Las tempestades del criptoinvierno hundieron el barco. Tras el tornado especulativo azuzado por quienes querían sacar tajada a toda costa, la Web3 se enfrenta ahora a un futuro incierto en el que algunos restos del naufragio intentan reflotar para cumplir las promesas que nos hicieron al nacer. Se hable con quien se hable dentro del sector, todos parecen seguir viéndole un potencial incalculable. El problema es que, al mismo tiempo, casi nadie es capaz de detallar casos de uso diferenciales. De hecho, de momento parece que el concepto y todo lo relacionado con él siguen atendiendo más a una cuestión de márquetin que a un avance real.
Al menos esa fue la sensación en el Web3 Music Summit Madrid, organizado por Primavera Sound. Si algo sorprendió del panel Grandes entidades en la Web3: ¿Qué nos depara el futuro? fue que varios de los responsables de la tecnología en algunas de las principales organizaciones de la industria cultural a nivel mundial, como Warner Records y Sony Music, ejercen sus responsabilidades desde sus respectivas áreas de marketing. “Soy un equipo de uno y una extensión del Departamento de Marketing”, confirmó la vicepresidenta de Web3 e Innovación en Warner Records, Jacqui Bransky. Y lo mismo pasa con su homólogo en Sony Music, JR Walker, y con el del festival Coachella, Sam Schoonover.
Aunque los dos últimos ejercen sus cargos desde empresas proveedoras, la estructura organizativa deja claro que, de momento, las posibles aplicaciones de las cadenas de bloques (blockchain) al ámbito cultural se centran en “mejorar la experiencia de los usuarios y apoyar a los creadores para ayudarles a hacer crecer sus negocios”, dijo Schoonover. Y es que, ante la pregunta de qué proyectos habían lanzado gracias a la tecnología y que habrían sido imposibles de crear sin ella, él fue el único capaz de poner un ejemplo: “Hicimos una campaña en la que vendimos pases vitalicios para el festival, y eso habría sido imposible de hacer sin blockchain”.
Cuesta un poco entenderlo si se tiene en cuenta que, por ejemplo, nuestro DNI dura de por vida sin necesidad de estar conectado a una billetera criptográfica o a un NFT. De hecho, el propio Anand Venkateswaran, que saltó a la fama por hacer gestionado la compra de Everydays: the First 5000 Days, la primera y más cara obra subastada en formato NFT por Christie’s en 2021, por la que pagó 69,3 millones de dólares, reconoció hace un par de meses que esa millonaria adquisición había sido, en parte, una estrategia de marketing para darse a conocer. Y a él también le costó mucho trabajo encontrar ejemplos de cosas que solo pueden hacerse con blockchain.
Es cierto que, por culpa de ese mismo marketing que ahora sirve de palanca para la tecnología, entre 2021 y 2022 tanto las criptomonedas como los NFT vivieron un bum especulativo que terminó saldándose con innumerables pérdidas de valor y acusaciones de estafa y fraude. Recordemos que, cuando el primer tuit de la historia se subastó por primera vez en formato NFT a principios de 2021, su precio alcanzó los 2,6 millones de euros. Pero, cuando su propietario intentó revenderlo un año después, la puja máxima fue de tan solo 250 euros. O, lo que es lo mismo, perdió más del 99,99% de su inversión.
En el caso de los pases vitalicios para el Coachella, a falta de más detalles técnicos sobre la iniciativa, habrá que creerse a Schoonover. Si realmente es cierto que no es posible crear una entrada de por vida sin ninguna otra herramienta más allá de blockhain, estaríamos ante uno de los primeros casos de uso en la industria cultural que realmente están aprovechando la tecnología para hacer cosas nuevas que resultarían imposibles de cualquier otra forma. Pero, ojo, que haya pocos ejemplos no quiere decir que las cadenas de bloques y la Web3 resulten tan inverosímiles como el cacareado metaverso de Zuckerberg.
De hecho, recuerda un poco al big data en sus inicios: los pocos expertos que controlan el tema saben que encierran una promesa y, aunque el resto de la gente no entiende nada, todo el mundo se esfuerza por comprenderla para aprender a aprovecharla. “Olvida todo lo que sabes, esto es algo totalmente nuevo”, dijo Bransky. Incluso confesó que, para evitar rechazos a las ideas que propone en torno a la tecnología, siempre intenta elegir “palabras que no asusten”. ¿Para qué hablar de ‘conexiones vía criptocartera’ pudiendo decir ‘programa de fidelización’?
RECHAZO AL ‘HYPE’
Tal vez esa es una de las cosas que ha traído el criptoinvierno, una reacción alérgica ante los mismos términos que hace solo dos años protagonizaron casi todos los anuncios de la Super Bowl y que hasta Paris Hilton promocionaba. Ahora, el Web3 Music Summit Madrid dejó claro que, aunque el interés se ha reducido, al mismo tiempo se ha concentrado en aquellos sectores en los que realmente tiene potencial. De hecho, la industria del arte y los medios de comunicación es una de las cuatro áreas destacadas por McKinsey en su informe Web3 beyond the hype, junto a las finanzas descentralizadas (DeFi), los videojuegos y las plataformas sociales.
En el caso del gaming, por ejemplo, la posibilidad de que los objetos que los jugadores compran y que solo sirven dentro de cada juego en cuestión puedan convertirse en activos digitales cuya propiedad está registrada en una cadena de bloques es otro de los clásicos ejemplos de aplicación imposible sin blockchain. Otra cosa es que los gigantes de la industria estén dispuestos a permitir que los jugadores se lleven consigo sus preciados assets y puedan revenderlos fuera de las plataformas sin que ellos tengan voz ni voto en las transacciones. Pero el potencial está ahí y es innegable.
Para Venkateswaran, “el primer caso de uso que se ha manifestado de forma realmente obvia es el de los artistas digitales, que pueden resolver el problema de los derechos de autor con NFT”. Por eso no es de extrañar que la cuarta miembro del panel del fuera la presidenta de la SGAE, Cristina Perpiñá. De hecho, en lugar de hablar de los posibles casos de uso de la tecnología aplicada como un concepto de marketing, centró su discurso en cómo utilizarla para ayudar a los creadores a dedicarse a aquello que les distingue: crear.
“Si nadie paga por la música entonces los creadores dejarán de crear porque tendrán que buscar otra forma de subsistir”, dijo en una de sus intervenciones, a pesar de que la postura de la entidad en torno a estas nuevas formas de certificados de propiedad intelectual digital tampoco quedó del todo clara. Por su parte, Bransky sí tuvo tiempo para mencionar que, por ejemplo, frente a los meses que los artistas pueden tardar en cobrar sus ingresos de Spotify, “con blockchain se hace puede hacer de forma automática”. Es decir, que más que actuar como soporte artístico en sí mismo, la tecnología se convierte en un vehículo para acelerar y mejorar la parte financiera del asunto, que tampoco está de más.
“A medida que la infraestructura de apoyo a los activos nativos de Web3 madure y la tecnología siga evolucionando, podrían surgir nuevos equivalentes nativos de Web3 que reproduzcan algunas de las funcionalidades de los servicios existentes. Ya estamos empezando a ver la aparición de mercados, redes de pago y plataformas de depósito y préstamo nativos de Web3. Muchos esperan la aparición de plataformas de juegos, sociales y de medios de comunicación Web3. Aunque resulte difícil predecir qué casos de uso se ampliarán más rápidamente, es posible que coexistan múltiples plataformas, tanto tradicionales como Web3, para ofrecer funcionalidades similares”, resume el informe de McKinsey.
Así que tal vez la Web3 sea un poco como el Titanic. Su soberbia inaugural le hizo acabar en tragedia, pero, con el paso del tiempo, todos sus retos se han convertido en objetos con un valor incomparable al que tenían originalmente. La diferencia es que, en lugar de un iceberg, fueron aquellos que intentaron utilizarla para lucrarse sin motivo quienes provocaron el naufragio. Afortunadamente, ahora que ellos también se han hundido, quedan los que siguen intentando rescatar los tesoros ocultos de la tecnología para convertirlos en objetos de culto. Poco a poco.
Sobre la firma
Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.