Detente, instante, eres tan bello

Nueva colaboración para Retina del poeta y editor Javier Santiso y la escultora Cristina Almodóvar.

Por Cristina Almodóvar

… escribo, para no morir, y, de paso, me pongo a no vivir, escribir no es vivir, no es meterle cuernos a los cuentos, escribir es entrar en la noche sin noche, escribo mientras se callan todos los violines, mientras siguen cayendo los códigos por las redes, mientras allí prosigue el griterío y la soledad y el malo malvado, mientras ayer otro hombre se enzarzó con una niña, en el rellano de una escalera, sin rayuela ni columpio, simplemente, brutalmente, la clavó como un espeto, la acechó, la atrapó, la violó, la mató, como un espeto, a sangre fría, a sol caliente, mientras los padres la esperaban, a escasos metros, en el piso de arriba, y aquí se callan las redes insociales, aquí se callan los binomios, las tildes y todas las comas, aquí se callan, encallan, todos los poemas, todos los tuits, porque la vida es eso, esa mugre, esos trapos, esa navaja sobre el cuello de la niña, ese hombre que le entra dentro, de cuerpo entero, y la desgozna, dicen que los hombres nacen con otros cromosomas, que son diferentes a las mujeres, que sus noches son más amarillas, sin embargo soy esa niña de pecho sin alas, soy esa niña que ha nacido para el amor, que nunca sabrá lo que es un beso de verdad, pienso que uno escribe porque uno se muere, pienso que la vida está por encima de todas las escritura, de todos los cánticos, que la vida se rompe a pedazos, a cachos, pero que esas migajas valen todos los poemas, porque todo transcurre, porque todo aparece y desaparece, escribo por los gritos, porque no quiero olvidar, porque no quiero recordar, porque las espumas, porque las sábanas, los muslos, las nalgas, porque los hombres y las mujeres se olvidan y luego se reencuentran, porque luego se reajustan, porque a veces uno se pasea con la mano de otro, porque a veces el presente se ausenta, porque a veces un hombre pone sus garras sobre un pecho sin senos, porque su lengua entra en su boca, y sus tibias entonces tiemblan, y allí está él con sus pulpos, con sus puños, con todo lo que no cabe en un renglón, porque aquí no hay estrofas que aguanten, y sin embargo los atardeceres siguen siendo rosa, malva, porque a veces una noche de verano dura toda una vida, porque siempre sabes que morirás sin haber escrito detente, instante, eres tan bello, ni tampoco, una vez hubo, hubo una vez una sirena que no cantó, nunca me acostumbraré a no tener nunca más veinte años ni tampoco todavía noventa siglos, y sin embargo camino, por las plazas, por las calles, y sin embargo no me acostumbro a este perfume de los naranjos, a este estallido de los almendros en tu calle donde vivir es recién llegar, donde la vida es pasearse con mi mano en tu mano, y entonces el ataúd se puede olvidar de todo, y sobre todo olvidarse de nosotros, aunque pienses, aunque temes que un día me vaya, no con otra mujer sino con la muerte, a veces la vida es bella como una tregua, es bella con sus flores borrachas, repletas de colores, glicinas, violetas, y lilas, sus jardines que se sacuden las crines hasta las raíces, como el placer que sube como un magma, cuando te miro a los ojos, y me pongo allí, sal y agua, a navegar, me iré de aquí, me iré hacia la eternidad, de aquí a la eternidad, porque tu piel, porque tu vientre, porque un día tuviste razón, no debería haber venido vestido de lunes, y apurarme, apresurarme, como si la muerte viniera a por mi, como si quisiera cogerme, agarrarme, de aquí a la eternidad, porque de pronto te echas a correr detrás de un rostro que nunca hubieras querido que se hubiera ido, un rostro que era para siempre, la vida a veces es esa perra que se traga la moneda, y no deja dar la última llamada, es el paso sin pausa de las horas, son las palabras que se asustan, no se atreven, son cobardes, es ese café dónde hacíamos el amor al mirarnos, al hablarnos, porque lo irrepetible es ese instante los dos cogidos de las manos, los dos caminando por las calles, manos y calles, cuerpos y almas, todos revoleteando, como si la vida nunca acabara, como si la muerte nunca empezara, lo imprescindible nos son las infancias, ni siquiera los libros, aunque lo diga, lo imprescindible es que la mirada no se extinga, que las margaritas, los tulipanes, los girasoles, que no te olvides cada día que la vida, día a día, se nos va, que la vida, día a día, no deja de correr, brincar, jugar, sálvese quién pueda, grita ella desde la cubierta, y entonces saltan los botes, los años se te echan encima, y entonces descubres que el barco se va a pique, entonces descubres que solo queda el silencio de los ceniceros, cuando la fiesta se acabó, cuando el instante pasó, ese instante sin palabras, todo lleno de labios, ese instante tan bello que no sabes cómo pudo haberse ido, haberse quedado tan quieto, y no importan las guerras, los libros, las torres, mientras los cuerpos se pongan a orbitar, naden entre nalgas, zumos, vísceras, porque un día una mujer te baila en el iris, y lo hace de puntillas, como una bailarina, y hablando me lleva a la cama, allí dónde quisiera vivir, porque la palabra ven es tan dulce, y entonces la pronuncio, la palpo, la mojo, la entibio, la tumbo, la espumo, la acaricio, la cuento, la cerco, y entonces ella me vuelve a recomenzar, y entonces me ilumina como una iglesia, con todos los santos, con todos los vitrales, y la muerte, con los brazos en cruz, los ojos clavados, me pide limosna, y entonces me lleno de peces, me hago capitán, marino, navío, los instantes resbalan sin tocarnos, son de turrón, de pechos cálidos, y entonces le murmuro entre las piernas, como si allí estuviera la capilla, como si allí la vida fuera inmortal, no importa entonces la tipografía, ni que las frases sean en línea recta, que los verbos sepan volar, que la vida sea como una tijera que se abre, sólo me importan ahora estas palabras que toco con los dedos, estas manos mansas, estos lobos que aquí se escoden, esta vida que ahora me estruja como una flor, sólo me importa este mar dónde ahora anclo mi vida, tu granada abierta que estalla en grandes labios rojos, sólo me importan ahora tus manos que me palpan como los pasos de un ciego, tus manos que son como los recién llegados, y así me exploran, me viajan, dando veinte mil vueltas alrededor de esta habitación como un caballo de raza, mañana olvidaremos el nombre del día y del mes, nos despertaremos con nuestras caras de monos, con nuestros ojos de ratón, nos despertaremos como ocelotes en celo, como ostras cerradas y mudas, encogidos como los caracoles, mañana nos despertaremos en medio de los vidrios, de los gritos, de las palabras tan grandes que no tendrán cabida en los diccionarios.

Javier Santiso es fundador de La Cama Sol, editorial de arte y poesía, y autor de novelas, poemarios, cuentos, obras de teatro y lo que él llama “naderías”, textos breves escritos de un tirón. Su última novela en español es Vivir con el corazón, Madrid, La Huerta Grande, 2021. En enero del 2023 publicará otra, inédita, escrita en francés, en la colección de la NRF: La traversée, Paris, Gallimard, 2023.

Cristina Almodóvar es artista plástica. Estudió Bellas Artes en la UCM, con especialidad en escultura. En 2011 recibió el prestigioso Premio Internazionale Giovane Scultura de la Fondazione Francesco Messina. Su obra se ha expuesto en ferias nacionales e internacionales y se incluye en colecciones públicas y privadas de distintos países.

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