José Luis Perales no quiso ser el tercer hombre. El mito de vivir cuando todos te creen muerto

El cantante, dado por muerto en las redes sociales, desmintió su deceso renunciando al sueño de Harry Lime o el mismísimo Homer Simpson que soñaron con vivir cuando todos los creían muertos.

– ¿Cuál es tu mayor ambición en la vida?
– Ser inmortal y entonces… morir

Al final de la escapada. Jean-Luc Godard

Estoy de vacaciones en los Pirineos. Es maravilloso, con paisajes de cuento, águilas y quebrantahuesos, flores y silencio. Sin embargo, viendo una cascada he recordado el capítulo de Los Simpsons en que Homer finge su propia muerte tirando un muñeco por el río. Creo que además él se cae detrás, lo cual resulta muy cómico y reduce el dramatismo de la idea principal: fingir tu deceso. 

He pensado en cuán liberador resulta imaginar tu propia muerte, si en realidad no tiene lugar, y no tienes que morir realmente. Se abre un mundo de posibilidades, una vida nueva. La huida hacia delante definitiva. Esa oportunidad que rechazaba Perales aguando la primicia de los tuiteros necrófilos.

A diario convivo con la fantasía de la autolisis. El suicidio me interesa en lo personal y en lo profesional. Casi siempre que interrogo sobre este tema, me encuentro con que la idea suicida suele ser ver en el avión la salida de emergencia. No quieres tener que usarla, pero sí saber que está ahí, por si acaso.

Incluso cuando la situación es desesperada, quien piensa en suicidarse no desea morir en la mayoría de las ocasiones. Lo que se desea es escapar de algo, ya sea un problema, personal, laboral, económico, familiar o social. O acabar con el sufrimiento que puede aparecer en forma de desesperanza, tedio, desilusión, desengaño.

Hasta ahora es la salida más cercana, después de los antidepresivos, ese soma que ayuda a soportar la existencia cosmopolita capitalista transversal e interactiva. Pero cuando estos fallan no quedan muchas opciones.

Se me ocurrió que en la dark web debería existir una empresa que se encargara de organizar todos los pormenores de esta solución tan compleja y tan sencilla a la vez. Una empresa que te orquestase una función de teatro y un certificado de defunción, a la que se pagasen puntualmente mensualidades, como un seguro, para utilizar en caso de necesidad, y que esta organice la coartada, el funeral, gestione la nueva identidad y borre nuestro rastro. Se podría pagar con bitcoins, así les damos salida. Me parece una idea maestra. Casi voy al fiscalista a montar yo la S.L., ilusa de mí, pensaba que por fin se me había ocurrido algo realmente indispensable y original.

No, no es novedad, esto ya se hace, en Japón, claro. Y es que en Japón van por delante de todo. Cuando nosotros vamos, ellos vuelven. Qué tíos. Y la cosa tiene hasta un nombre, jouhatsu (japonés: «evaporación») o johatsu. Se refiere a las personas en Japón que deliberadamente desaparecen de sus vidas establecidas sin dejar rastro. Sale en Wikipedia. Al parecer este fenómeno se puede ver en todo el mundo, como en los Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania. Sin embargo, se postula que es más frecuente en Japón, dados ciertos factores culturales.

Cuando no te puedas mantener en pie,
y ya no te quede nada por beber…

Desaparecer. Los Planetas

Las personas se vuelven jouhatsu por varias razones, que incluyen depresión, adicción, conducta sexual inapropiada y deseo de aislamiento. A veces, se usa para escapar de la violencia doméstica, deudas de juego, cultos religiosos, acosadores, empleadores y situaciones familiares difíciles. La vergüenza de perder el trabajo, el divorcio e incluso suspender un examen también puede motivar a las personas a desaparecer.

En algunos casos, convertirse en jouhatsu es una forma de empezar de nuevo. Cuando desaparecen, pueden abandonar sus antiguas residencias, trabajos, familias, nombres e incluso apariencias. Toda una fantasía. ¿Alguien más sabía de esto? Es que no tengo ni película para hacer una referencia, lo más cerca en mi imaginario sería Into the wild, y a ese chico lo que le da es un brote psicótico.

En mi mundo esta posibilidad no existe, te tienes que quedar con la vida que has ido fabricando, convivir con tus aciertos y errores, pero esta sería la ley de la segunda oportunidad definitiva, poder empezar otra vez, como en un programa de protección de testigos.

Los johatsu, en realidad sólo desaparecen, yo lo llevo más lejos, porque quizá uno es demasiado cobarde para convivir con la idea de haber abandonado según qué cosas, pero, si dejas detrás un cadáver, esa culpa no existe, te dan por muerto y, encima, te quieren más. Lo que digo es una barbaridad, soy consciente, una salvajada, y de una inmadurez emocional digna de estudio, pero es que hay personas que deciden lanzarse a las vías del tren para ser arrollados y así terminar con sus vidas. Y creo que estas personas merecerían un plan B. Un cristal para romper con un martillo rojo en caso de accidente.

Me podría imaginar una diáspora masiva si esto se pusiera de moda, ¿quién no querría probar otra vida diferente? Imagino países metidos en el ajo, como los paraísos fiscales, pero dispuestos a recoger humanos resucitados, darles documentación y es escenario para empezar otra vez.  Quizá realmente nos podamos encontrar en Brasil con Ian Curtis, o Lady Di.

La pregunta que me viene después es cuál es la distopía que estamos viviendo para que tantas personas decidan terminar con su existencia, luchando contra todas las leyes de la naturaleza, o para que miles de personas desaparezcan cada año incapaces de convivir con su experiencia particular. Se me ocurre que esta sociedad que nos da comida a cambio de insatisfacción constante debería empezar ya a replantearse. Con cariño, entre todos. Cada cual consecuente y valiente con lo que uno necesita, y sin dejarnos llevar en exceso por las satisfacciones inmediatas que nos meten hasta en la sopa, para que no podamos ver más allá de nada, aislados en nuestra vida de botones y píxeles.

A pequeña escala, a modo de huida temporal reversible podría proponerse un intercambio de vidas, como la gente hace con sus casas. Gente de formación y situación similar podría ocupar el puesto de trabajo de otro, y quizá su casa y plaza en el gimnasio. Sería estimulante para la empresa un poco de sangre fresca, incluso para los compañeros y amigos de la persona en cuestión. Como experimento social me parece más que aceptable. Más allá del reality show.

No sé si la jornada de cuatro días ayudaría, o espacios sociales y lúdicos dónde poder relacionarnos y conectar. Tener que luchar por sobrevivir o comer sería también interesante, unos cuantos días al mes, incluso lidiar con frío e incomodidades. No sé, estoy haciendo brainstorming.

De momento hoy es domingo, mañana viene otra vez el lunes, con sus memes de lunes, con su resaca de muerte neuronal en pos del olvido, con sus despertadores y cafeteras silbando por la mañana. Sólo nos queda seguir remando. Para los johatsu también existe el lunes.

*Elvira Herrería Martínez es licenciada en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, especialista en Psiquiatría por la Universidad de Alcalá de Henares y máster en Longevidad y Antienvejecimiento por la Universidad de Barcelona.

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