El emprendedor social medio es un hombre blanco de entre 30 años y 45 años, con estudios y un nivel socioeconómico medio-alto, así que ahora mismo el emprendimiento social no es un lugar para todo el mundo, no es un lugar accesible, diverso ni inclusivo”, dijo contundente la directora de la Ashoka en España y Portugal, Irene Milleiro, durante la presentación de la iniciativa Impacta+ celebrada esta semana en Madrid.
Inmersos como estamos en una policrisis en la que el mundo es cada vez más desigual y donde la acuciante emergencia climática se ceba con los más pobres, la innovación hace ya tiempo que demanda empresas capaces de resolver los grandes problemas del mundo y emprendedores cuyos modelos de negocio incluyan aportar algo bueno a la sociedad. Y, para lograrlo, además de conseguir más apoyo financiero para las tecnologías profundas que tan desesperadamente necesitamos, hace falta aumentar la diversidad del ecosistema emprendedor.
Eso es precisamente lo que persigue Impacta+, impulsada por Ashoka y con el apoyo de Google.org. Además de que el ecosistema del emprendimiento español consista en algo más que en apps de servicios, el proyecto también busca que la comunidad de emprendedores deje de ser una versión en miniatura de la élite que domina el mundo y que tantos problemas está causando.
Los algoritmos creados por hombres blancos pueden acabar discriminando a las mujeres y a otros colectivos. Los sistemas de traducción automática diseñados por desarrolladores de habla inglesa excluyen a quienes hablan otros idiomas. Cualquier emprendimiento que no tenga en cuenta la accesibilidad deja de lado a las personas con algún tipo de discapacidad. Por no hablar de que la falta de diversidad en los equipos de trabajo es un lastre para la productividad.
Si ya sabemos todo esto, ¿cómo es posible que todavía permitamos que el mundo del emprendimiento sigua en manos del mismo prototipo de sospechoso habitual de siempre? “No podemos afrontar las brechas de género, socioeconómicas, territoriales y generacionales en solitario, el reto es tan grande que no podemos hacerlo solos”, advirtió la directora de la Oficina del Alto Comisionado para España Nación emprendedora, Carolina Rodríguez.
Para lograrlo, las líneas de acción en las que traba Impacta+ son las siguientes:
- Desarrollar más formación, financiación, acompañamiento accesible a perfiles con necesidades socioeconómicas.
- Impulsar y facilitar que más personas se planteen emprender con el objetivo de resolver un problema o reto social, como una opción de vida rentable.
- Extender el desarrollo del emprendimiento social más allá de entornos específicos como el universitario.
- Impulsar el cambio en el lenguaje e imagen que se utiliza en los medios de comunicación respecto al emprendimiento social.
- Fortalecer alianzas entre todos los sectores de la sociedad.
El mundo no necesita la enésima aplicación de reparto en minutos ni una plataforma para alquilar un yate. Lo que sí necesita son cosas tan complejas como reducir las emisiones de efecto invernadero, garantizar la seguridad alimentaria y combatir la desertificación, pero también necesita fomentar las vocaciones STEM entre las niñas, promover el avance económico y sostenible de los estratos más bajos de la sociedad y asegurar las habilidades digitales que requieren los empleos del futuro.
Y para hacer todo eso no hace falta un ordenador cuántico superpotente ni un robot autónomo de última generación, hacen falta más emprendedores y emprendedoras con una visión amplia de los problemas y necesidades de todos los colectivos y ganas de solucionarlos. Para ello, Impacta+ trabaja estudiando la situación de partida y diseñando estrategias para mejorarla. Nacida en junio de 2022 y con previsión de perdurar hasta julio de 2024, la iniciativa ya ha contado con la participación de más de 70 personas, organizaciones e instituciones.
La actividad se lleva a cabo alrededor de 3 laboratorios de innovación constituidos por más de 20 expertas colaborando para definir retos y soluciones. La educación, uno de los más importantes, estuvo representado por la directora de la Cátedra de Transformación social de la Universidad Complutense de Madrid, Begoña Gómez, quien advirtió: “En el máster, tardamos casi un mes en que las empresas vean el impacto social como parte de la empresa, cuesta mucho que salgan de la caja”.
Pero los esfuerzos de iniciativas como Impacta+ parecen estar consiguiéndolo poco a poco. De hecho, el mismo día de su presentación, Fundación para la Diversidad y Fundación IE publicaron su informe La Innodiversidad en el tejido empresarial español 1999-2020. El texto concluye que, en una escala del 0 al 10, la puntuación de los índices de innodiversidad ha pasado del 2,55 en 2019; al 3,02 en 2021 hasta el 4,11 en 2022, es decir, casi el doble en los últimos tres años.
Este avance significa que las compañías españolas cada vez cuentan, entre otras cosas, con más tasas de liderazgo femenino, más trabajadores con discapacidad y más talento sénior. Tal vez empiecen a ser malos tiempos para ser un hombre blanco y rico, pero, tras siglos sometidos su visión del mundo, la mayor representación de mujeres, personas mayores y todos los tipos de colectivos ente la masa trabajadora y emprendedora es justo lo que el mundo necesita para ser un lugar un poco mejor.