Telegram no es TikTok en Estados Unidos. Entiéndase esta afirmación, si a Joe Biden temblará la mano a la hora de bajar la persiana del restaurante de bailes chino en sus dominios, es porque cuenta con el apoyo de una parte sustancial del Congreso, y un amplio silencio concesivo de sus ciudadanos. En España, mandarle a Telegram el finiquito no cuenta ni con lo uno, ni con lo otro.
El juez Pedraz, admitámoslo, le había echado bemoles al zarandearnos para que espabiláramos de nuestra corsaria ensoñación. Esa en la que una red como Telegram tenía cabida. Y hablo en pasado porque, para quien no se haya enterado, su Señoría ha recogido carrete con una bota en el anzuelo, en vez de con el siluro gigante que pretendía pescar.
Supongo que los únicos sorprendidos de semejante finta son los trolls ponzoñosos que estaban deseando añadir carnaza a sus críticas al gobierno, por más que la decisión del juez fuera independiente de él. El resto, con un poco de olfato, ya intuíamos que los señoríos feudales de internet son dominios astutamente protegidos, y muy difíciles de dominar.
Más allá de si la decisión de Pedraz era éticamente desproporcionada, lo que estaba es fuera del alcance técnico. Porque, incluso si la primera embestida hubiera culminado a la gloria de Pedraz, el propio Auto abría un salvoconducto hasta la retaguardia de la justicia: “contra este Auto cabe recurso de reforma, en el plazo de tres días, ante el Juzgado Central de Instrucción, y/o, en su caso, recurso de apelación, en un solo efecto, ante la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional”. Vamos, que la jauría de picapleitos de la plataforma de mensajería le hubiera dado la vuelta al corte a negro en un abrir y cerrar de ojos.
Troya, por homologación, no se asalta con un puñado de mamarrachos camorristas y una catapulta. Con una potencia tan baja, a lo que las orejas del lobo asoman, las tropas huyen despavoridas de impotencia. Grosso modo, lo que le ha sucedido al juez. Y esto, abordando las cuestiones tácticas. Los motivos por los que se ha desencadenado esta cruzada son, incluso, más ortopédicos.
A Menelao no le hizo mucha gracia que Paris sedujera a Helena con la ayuda de Afrodita. De ahí el broncón, la unidad de Grecia contra Troya y todo aquel pifostio de Aquiles, el taloncito, el caballo hueco con Odiseo (Ulises para los romanos), etc. Pero había excusas mejores para asaltar Troya, como sus riquezas o su privilegiada localización, antes que el rapto de una sílfide, por muy bella que fuera. Igual que ha habido cientos de excusas mejores para que nuestro Menelao patrio, el juez Pedraz, se lanzara a someter Telegram.
Que la red social sea la ciudad sin ley de enlaces a pornografía extremadamente sórdida (videos de violencia sexual y snuff incluidos), chats para encontrar droga en casi toda la geografía española -con mensajes en los que el material disponible se canta como en un taberna malagueña a orillas del mar-, e incluso apaños para conseguir armas de fuego, no parecían motivos para chaparla. Ahora, ay, llegan Mediaset, Antena 3, Movistar y Egeda a quejarse por derechos de propiedad intelectual, y la toga vibra de nervios igual que un chaval el día de su examen práctico para el carnet de conducir.
Todos sabemos que las empresas mediáticas mueven los gruesos hilos de la opinión pública, y se inmiscuyen fieramente en el poder hasta sentarse en tronos de trastienda. Pero, de ahí a intentar lanzar contra las cuerdas una plataforma con 8 millones de usuarios, poniendo en jaque su libertad de expresión y de información, porque a los titanes de la comunicación les pique el morro, hay un salto. Un poco como cuando pillas a alguien insultándote, estando tú de cuerpo presente, y le pides tener la decencia de hacerlo lo más discretamente posible. O, si alguien te va a mear en la cabeza diciéndote que llueve, ¿qué menos que evitar los espárragos en el menú y beber mucha agua?
Sin duda, la indignación popular ante la decisión de Pedraz se ha alimentado en el dramatismo del Auto y la demanda de suspensión temporal. Una determinación que algunos han comparado con querer cercar una provincia, y cortarle los suministros, porque en ella se cometen ciertas ilegalidades. En concreto, no porque el territorio esté lleno de forajidos drogoalocados y sádicos, sino por la falta de cooperación a la hora de pagar los diezmos. Si lo piensas, por muy indigno e injusto que resulte, hasta tiene sentido.
Pero el juez tenía sus motivos para ponerse… radical. Como El Chivi. Al fin y al cabo, Pedraz emitió una comisión rogatoria, enviada para que Telegram informara de determinados datos técnicos con los que identificar a los titulares de las cuentas empleadas en la susodicha infracción de derechos de propiedad. Y, las Islas Vírgenes británicas, donde se encuentra la sede de la compañía, le dijeron que tururú. De ahí, la reacción del juez de engordar la papada como un sapo y aplicar la ley salomónica. Ahora, varios cuadros técnicos le echan en cara no haber seguido el cauce adecuado para solicitar esa información, pues el togado no informó al responsable designado por Telegram en la UE. Eso quiere decir que, desde el principio; todo mal.
Santiago Pedraz fue con la confianza de la Viagra al ruedo, y acabó saliendo con el rabo entre las piernas. Da la impresión, incluso, de que el magistrado desconocía el berenjenal en el que se metía. Por si la gesta no fuese ya tan titánica -prácticamente hablando-, como inútil, en vista de las burlas a los bloqueos nacionales que se pueden hacer con las VPN’s, ¿acaso Pedraz no se olía que homologar España a países como China, Cuba, Pakistán o Irán, en materia de libertad de expresión, era un gatillazo público?
Sea como fuere, Telegram seguirá en su sitio en España. Para lo bueno, y para lo malo. Si cerrar la plataforma era un órdago de cara a la galería, la galería se ha puesto medieval; escupiendo, ladrando y berreando. El juez, convenientemente, ha rectificado. Había quien lo comparaba ya con un Putin hispánico. Pero Pedraz gasta más pinta de parroquiano ibicenco de chill out, que de kosako belicista. Creo que no era consciente del jardín en el que se colaba. Y ahora, a pasitos suaves, está huyendo del fregado. Como diciendo: “aquí no ha pasado nada… Paz y después gloria…”
Sobre la firma
Periodista y escritor. Ha firmado columnas, artículos y reportajes para ‘The Objective’, ‘El Confidencial’, ‘Cultura Inquieta’, ‘El Periódico de Aragón’ y otros medios. Provocador desde la no ficción. Irreverente cuándo es necesario.