Muchas luces y alguna sombra en la década de oro del emprendimiento español

Esta semana se celebra en Madrid la décima edición de South Summit. La evolución del mayor encuentro de emprendedores e inversores de nuestro país en estos 10 años es un buen reflejo del crecimiento de un mercado que ha multiplicado por 20 su valor en esta década y podría superar los 83.000 millones de euros este año. La innovación, sin embargo, aun necesita mejorar desde su modesto puesto 19 entre las 39 economías europeas.

Parece mentira que un siglo después de que Miguel de Unamuno dijera aquello de “que inventen ellos, pues nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones”, su frase siga más viva que nunca. La dijo cuando España había perdido el carro de liderar la segunda Revolución Industrial. Y, ahora, en medio de la cuarta, parece que nuestro país directamente se ha olvidado de cómo se construyen las cosas. Pero, en la última década, algunos indicadores, como el emprendimiento, han mejorado tanto que nuestra vagancia inventora y nuestra confianza excesiva en las creaciones ajenas podrían estar a punto de desaparecer.

Así lo confirma el informe La contribución socioeconómica de South Summit en España, elaborado por PwC a raíz del décimo aniversario del foro español de emprendedores por excelencia. Según el texto, el ecosistema de emprendimiento nacional ha multiplicado por 20 su valor en una década, y podría superar los 83.000 millones de euros este año. Si le cuesta manejar estos números, la cifra equivale al 14 por ciento de la cotización de todas las empresas del IBEX-35, apunta el informe.

Por supuesto, South Summit ha tenido algo que ver en este espectacular crecimiento desde que abrió sus puertas en 2012. Pero, más que su causa, su nacimiento fue una consecuencia del caldo de cultivo que se estaba gestando a nivel mundial. “Europa se sumó tarde a la revolución emprendedora de EEUU, y España no ha sido ajena a ese fenómeno. Si aquí ha crecido más quizá fue porque íbamos con retraso frente a los países del centro del continente y a los nórdicos”, apunta el Presidente del Centro de Emprendimiento e Innovación y Vicepresidente Económico de IE University, Juan José Güemes, cuya institución impulsa el foro desde su nacimiento.

En lo que se refiere al carro del emprendimiento, no es que nuestro país no se hubiera subido, sino ni siquiera sabía que existía. “Está claro que España iba por detrás. A nivel internacional, como mucho sonaba Barcelona, y Madrid ni siquiera estaba en el mapa”, señala la fundadora y CEO de South Summit, María Benjumea. Ese era el panorama cuando decidió crearlo, justo cuando la crisis económica de 2008 “empezaba a pegar fuerte”, recuerda. Pero también fue el momento en el que el sector empezó a madurar. “Antes, el mercado no estaba bien establecido, pero, en la última década se ha organizado. El nacimiento del South Summit fue una parte de ese proceso de organización”, resume el profesor de finanzas de CEF-UDIMA, Juan Fernando Robles.

En su opinión, “2012 fue el año mágico”, y no solo porque el sector empezara su proceso de consolidación. El economista detalla: “Pasaron varias cosas. Por un lado, aumentó mucho el riesgo en inversiones financieras porque las primas se dispararon, pero, además, el Banco Central Europeo empezó a comprar deuda, lo que provocó que los rendimientos financieros de cualquier tipo de inversión dejan de rendir”. Ese contexto no solo hizo que los ahorros que la gente tenía en el banco perdieran su valor, también provocó que “el dinero disponible para inversiones no encontrara dónde colocarse y, con el desplome de la inversión financiera, otras opciones que antes podían verse muy arriesgadas y poco rentables empezaron a parecer menos arriesgadas y capaces de producir rendimientos inigualables”, añade.

Es decir, que antes de la crisis, las inversiones financieras tradicionales resultaban relativamente seguras y rentables, pero cuando el descalabro económico mundial rompió ese statu quo, los inversores empezaron a ver en las start-ups una opción más viable para colocar su dinero y obtener rendimientos. “Primero lo hicieron modestamente hasta que el sector se estructuró, entonces empezaron a entrar más inversores y el flujo de dinero siguió creciendo”, recuerda Robles.

Aun así, la España emprendedora seguía fuera del radar de los fondos. Güemes recuerda: “Los primeros años del South Summit, los inversores internacionales venían casi por hacernos un favor”. Pero la paulatina madurez del sector sumada al escenario económico favorable y “al talento extraordinario que hay en el país provocaron un cambio de mentalidad bestial”, afirma Benjumea. A lo que Güemes añade: “Fue un punto de inflexión y, en los siguientes años, los inversores internacionales empezaron a regresar motu proprio porque veían oportunidades notables”.

MUCHO EMPRENDEDOR, ¿POCA INNOVACIÓN?

Una década después de aquel año mágico, España se ha colocado en cuarto lugar a nivel europeo en cuanto número de start-ups, solo por detrás de Reino Unido, Francia y Alemania, según el informe de PwC. Sin embargo, esta espectacular posición choca con la de sus capacidades de innovación. De las 39 economías europeas, la española se sitúa en el puesto número 19, según el último Índice Global de Innovación, elaborado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, que tiene en cuenta 80 indicadores, como el gasto nacional en educación y la facilidad para crear una empresa.

¿Cómo es posible que las más de 11.000 start-ups que actualmente componen el mercado del emprendimiento español no estén teniendo un mayor impacto en los niveles de innovación del país? Robles responde: “Muchas innovan en el servicio que ofrecen, pero no en la tecnología que hay debajo. Las apps solo innovan en el modelo de negocio, pero no han inventado nada, ni el GPS, ni el móvil… España nunca ha sido un país puntero en I+D, nunca ha sido nuestro fuerte, pero sí somos buenos aplicando los inventos de otros”. Porque, como decía Unamuno, “luz eléctrica alumbra aquí tan bien como allí donde se inventó”.

La capacidad española para hacer uso de tecnologías ajenas se refleja en la tipología de las empresas que más fondos levantaron en el South Summit de 2021: Job and Talent, Idealista, Glovo y Wallapop. Si se fija, todas ofrecen servicios, pero ninguna fabrica nada. Entonces, ¿por qué reciben tanto dinero? “Los inversores valoran la rentabilidad y, en estos momentos, eso está principalmente vinculado a la prestación de servicios vía plataforma que, además, son más fáciles de escalar, de ahí su éxito”, indica la economista Lucía Velasco, quien hasta hace poco dirigía el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad del Gobierno de España.

Además del menor interés de los inversores por industrias más tradicionales, Robles apunta a que la falta de innovación en España se debe a un problema estructural como el que ya señalaba el filósofo hace más de un siglo: “La I+D está muy relacionada con la educación, con la relación entre la universidad y la empresa, con la relevancia, la estabilidad y la remuneración que se le da a los investigadores… y en España, todo esto tiene un nivel lamentable”.

Afortunadamente, parece que este cambio de mentalidad empieza a cuajar entre científicos y tecnológos. “Hace 10 años, la clave de la investigación consistía en mover un milímetro umbral del conocimiento para poder publicar, pero ahora, la comunidad investigadora empieza a tener en cuenta el mercado para entender cómo su investigación va a contribuir a mejorar el crecimiento económico”, señala el responsable de la IE University. Para Benjumea resulta imprescindible que “los que trabajan en I+D se den cuenta de que también tienen que ser empresarios”. En su opinión, el mercado avanza y cambia tan deprisa que los investigadores deben dar la mano a los emprendedores para “juntarse con sangre fresca que les ayude a ir más rápido, y cuando más rápido innoven más rápido llegará a la sociedad y crecerán sus negocios”.

Pero la voluntad no es suficiente. “Seguramente no ha habido suficientes políticas públicas de apoyo a estos ámbitos estratégicos para las economías del futuro”, lamenta Velasco, aunque añade: “Por suerte, el Gobierno tiene claro que emprendimiento es clave para modernizar nuestra economía y va a virar hacia uno de mayor valor añadido mediante el Plan de Recuperación y los diferentes PERTE”. Además, señala que la futura Ley de Start-ups, que podría entrar en vigor de forma inminente, se va a convertir en un “elemento fundamental para que el emprendimiento despegue y se atraiga talento innovador”.

DE LA TORMENTA PERFECTA A LA CALMA CHICHA

El mayor apoyo público, el cambio de mentalidad en la comunidad de I+D y la fortaleza del sistema emprendedor podrían indicar que a España le espera un futuro lleno de innovación, productividad y empleo. Sin embargo, aquella tormenta económica perfecta que propició el florecimiento de los emprendedores españoles en la última década está amainando para convertirse en una calma chicha en la que no pasa absolutamente nada, el viento no sopla y el dinero no fluye.

“Se acerca el fin del dinero fácil”, leí el otro día en Twitter, y no son pocos los analistas que han empezado a avisar de que “la burbuja start-up y los felices años digitales” están a punto de acabarse. Robles advierte: “La política monetaria está cambiando y los tipos de interés están subiendo. No sé si va a haber un parón, pero sí una ralentización, porque algunos inversores van a preferir bonos y cosas así, porque van a empezar a rendir más sin correr riesgos”.

Es decir, que las características que hace una década hicieron que el mercado financiero perdiera su atractivo y aumentara el interés por invertir en “empresas reales”, como dice Robles, están desapareciendo. Sin embargo, el experto cree que, a pesar de sus defectos, “la Ley de Start-ups va a empezar a mover más inversión”. Güemes coindice en “el dinero va a ser más escaso” y en que “nos acercamos a una situación de incertidumbre”. Pero también confía en que la tendencia de crecimiento del sector va a continuar gracias a su mayor madurez y que “ahora hay más inversores especializados”.

Benjumea es incluso más optimista. Aunque también percibe el cambio de panorama económico y la probabilidad de que las inversiones disminuyan, afirma: “No me preocupa porque es un movimiento imparable, es el nuevo mundo. Cada día más hay más gente preparada y más tecnología, al final la esencia es el cerebro y la cabeza de las personas, y cada vez tienen más herramientas y más medios. Para mí esto no tiene vuelta atrás”. A punto de abrir las puertas de la décima edición del South Summit, si su predicción se cumple, puede que los españoles empecemos a reaprender cómo se construyen las cosas y por fin podamos dejar de decir eso de “que inventen otros”.

Sobre la firma

Marta del Amo

Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.

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