austeridad por auto-beneficio. Y, cuidado, que yo no cargo acciones en mano ajena gratuitamente. Es el propio Alvise quien admite pretender usar ese dinero: “para hacer lobby y financiar a la gente que me siga, para que cada vez tenga más lectores«, como afirmó en una entrevista a Periodista Digital. Lo mismo que un párroco pidiendo el diezmo para hermosear la iglesia que, casualidad, resulta ser también su casa. Con la demagogia hemos topado…
Ejemplos en España de cantamañanas que vienen a hacer una política diferente pensando en el pueblo, ya los sufrimos con Jesús Gil o Ruiz Mateos. El cuadro es parecido. El discurso, salvando distancias, no se diferencia en gran cosa. Y el placer por una desafortunada estética de la ostentación quizás sea, de hecho, otro de los rasgos comunes. Pues si Gil se repantingaba con la barriga feliz en un jacuzzi rodeado de chicas en bikini, Alvise no ha tardado en hacer su primer ensayo de exhibicionismo gozador, al subir unas imágenes de su victoriosa celebración en la pijísima sala Kapital de Madrid, nada menos que de la mano del Pequeño Nicolas. Dime con quién andas y te diré quién eres…
No sé si a la partitocracia se le ha acabado la fiesta con la estelar entrada de Alvise en el poder. De lo que sí estoy seguro es de que la suya, bendito iluminado, sólo acaba de comenzar.
Sobre la firma
Periodista y escritor. Ha firmado columnas, artículos y reportajes para ‘The Objective’, ‘El Confidencial’, ‘Cultura Inquieta’, ‘El Periódico de Aragón’ y otros medios. Provocador desde la no ficción. Irreverente cuándo es necesario.