… Hace años que has muerto, es decir que has dejado de vivir, es decir que he dejado de verte, tocarte, tenerte, ya no me esperas cerca de la cancela, delante de la casa, en el porche, todo en el pueblo parece deshabitado, desencajado, ni siquiera tu recuerdo me espera, ni tampoco esta mañana, ni tampoco esta tarde, las palabras parpadean, son como velas que intentan poner algo de claridad, por eso brillan para que se vean incluso a oscuras, cuando ya todo se apagó, cuando ya ni siquiera la muerte nos espera, hace años, tantos, que ya ni cuento las nieblas, los cielos, las calles, tantos años que te has muerto que ya no sé por dónde empezar, y luego incluso cuando las encuentro las palabras se me apagan, se me quedan cortas, con el cañón cortado, y entonces todos nos miramos con las bujías encendidas, nos quedamos con el pavor metido en el cuerpo, pasmados, el miedo metido hasta en los huesos, es algo que no se puede entender, una casa sin pasillos, un bolsillo sin pantalones, a veces nos quedamos en algún hotel de lujo, contando sus estrellas, nos quedamos con el horizonte colgando sobre el mar, atrapados en los temporales de los años que se hacen siglos, que se parten con los oleajes, de pronto nos encontramos en un mundo que ya no existe, no quedan ni los mapas, no quedan ni los colores del Greco sobre esos montes, ni los sonetos o las arias colgando en los cielos, ni tampoco un verso de Lorca atrapado entre dos cunetas, en los surcos del huerto el agua ha dejado de correr, ese riachuelo que se esparcía entre las habas, las remolachas, las lechugas, todo allí era para comérselo, nada de paraísos perdidos, de cuentos sin mañanas, ahora ni siquiera tus huesos me vienen a visitar, apretarte la carne, apretar esa muñeca tuya, pequeña, menuda, segura como un tobillo, ahora callo las preguntas porque ni me quedan respuestas, ni tampoco busco, tropiezo, excavo, dejo que todo se quede en su sitio, estas casas del pueblo que ya apenas aguantan de pie, recuerdo los zuecos, las cazuelas, el sol que brilla como membrillo, los tazones, la hogaza, la loza, había una pileta cerca de la presa, y, más arriba, la casona vieja, toda agujereada, por aquel entonces ya derrumbada, y más arriba, estaban los montes que salían corriendo como culebras, el cielo a veces se vestía de azul, se ponía de perfil como una medalla, los gorriones se agachaban entre las ramas, ahora no queda ni el trueno, solo las fotos en blanco y negro, una de ellas, ahí estoy, en tus brazos, en la cocina, los muros todavía por pintar, por raspar, se puede ver el cemento, muy gris, muy crudo, la vida al desnudo, sin nada que ponerse encima, apenas un brochazo, pero ahí estamos los dos, inmortales, y esa sonrisa lo dice todo, el amor nunca se esconde, está dónde debe estar, en su sitio, en la verdad de los ojos, de los labios, de las manos, de todo lo que se ríe sin que nadie lo pida, sabes que desde aquellos días me puse a vivir la vida de muchos otros, de los que han crecido, los que se han ido, y han sido muchos, han sido tantos, y sin embargo me quedo con ese crío ahí en tus brazos, no sé qué ha sido de él, porque hacerse hombre es seguir cayendo, y a través de esa caída buscar salvarse, volver a ir hacia arriba, caer hacia arriba, ser júbilo, poema, algo muy claro como una mujer que se llena los brazos con tu cuerpo, mientras fuera los montes estrenan sus verdes y los cielos sus azules, no intentes fingir, ser alguien que nunca serás, que nunca has sido, quédate con ese rapaz, ese niño paixariño, sólo la verdad te salvará, por mucho que afines el oído, ya no quedan ni los silencios en el pueblo, son otros, diferentes, ahora toca volver a vivir como un gorrión, dejar de ser pavo real, águila o cruz, toca volver a nacer en ese huerto que se hunde para siempre, no te estoy hablando de la maleza, de las malas hierbas, sino del olvido que nunca se olvida de ti, y entonces te retuerces, entonces recuerdas, cómo era el azúcar del higo estallando en la boca, cómo era la cereza empapada de agua ardiente, allí están los colores, como rubís de sangre, savia, dulce, allí están sus carnes llenas de pliegues, de arrugas, recuerdas cómo las abejas bailaban al son de las flores, le daban mil vueltas al asunto, antes de engancharse, meterse el polen hasta por las antenas, los campos despliegan las alfombras para que el viento las pueda sacudir, en el huerto se encienden los tomates, las fresas, el aire es una caja de música que el día cierra, los grillos tocan su música de cámara en el salón verde de los prados, abiertos de par en par, abro de nuevo los ojos, pero todo aquí tiene el olor, el color de la cera, las retinas de las buganvillas se cerraron, ni siquiera las camelias se quedaron, hace años que has muerto y no consigo recordarte, no consigo tampoco olvidarte, apenas me queda gasolina para volver al hotel, aquí en este valle, entre estas piedras he amado el sol de la mañana, los montes cuando se despertaban, he amado el tanino del tiempo, el violonchelo oscuro cuando tocaba la noche, cuando el día se hacía madera, tronco, árbol, corcho, cuando la tarde se hacía bosque y ni siquiera los lobos se atrevían a salir, hace años que has muerto y el olvido no se me quita de encima, le doy patadas, pero no quiere irse, he visto como los días pasan, a veces, a cámara lenta, en negro y blanco, y también, eso te quiero decir, cómo se hacen verdes los días, las noches, cuando la mujer que amas entra en grande por la ventana, se espachurra contra tu cuerpo, quiero que la conozcas, aquí está ella, a mi lado, delante, detrás, con ella por fin puedo mirar, en el blanco de los ojos, el tiempo que pasa, que no cesa, que me atraviesa, puedo encararlo con el cañón, porque sé que no habré vivido en balde, porque un día aquí volveré, a este valle, a esta tierra que me tragará, que me hará harina, molde, trigo, tierra, y por aquí estaré, entre las partículas del aire, habitaré este eco húmedo del valle, esta vida sin vida, saqueada de recuerdos.
*Javier Santiso es fundador de La Cama Sol, editorial de arte y poesía, y autor de novelas, poemarios, cuentos, obras de teatro y lo que él llama “naderías”, textos breves escritos de un tirón. Su última novela en español es ‘Vivir con el corazón’, Madrid, La Huerta Grande, 2021. En enero del 2023 publicará otra, inédita, escrita en francés, en la colección de la NRF: ‘La traversée’, Paris, Gallimard, 2023.
*Cristina Almodóvar es artista plástica. Estudió Bellas Artes en la UCM, con especialidad en escultura. En 2011 recibió el prestigioso Premio Internazionale Giovane Scultura de la Fondazione Francesco Messina. Su obra se ha expuesto en ferias nacionales e internacionales y se incluye en colecciones públicas y privadas de distintos países.