¿No te llama la atención que, mientras seis de los 10 mayores riesgos de la próxima década están relacionados con el cambio climático, según el Foro Económico Mundial (WEF), la mayoría de los unicornios españoles y de las start-ups que aspiran a serlo se limiten a ofrecer cosas como una plataforma para jugar al tenis y al pádel y otra para gestionar viajes? ¿A dónde vamos a viajar o a qué tenis vamos a jugar en una España cada vez más cálida, seca, irrespirable e incapaz de producir alimento?
Aunque resulta tentador culpar a los emprendedores, la responsabilidad no es solo suya, no. Es cierto que “la necesidad de tecnologías climáticas [climate tech] sigue aumentando”, pero “la inversión de capital en nuevas empresas ha disminuido por segundo año consecutivo”, advierte el informe State of Climate Tech 2023 de PwC. En el mundo de los negocios suele decirse aquello de que, si lo construyes, vendrán. Pero, para poder construir el lugar al que ir, los emprendedores necesitan primero esos fondos iniciales que parece que nadie quiere darles. ¿Dónde están los inversores dispuestos a rascarse el bolsillo en inversiones estratégicas cuando se les necesita?
La consultora reconoce que parte de la sequía de fondos para crear unicornios verdes estriba en la “difícil situación del mercado privado” del último par de años, sin embargo, “su cuota global es récord y ha crecido un 15% [en 2023]”, matiza Dealroom. “Esto indica que, aunque la contracción del mercado ha afectado ligeramente a las empresas de tecnología climática, su popularidad entre los fondos de capital riesgo está aumentando”, continua la consultora.
Es decir, puede que el grifo de fondos de capital riesgo se esté cerrando, pero una parte cada vez mayor de su caudal se dedica esta nueva tipología de empresas con soluciones “diseñadas para hacer frente al cambio climático y sus efectos medioambientales […] reduciendo las emisiones de GEI o adaptando los sistemas a los cambios medioambientales”, según la definición que Dealroom, que añade: “Dentro del amplio espectro de las tecnologías climáticas, encontramos diferentes tipos, como hardware, software, API, IoT y biotecnología […],pertenecientes un amplio conjunto de industrias y sectores”.
De acuerdo con esta amplia definición, Dealroom divide a las empresas climate tech en siete categorías distintas:
- Carbón: empresas relacionadas con su reducción, que incluyen tanto a las de captura y almacenamiento como a las de medición y verificación, entre otras.
- Agricultura, ganadería y alimentación: por ejemplo, cualquiera relacionada con las mejores prácticas del sector agrario, así como las proteínas alternativas y fermentación de precisión.
- Movilidad: aquellas en áreas asociadas al vehículo eléctrico y los biocombustibles.
- Economía circular: cualquiera asociada a reducir los residuos de, por ejemplo, la industria alimentaria y la de la moda, el reciclaje y las plataformas de economía compartida.
- Transición energética: cualquiera que produzca energía verde y cualquiera destinada a aumentar la eficiencia en la producción, la transmisión y el almacenamiento energético.
- Construcción: centradas en producir materiales más sostenibles, así como edificios que contaminen menos, sistemas de calefacción y redes eléctricas inteligentes.
- Economía azul: energía mareomotriz y productos de algas.
Otra buena noticia es que gran parte del creciente apoyo a las empresas climate tech se concentra en Europa, donde el sector destaca entre los de más rápido crecimiento en el ámbito del capital riesgo, según otro informe de Dealroom. De hecho, en el tercer cuatrimestre de 2023 superó por primera vez a EE. UU. como principal inversor del sector climate tech. Eso sí, cabe destacar que este liderazgo se debe principalmente a los 6.000 millones de dólares invertidos en Reino Unido, por lo que la UE no figura como principal potencia en inversión de climate tech a nivel mundial.
Dentro del territorio comunitario, los países líderes son Suecia, Francia y Alemania. El caso de Suecia resulta especialmente relevante ya que, de todos los unicornios verdes que existen, el que presume de mayor valoración a nivel mundial (casi el doble que la del siguiente) es el fabricante sueco de baterías Northvolt, según Statista. No obstante, se trata más bien de una excepción, dado que la lista está principalmente protagonizada por start-ups de China y EE. UU., a excepción de la empresa de paneles solares británica Octopus Energy. Y, por si fuera poco, España no aparece en ninguno de los rankings ni por asomo.
NI RASTRO DEL ‘UNICORNIUS VIRIDIS HIBERICUS’
Hay varias razones de por qué no existe ni un solo unicornio verde español, y todas podrían estar relacionadas con el elevado componente científico-técnico del sector. Como ya vimos en el caso de las deep tech, “muchas veces los científicos ni se plantean el pasar del momento ‘eureka’ al modelo de negocio” y la falta de una cultura emprendedora en el ámbito académico hace que “muchos investigadores consideren el emprendimiento como ‘pasarse al lado oscuro’”, nos dijo la profesora de economía en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM, España) Oihana Basilio.
Ya hemos hablado mucho del cambio de mentalidad que necesita el mundo del emprendimiento para resolver los grandes desafíos, pero de nada servirá si no hay dinero para construir las soluciones. En un contexto socioeconómico en el que los fondos de capital riesgo empiezan a menguar, un informe de McKinsey apunta: “A diferencia del software u otras compañías bajas en activos, las empresas de tecnología climática necesitan un capital sustancial en las primeras etapas de su ciclo de vida, y más tiempo para alcanzar el punto de equilibrio y escalar”.
Claramente no es lo mismo montar una plataforma para jugar al tenis y al pádel o para gestionar viajes que rediseñar todo el sector de la aviación para lograr vuelos con hidrógeno verde. Por ello, la consultora sentencia: “Las empresas de tecnología climática intensivas en capital no resultan adecuadas para el capital de riesgo tradicional (pues su demanda de fondos en etapas tempranas es muy alta), no encajan en los marcos del capital privado (que tiende a invertir en negocios que ya tienen un flujo de caja positivo) y están en una etapa demasiado inicial como para recibir financiación bancaria significativa”.
Al final, se trata de convencer a los inversores para que se arriesguen con compañías que necesitarán muchos fondos durante mucho tiempo hasta poder dar beneficios, si es que algún día los dan. “Algunas tecnologías climáticas intensivas en capital carecen de modelos comerciales probados”, reconoce la consultora. A esto hay que añadir otro problema compartido con las deep tech: la falta de inversores especializados.
Si la falta de conocimientos científicos limita la capacidad de los emprendedores de montar empresas climate tech, con la inversión pasa exactamente lo mismo. Aunque empiezan a surgir los fondos españoles especializados en tecnologías climáticas, como The Food Tech Lab (centrado en la rama de alimentación) y Azora European Climate Solutions Fund, así como otros dirigidos etapas anteriores para deep tech y deep science, como BeAble, su presencia en el listado de Fondos de Inversión del Banco de España es mínima.
Con estas premisas, no sorprende que la financiación tienda a brillar por su ausencia. Por ello, McKinsey ofrece tres recomendaciones para ayudar a las empresas de climate tech a “superar el particular conjunto de desafíos financieros a los que se enfrentan”.
*PASO 1: REDUCIR EL RIESGO
*[Nota de la redactora: McKinsey plantea un paso previo que consiste en reconocer la problemática específica de las empresas de ‘climate tech’, pero eso ya lo hemos hecho arriba, así que pasamos directamente a la cuestión práctica del asunto].
Bendita persuasión. Cualquier vendedor y periodista que se precie conoce bien la importancia de elegir la información y las palabras adecuadas. “No dejes que la verdad te estropee un buen reportaje”, suele decirse en el gremio. Pues los emprendedores del clima también deberían adherirse a este mantra. No se trata de mentir a los inversores, sino de exponer la información de forma que el riesgo de fracaso se perciba al mínimo. Y la consultora ofrece varias formas de hacerlo.
La primera se centra en la incertidumbre del propio desarrollo. No es lo mismo intentar fabricar algo cuyos componentes no existen siquiera teóricamente, como un reactor nuclear de fusión fría, que proponer un producto nuevo cuyas partes sí se han demostrado. “Las empresas pueden empezar explicando que los principales riesgos son una cuestión de ingeniería, no de física. Muchas soluciones de cero emisiones netas combinan tecnologías en las que la mayoría o incluso todos los pasos individuales se han probado en otras aplicaciones”, señala McKinsey.
La buena noticia es que “del 90% de las emisiones de origen humano de referencia para 2050 que podrían reducirse con las tecnologías climáticas existentes […], aproximadamente el 45% depende de innovaciones que aún no se han implantado a gran escala (como las turbinas eólicas flotantes y los combustibles alternativos)”, añade la consultora. Es decir, muchas ya existen y solo necesitan abono en forma de dinero para crecer y madurar.
Otra vía para minimizar el riesgo que perciben los inversores estriba en garantizar las cadenas de suministro. Puedo querer montar una panadería porque sé hacer una receta maravillosa, pero no llegaré muy lejos si no encuentro a nadie que me venda harina. Hemos visto ejemplos de empresas que establecen asociaciones con proveedores clave para garantizar una cadena de suministro estable en el futuro y compartir el riesgo. Por ejemplo, “el promotor de un proyecto de amoníaco ecológico en fase inicial negoció una concesión de precio de compra de energía renovable a largo plazo con garantías de origen para cada planta de producción”, detalla el análisis.
Lo mismo pasa con la demanda. Un paso crucial de cualquier innovación consiste en asegurar que habrá suficientes clientes que quieran comprarla (¡hola, Google Glass!). Puede ser difícil encontrar mercado para un producto que todavía no existe, pero no es imposible, especialmente si se tienen en cuenta las regulaciones que están por venir. Por ejemplo, una empresa de materiales ecológicos que todavía no había empezado a fabricar nada demostró que “para 2030, la descarbonización obligaría al 30% de los fabricantes de equipos de automoción a utilizar su producto, que, además, era más barato y menos arriesgado a nivel tecnológico que las soluciones alternativas […]. Gracias a ello, pudo cerrar acuerdos de compra mucho antes de diseñar sus primeros proyectos y entregarlos cuatro años después”, cuenta McKinsey.
PASO 2: CREATIVIDAD FINANCIERA
Si a río revuelto, ganancia de pescadores, el turbulento escenario regulatorio en torno a la sostenibilidad que hay en Europa ahora mismo debería verse como una tremenda oportunidad para las empresas que lo apuesten todo al verde. La consultora confirma: “Las climate tech disfrutan de un viento de cola único: el tremendo impulso normativo a favor de la sostenibilidad, que puede marcar la diferencia a la hora de acceder a grandes cantidades de capital”.
En España, la lluvia de Fondos Next Generation sumada a impulsos tecnológicos como la Ley Europea de Chips y el PERTE de la descarbonización, así como al apoyo del Banco Europeo de Inversiones pueden convertirse en la fuente inicial de financiación de las empresas. El análisis detalla: “Las instituciones públicas suelen ser las primeras en conceder préstamos a empresas de tecnología climática. Algunas instituciones comerciales también están ajustando su perfil crediticio para ser más creativas. Por ejemplo, los bancos comerciales europeos emitieron cartas de compromiso condicional de deuda preferente por valor de 3.300 millones de euros para una inversión en acero ecológico”.
Una vez conseguidos estos fondos iniciales, el riesgo que representan estas innovaciones disminuye, lo que, a su vez, les acerca a inversiones a las que no habrían podido llegar de otra forma. “En Europa, donde instituciones como la Agencia Sueca de Crédito a la Exportación, ayudan a que los proyectos sean financiables asumiendo el riesgo desde el principio, un fabricante de acero ecológico recibió garantías de crédito para entre el 10% y el 15% de su financiación de 4.500 millones de euros, lo que le ayudó, a su vez, a recibir préstamos prioritarios comprometidos por un consorcio dirigido por bancos de financiación de proyectos”, explica la consultora.
PASO 3: ESCALAR MÁS RÁPIDO
Tal vez este sea el punto del análisis que más cejas levanta. Al fin y al cabo, ¿qué emprendedor o inversor prefiere tomarse las cosas con calma y tener cero prisa por que su innovación se vuelva rentable? El mantra de Silicon Valley no es muévete rápido y rompe cosas porque sí. Ahora bien, volvemos a lo de antes: no se tarda lo mismo en montar una plataforma de viajes compartidos que en construir un megaplanta de producción de hidrógeno verde. Los plazos de las climate tech son mucho más largos, sin embargo, “hasta los maratones se pueden correr rápido”, asegura McKinsey.
De su análisis se desprende que, no solo que cada segundo cuenta, también que cada ahorro es importante. Es decir, que cada euro no gastado gracias la eficiencia, ya sea en consumo energético, de agua, de espacio o de personal, puede reinvertirse para acelerar cualquier otro proceso. Y el diseño de estos mismos procesos también influye en la velocidad a la que una empresa puede empezar a producir. En esta línea, señala varios enfoques, como el diseño modular de las plantas.
“Permite construir unidades operativas casi idénticas en paralelo a medida que las empresas amplían rápidamente su negocio […]. La estandarización de plantas de hidrógeno las concibe como módulos o ‘trenes’ que pueden conectarse fácilmente para aumentar la capacidad o desplegarse a los clientes como unidades individuales. A medida que aumenta la demanda, se añade fácilmente un tren adicional. Como el diseño está estandarizado, el proceso no requiere grandes inversiones en ingeniería, diseño u otros costes. Para garantizar aún más la simplicidad operativa, todo el trabajo de ingeniería se realiza en un solo lugar”.
Y estos “trenes” ni si quiera son lo único que se puede construir en paralelo: “Los proyectos intensivos en capital no requieren que se complete una etapa antes de empezar otra; el diseño y la ampliación pueden funcionar en paralelo. Las empresas eficaces de tecnología climática suelen adoptar un enfoque de ‘planta como producto’ y trabajar hacia atrás. Esto puede significar saltarse el piloto e ir directamente a la escala comercial más pequeña […]. Tesla es quizá el ejemplo más destacado de aprovechamiento de su enfoque de ingeniería, adquisición y construcción para escalar rápidamente”, detalla la consultora.
Como ve, no faltan técnicas y argucias para estimular el nacimiento de unicornios verdes en nuestro país. El mundo los necesita cada vez más desesperadamente, así que, si los inversores siguen prefiriendo apostar a lo fácil, habrá que buscar fórmulas para ayudarles a captar el mensaje. ¿Acaso no están hartos ya de financiar el próximo Uber de la limpieza o el nuevo Glovo de la programación?
Sobre la firma
Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.