El caso Dùrov: Telegram y la delgada línea roja entre libertad e impunidad

El CEO de Telegram fue recientemente detenido en Francia acusado de complicidad mafiosa y otros escalofriantes cargos. Todo debido a la política de anonimato total, crímenes incluidos a su costa, que sostiene la red. Otra cuña para el vetusto debate de la libertad de expresión. ¿Hay que censurarla cuando permite el beneficio del mal?

No me… Si me… No me… Si me… ¡No me! Así te decían de niño como saber si tu discreta pasión por otro infante era correspondida. Margarita o florecilla silvestre en mano, los pétalos caían a medida que la ruleta rusa del destino giraba encarnada en aquella flor. Lejos quedaban las garantías de acierto. La arbitrariedad no dejaba de velar la realidad. Pero el dictado de las hojuelas imprimía arrojo, dando lugar así a decisiones temerarias o conservadoras que de otra forma no se hubieran tomado.

En vista de la actitud que muchos gobiernos han ido adoptando respecto a Telegram en los últimos años, si pudiéramos deslizar una cámara oculta en los despachos ministeriales, quizás veríamos a los mandatarios jugándose su decisión con una margarita. Hoy sí… Hoy no… Hoy sí… Hoy no… Y es que, aun pudiendo echar legítimas pestes de los gobernantes del planeta, tampoco debe resultar sencillo defender la libertad de expresión cuando hay quienes explotan dicho principio para engordar la desinformación, o abrir vías de desarrollo a mafias malignas del mundo entero. Por eso, y aunque se revele caótico, puedo empatizar con la decisión trémula de los poderosos rindiéndose a la fortuna de la primavera. ¿Acaso ya nadie cree en el poder de las flores?

El dilema sobre la libertad de expresión es tan viejo como la propia palabra. Jamás ha quedado el mundo vacío de personas dispuestas a todo por hacerse oír, tanto como de otras igual de predispuestas a hacerlas callar. Sin embargo, el escenario digital y las redes han desbarajustado la vetusta pugna enmarañándola. Convirtiendo, muchas veces, el canal de expresión en el propio protagonista de la disputa. Y es que el medio, en ocasiones, es directamente el mensaje (¡gracias, McLuhan!). O, como mínimo, el canal privilegiado, quizás único, para según qué ideas.

Pável Dúrov, CEO de Telegram, ha sido detenido recientemente en Francia, acusado de complicidad con una organización mafiosa, tráfico de estupefacientes, blanqueamiento de delitos y difusión organizada de imágenes pornográficas, entre otras. Dúrov irá a juicio bajo libertad condicional, aunque no puede abandonar el territorio francés. La fianza de 5 millones de euros supone uno de los golpes judiciales más agresivos a una de las cabezas visibles de las grandes tecnológicas. Pero, ¿ha cometido Dúrov estos delitos?

Directamente, no. Al menos, que se sepa. Cuesta ver al mazado enfant terrible de la tecnología traficando con merca por las calles de Moscú, o pasando, desde su ordenador personal, sórdidas fotografías de infantes desnudos a camaradas sátiros de frente grasienta. Lo irrefutable es que, a pesar de las advertencias de organizaciones y gobiernos (como el francés), Dúrov se ha quedado de brazos cruzados aceptando que todo eso suceda en la red social que dirige. Y esto, en fin, sí es ilegal según directivas de la Unión Europea.

Y, claro, se preguntarán: ¿qué tendrá que ver el tocino con la velocidad? Se está poniendo sobre la mesa el viejo debate de la libertad de expresión, pero de lo que se habla son de delitos graves cometidos a expensas de un plataforma de mensajería. Para cualquier defensor de Telegram, la respuesta al dilema será afirmativa. Sí, tiene relación. Se está poniendo en juego el trillado principio, dado que la red social nació, precisamente, para permitir la invisibilidad. Por lo tanto, cuestionarla, sin importar las ruines actividades que facilite, es atacar su esencia. Negar la libertad ligada al anonimato de la que se vanagloria y vive.

En el albor de 2013, Pável y su hermano matemático Nikolai pusieron en marcha esta plataforma de mensajería instantánea para permitir un encriptamiento total de los datos y una rendición de cuentas nulas a estados y organizaciones internacionales. Al principio, la idea era poder dar un escenario de discusión y movilización a todos los activistas anti-Putin, especialmente a los rusos, que no disponían de mecanismos para expresarse libremente en su país. Por esa cuenta, Occidente aplaudió el impulso, arriesgado y libérrimo, de los Dúrov. Si todavía existe hoy quien piensa que vivimos en el fin de la historia y que la lucha de bloques es cosa del pasado, no tiene más que fijarse en esta clase de pugnas para deshacerse del engaño.

El mayor hándicap, como se mencionaba al inicio, es que si bien en los tiempos del telón de acero cualquier mecanismo de comunicación estaba orgánicamente ligado a un lado de la frontera ideológica, el presente digital ha apolillado este maniqueísmo. Telegram, que emergió del rencor a la mordaza rusa, es desde 2020 su aliada. El 18 de junio, el organismo con el que el Kremlin censura internet, Roskomnadzor, levantó inesperadamente su veto contra la plataforma de Dúrov. Y sustituyó el entramado estatal de comunicaciones del Kremlin que se regía por software occidental (Meta y Skype), por Telegram. Más vale malo patrio que bueno extranjero, debió concluir, en algún momento, Vladimir Putin. Un aforismo que se revaloriza si tenemos en cuenta que, para el mandatario ruso, no existe eso de “bueno”, cuando se habla de poderes extranjeros. Así que, andando el juego entre malos, mejor uno que se decodifique en cirílico.

Dùrov, quien siempre se ha vanagloriado de ser un alma libre, muy por encima de clientelismos con grandes potencias, es, desde hace años, altamente sospechoso de practicar el embuste descarado. ¿Cómo si no se traga que, según una enorme filtración de una base de datos del Servicio de Seguridad Federal ruso (el FSB, sucesor del KGB), Pável Dùrov viajara más de 50 veces a Rusia entre 2015 y 2021? El gobierno de Putin no es, precisamente, reconocido por su mano blanda con opositores y disidentes. Cuesta, por tanto, creer que el CEO de Telegram se diera tantos voltios por la madre patria sin arresto, ni inquietud alguna, de no existir negociaciones con el gobierno ruso. Cuando el río suena, agua lleva…

Pero, volviendo a la actualidad, ¿cómo podría el apolíneo Pável, orgulloso padre de más de 100 hijos (como donante de esperma), esquivar la guillotina francesa a su libertad? La respuesta más directa sería dando acceso a las autoridades francesas a ciertas comunicaciones. El cifrado será libre, correcto, pero el gobierno galo exige a Dúrov una autorización y un sistema de control para evitar que haya crímenes encubiertos. Y es que el pique que más regusto a ajo ha dejado en boca de los franceses, es la reiterada negativa a colaborar con ellos por parte del príncipe tecnológico ruso. De lo que se deriva su detención y esa exigencia de comunicación de los sistemas de cifrado. Cuidado, no se le está exigiendo que añada más seguridad a la plataforma. Ni controles. Ni restricciones. Pero sí que facilite el trabajo de las autoridades frente a actos ilícitos cometidos a través de la plataforma.

Al Kremlin, huelga decir, esto no le hace ninguna gracia. De ahí las sonadas críticas que haexpedido respecto a la detención. Teniendo en cuenta que desde ese acercamiento en 2020, Telegram se ha convertido en el medio de mensajería oficial del gobierno, incluido el aparato militar. ¿Meter mano a semejante pastel los gabachos, la UE y la OTAN? ¿De qué vas, Bitter Kas? Todo, en los orificios nasales de Putin, debe oler a conjura. Incluso la mayor necedad. Las declaraciones del presidente de la Duma, Viaceslav Volodin, dan fe de ello cuando dijo: “Washington está detrás del arresto de Dúrov. En vísperas de las elecciones presidenciales estadounidenses, es importante que Biden tome el control de Telegram«. Recuerdan lo que mencionaba de cómo la lucha de bloques no había acabado. Pues eso…

Porque, cuidado, la detención de Dúrov no debe leerse únicamente como un ajuste de cuentas. Mirado desde la perspectiva monetaria, representa todo un mazazo en el costado. Telegram no es Meta, y cuenta con una plantilla muy discreta de 100 empleados para los niveles de capital que atesora, capitaneada marcialmente por Pável. Decapitada la cabeza de la serpiente, su hermano Nikolai mantiene a flote el apartado técnico, pero el riesgo de una configuración tan absolutista, es que la ausencia del líder puede desmelenar la organización.

Eso, sin contar con otro aspecto… De aceptar Pável el trato con las autoridades francesas, a fin de huir de las suculentas baguettes y el perfumado queso, la promesa del secreto total de Telegram se vendría abajo. Y eso, como en cualquier régimen, genera rencillas e inconformidades en los súbditos que, sintiéndose vulnerables, ven su lealtad quebrada y meditan migrar a otras tierras.

En marzo de este año el juez Pedraz intentó cerrar Telegram en España por razones, no diré similares, pero si surgidas de la misma porfía. Pedraz emitió una comisión rogatoria, enviada para que Telegram informara de determinados datos técnicos con los que identificar a los titulares de las cuentas empleadas en infracciones de derechos de propiedad. Y, las Islas Vírgenes británicas, donde se encuentra la sede de la compañía, le dijeron que tururú. Este fue el origen de su intento de cierre; infracciones en derecho de la propiedad… Efectivamente, el origen del problema era el mismo que ahora, una falta de transparencia orgánica. Aunque los motivos de la administración francesa parecen altamente más legítimos que el bienestar económico de varias cadenas de televisión.

Sea como fuere, Telegram no ha despistado la polémica en ningún momento. Habita en los claroscuros, como un divino Caravaggio, cuando los principios que la rigen permiten el tránsito de una libertad lejos de ella imposible, al tiempo que esa misma libertad da alas a la maldad. Si el gobierno francés, y otras autoridades internacionales, fueran capaces de restringir sus métodos de identificación en el anónimo paraíso digital a quienes cometieran abruptas y consensuadas ilegalidades, dejando al resto del vulgo a su libre albedrío, cabría esperar que no se vulnerara el sacrosanto derecho. Decapitando sólo la libertad de cometer actos criminales. No obstante, la experiencia nos demuestra que cuando a una fuerza poderosa se le brinda la oportunidad de asegurar sus posiciones a través del espionaje, la hipocresía política y el control, directo o indirecto, esta la aprovecha al máximo. 

La detención de Pável Dúrov es un nuevo ejemplo del compromiso de distintos gobiernos y organizaciones, nacionales e internacionales, por poner coto a las redes sociales. A priori, una decisión de los más apetecible, si con ello se coloca al ciudadano por delante de los intereses de los gigantes tecnológicos. Menos sabrosa sería si, finalmente, la fiscalización a la que tenían acceso las plataformas, pasa a formar parte de Estados a los que – proyectos de restricción mediante-, se vuelva imposible criticar abiertamente. El caso Dúrov es como la red social que dirige. Un gran claroscuro del que es difícil señalar a los malos o los buenos, siendo todos un poco de ambos.

Sobre la firma

Galo Abrain

Periodista y escritor. Ha firmado columnas, artículos y reportajes para ‘The Objective’, ‘El Confidencial’, ‘Cultura Inquieta’, ‘El Periódico de Aragón’ y otros medios. Provocador desde la no ficción. Irreverente cuándo es necesario.

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