El tsunami de la inteligencia artificial en 2022. Algoritmos que pintan, programan y cuentan chistes

La inteligencia artificial sufre ciclos de entusiasmo excesivo seguidos de un pesimismo voraz. En los últimos dos años, ha presentado avances espectaculares y demostrado que la tecnología empieza a ser capaz de igualarnos en tareas que considerábamos exclusivamente humanas, pero parece que nadie está prestando atención a la gigante ola que se avecina. ¿Y tú?

Antes de la llegada de un tsunami a tierra, el mar acostumbra a retirarse de la costa. En el caso de fondos relativamente planos, el retroceso puede llegar a varios centenares de metros, como una rápida marea baja. Desde entonces hasta que llega la ola principal pueden pasar de 5 a 10 minutos, aunque existen casos en los que han transcurrido horas hasta que la marejada llegara a tierra

En el caso de los avances presentados en inteligencia artificial (IA) los dos últimos años -con una aceleración notable los últimos meses- la bajada de la marea nos va a pillar enganchados a otros debates socio tecnológicos. A la discusión interminable sobre poder y control de las plataformas entre gritos de ¡desinformación! y de ¡libertad de expresión!, o a las urgencias por el descalabro energético presente y la fragilidad recién descubierta del sistema de producción y logístico global.

No se trata sólo de falta de atención, hay una mirada escéptica. Las sobre expectativas -el hype– tan habituales en el mundo de la tecnología se centran hoy en día en el metaverso y la web3, que tan poca capacidad han demostrado para ofrecer algo de valor tangible al usuario medio. Lo que está sucediendo alrededor de la IA parece convocar la atención de dos públicos: los perfiles muy técnicos, excitados ante el descubrimiento de unas capacidades que hace 10 años ni soñábamos, y el cada vez más creciente espectro de aspirantes a reguladores y controladores éticos de la tecnología en general y de la inteligencia artificial en particular, sector al que más atención prestan nuestros políticos.

Los tecnólogos, investigadores y diseñadores de inteligencia artificial seguramente merecen la desconfianza. Cabe recordar un episodio que ejemplifica la tendencia de la disciplina a entonar el “que viene el lobo”. En 1966 Marvin Minsky -uno de los padres de la IA- propuso a un alumno “conectar una cámara a un ordenador y que la máquina describa lo que ve” como trabajo de tesis para resolver en un verano. Casi 60 años después, este problema, el de la visión por ordenador, sigue sin estar resuelto del todo.

El profesor investigador en el CSIC Ramón López de Mántaras explicó muy bien cómo se pasó de un exceso de optimismo al llamado “invierno de la inteligencia artificial”, con décadas de pesimismo. Pero ese estado de ánimo es justo el contrario del que están disfrutando ahora los especialistas, aupados por los resultados del machine learning y los años de brillo tras la formulación del transformer

Es por todo esto por lo que sospecho que ni siquiera en publicaciones especializadas estamos debatiendo con suficiente intensidad la puerta que han abierto los últimos avances. Recapitulemos:

  • En 2020 Open AI anunciaba GPT-3 señalando el camino y el modo de funcionar que tendríamos con estos proyectos, un prompt por el que le suministramos una entrada -en este caso texto- y el sistema la completa. Esta fórmula podría derivar en el nacimiento de una nueva profesión, el “artesano del prompt que diría Andrés Torrubia. Se puede jugar con ella en la web de OpenAI para desarrolladores.
  • Deepmind de Google siguió este año con Alphacode. El brazo de IA del gigante de las búsquedas logró una clasificación dentro del 54 por ciento superior de los participantes en programación al resolver problemas nuevos que requieren “pensamiento crítico, lógica, algoritmos, codificación y comprensión del lenguaje natural”. No es una ayuda básica al programador con sugerencias como GitHub Copilot, no es sólo para problemas muy acotados y formales propios de la academia e inexistentes en el mundo real. En un escenario de optimismo moderado, Copilot y Alphacode aumentarán la productividad del programador en un porcentaje relevante; en uno de optimismo fuerte, pueden acabar sustituyendo gran parte de su trabajo.
  • También este año hemos visto la aparición de Dall-e 2 y de IMAGEN, de nuevo OpenAI y Deepmind con juguetes tremendamente llamativos. Enseñando a mis hijos un vídeo que muestra cómo es lo de pedir cualquier cosa que se pase por la cabeza y que una IA la “pinte” o “fotografíe”, empecé a entender por qué estos anuncios no están saliendo en el telediario, aunque deberían. A ellos se les parecía mucho a usar un buscador de imágenes, sin llegar a valorar lo que supone que la IA lo está creando y que no hay ilustradores o fotógrafos detrás.
  • No dejaría de mirar Palm de Google Research (no es el mismo equipo de Deepmind, en la IA Google parece partidario de poner corrientes internas a competir como si fuese un partido de izquierdas español) cuya funcionalidad estrella es… explicar chistes. Eso implica cierta simulación del razonamiento, algo que también exhibe al resolver problemas matemáticos sencillos. Como en el caso anterior, de momento resulta difícil explicar el gigante paso dado por los investigadores para que un software procese un doble sentido y lo discuta con algo que podríamos llegar a considerar “sentido común”.

La inteligencia artificial está empezando a tener un nivel aceptable en las tareas que creíamos que justamente nos diferenciaban de un ordenador. Kiko Llaneras lo resumía bien en ¿Crees que la inteligencia artificial no es creativa? Mira cómo escribe y cómo pinta, y eso que en uno de los trabajos más creativos que existe -programar- sólo podía analizar el ya en producción Copilot y no consideraba el enorme paso que puede suponer Alphacode. La creatividad es reconocimiento de patrones, y el espacio que queda al humano es de lo que la IA carece: intención, voluntad para dotar de sentido una obra.

Teníamos en la cabeza un mundo en el que la robotización iba a hacerse con los empleos repetitivos, manuales. Se formularon soluciones para los que trabajan en la fábrica, la construcción o la agricultura, y bien es cierto que son industrias en las que la tecnología ha aumentado la productividad haciéndolas mucho menos intensivas en empleo que hace 100 años.

No nos hemos preparado demasiado para lo que parece que está cerca. Una inteligencia artificial que aumentará la productividad e incluso será capaz de dar soluciones completas en facetas creativas, desvelando que, si a lo que te dedicas es a crear información o a moverla de un lado a otro, si tu profesión es delante de un ordenador todo el tiempo, a quien va a impactar este tsunami es a ti.

Sobre la firma

Antonio Ortiz

Ingeniero Informático, pero de letras. Fundador de Xataka, analista tecnológico y escritor de la lista de correo 'Causas y Azares'

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