Un pájaro vivía en mí

Proyecto artístico, exclusivo para Retina, del poeta y editor Javier Santiso y la escultora Cristina Almodóvar

Un pájaro vivía en mí. Cristina Almodovar

Un pájaro vivía en mí.

Una flor viajaba en mi sangre.

Mi corazón era un violín.

Juan Gelman

… nos dijeron que las guerras serían cibernéticas, que se harían con rayos láser como en las películas, que serían guerras limpias, sin apenas cuerpos, apenas sangre, que se harían sobre tableros digitales, con algoritmos de varios dígitos, nos dijeron que tendríamos que ponernos cascos para ver la realidad de otra manera, más aumentada, una realidad sin pecas ni pestañas, para que no fuera tan burda ni tan sucia, y sin embargo mira esos charcos, mira esa chatarra, mira esos cuerpos tirados en las cunetas, mira ese hombre montado sobre su bicicleta con el cuerpo inclinado, como si fuera un navío derribado, ese hombre cuyo corazón era antaño un violín, un corazón de lata, de chapa, mira esa mujer que tenía pájaros en los ojos, esa mujer con las faldas bajadas hasta la tobillos que corría, se escondía, amaba, fuera la primavera ha invadido las aceras, escupe flores donde puede, entre las piedras, sobre las nalgas de los parques, los árboles ellos también se han cubierto de flores para que no se les vean los pezones, son cerezos que llevan puestos encima sus vidas breves, pronto llegará la noche y ella también se subirá al balcón, tocará con sus dedos todas las esquinas, la noche con su boca de manzana y con sus ojos pintados, vestida de falda, con los tacones puestos, las cejas grandes como raíles, en el entresuelo, en medio de los colchones y de las maletas, una pareja se ama, sus bocas se llenan de bocas, de labios, de besos, a los lejos se oyen los violines, o serán los cañones, en los móviles no hay flores, no hay besos que se roban ni se dan, la vida es roja como la sangre, nunca viste de silicio, levanta la cabeza porque ahí fuera existen plazas, muchachas, pájaros, árboles, violines, la vida con la que te topas a tropezones, levanta la cabeza porque ahí fuera la vida es frágil como un papel de fumar, tiene brazos de porcelana, labios de vino, es de color azul esmalte, blanca y fina como una espina de pescado, es un beso que se apura mientras balbucean los labios, nos dijeron que las guerras serían cálidas y tibias como las madrugadas, que serían amplias como bóvedas, rápidas como pelotas de tenis, sin tráqueas ni intestinos, sin cuerpos tirados al suelo como prendas sin hogar, que las guerras serían de mentira, que tendrían luces que palpitan en las retinas, brillantina, purpurina, como en los cuentos, que no serían del todo feas, que no habría hongos ni brazos retorcidos, ni rugidos de motores, ni tubos, ni cilindros, ni bujías, bombillas, correas de transmisión, cascos, rifles, metrallas, cañones, que no veríamos helicópteros, aviones, tanques vomitar ojos, mandíbulas, flores con pétalos, que los campos serían siempre color manzanilla, y sin embargo nos mintieron, sin embargo los aviones soltaron agujas, las balas penetran en los vientres, revientan los rostros, deja de mirar al móvil porque ahí fuera el cielo está loco, porque ahí fuera los gorriones se revuelcan, porque ahí fuera está la muerte cavando la sangre, ahí fuera están los corazones que se roban, los hombres que asesinan, golpean, afilan, mientras florecen los cerezos, nos dijeron que no habría matanzas, que eran de otros siglos, de otros tiempos, cuando los hombres llevaban escudos, lanzas, cuando cabalgaban con sus jinetes por las llanuras, cuando la vida masticaba piedras, eran otros tiempos, otras hambres, y sin embargo las mujeres dan a la luz en los sótanos, allí están los niños mordiendo sus costados, los recién nacidos no pueden ver el color de los besos de sus madres, no pueden escuchar el rumor de la primavera que estalla, ahí arriba, en flores, en almendros, en verdes, en espirales ciegas, ahí en la superficie zumba el viento de la metralla que ahora barre el mundo, las ciudades se quedaron con las piernas abiertas, las nalgas las tienen todas agujereadas, sus risas se han caído a pedazos, solo le quedan los huesos puestos encima, de tanta hambre, de tanto hormigón reventado, me vestiré de puños dicen los ojos de esos hombres, me vestiré de lágrimas dicen los ojos de esas mujeres, mientras el cielo asciende por las ventanas rotas, mientras la primavera trepa por los ventanales, sin apellidos ni colores, las calles están ahora todas ellas llenas de piedras, de metales, de escombros, las calles se quedaron sin pómulos ni mejillas, cortadas a ras de hombros, se quedaron con los torsos reventados, aquí vinieron los soldados, empuñaron las rejas, forzaron los portales, todas las carnes que han podido se las llevaron, nos dijeron que los tanques eran para otros tiempos, que las tardes dejarían de ser crueles como lo son los cuchillos, cuando éstos pegan, cuando empujan, cuando entran en los estómagos, suenan las sirenas, y ellas tampoco son virales, no son sirenas en las nubes como ahora dicen, son sirenas que chillan, revientan los tímpanos, rompen los corazones, los niños quieren soltar sus pájaros pero no pueden, en los sótanos sólo hay jaulas, aquí no caben adverbios ni nidos, aquí los versos se dislocan, aquí hasta duele el aire, los endecasílabos ya no sirven, ni tampoco sirven las manos para teclear, para tocar, para buscar dónde comer, dónde dormir, dónde vivir, porque aquí la vida te atrapa, te agarra el corazón, te patea el pecho, no hay palabras que calzar, no hay frases para andar, sólo la oscuridad con sus rimas rotas, sólo la gramática de la noche que se nos echa encima, los hombres se enamoran a veces de las estrellas, pero aquí no hay tiempo para respirar, sólo hay tiempo para correr, evitar que las balas te atraviesen como un río, evitar que te rocen, que te gocen de cuerpo entero, porque las balas también aman la carne, en el corazón de esos hombres se agitan los pájaros, quieren salir de las jaulas, quieren volar hacia los cerezos en flor, volar hasta llegar a ser violines, volver a ser bellos como navajas, por el sótano se ha colado la primera, entró sin avisar, con el corazón creciendo, porque cuando uno besa con los labios entonces se ponen a volar todos los gorriones, nos dijeron que nos quedáramos quietos, que la vida pasa, que todo pasa, hasta la muerte pasa, nos dijeron que la vida no crece, que la primavera no avanza, que el amor no estalla, no mires a la pantalla, mírame a la mejilla, en el blanco de los ojos, la vida será entonces de nuevo un río, será como una mariposa, un pulmón, tócame el alma, mírame el corazón, levanta la cabeza, agárrame la sangre.

Un pájaro vivía en mí. Cristina Almodovar

Javier Santiso es fundador de La Cama Sol, editorial de arte y poesía, y autor de novelas, poemarios, cuentos, obras de teatro y lo que él llama “naderías”, textos breves escritos de un tirón. Su última novela en español es Vivir con el corazón, Madrid, La Huerta Grande, 2021. En enero del 2023 publicará otra, inédita, escrita en francés, en la colección de la NRF: La traversée, Paris, Gallimard, 2023.

Cristina Almodóvar es artista plástica. Estudió Bellas Artes en la UCM, con especialidad en escultura. En 2011 recibió el prestigioso Premio Internazionale Giovane Scultura de la Fondazione Francesco Messina. Su obra se ha expuesto en ferias nacionales e internacionales y se incluye en colecciones públicas y privadas de distintos países.

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