El año de la energía, la década del hidrógeno verde

2022 fue un recordatorio de la importancia de la seguridad energética. Nuestra dependencia de combustibles extranjeros contaminantes puede convertirse en una oportunidad para transformar el sector con un nuevo protagonista: el hidrógeno verde.

El sector de la energía se rebulle y encara un año desafiante. Las consecuencias de las tensiones geopolíticas por el conflicto entre Rusia y Ucrania y los coletazos de la pandemia de la COVID-19 han generado una preocupación e inestabilidad sin precedentes en 2022: récords en las subidas de los precios de la energía, volatilidad inesperada y ausencia de seguridad energética.

Esta situación permea en Europa y «acelera la inflación, provoca incertidumbre en torno a las decisiones de inversión en energía, daña el crecimiento económico y tiene un impacto particularmente perjudicial en los países que importan energía», analiza la ingeniera experta en energía y analista de Tesorería en el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB), Alliance Niyigena. Esto, sumado a los movimientos a favor de la sostenibilidad contra la crisis climática, «influye en que la economía internacional y los mercados energéticos busquen un nuevo equilibrio«.

Para encontrar ese nuevo equilibrio en 2023 y recuperar la estabilidad energética se apuesta por añadir más peso al lado de la balanza de las energías verdes. Según el informe World Energy Investment 2022de Agencia Internacional de Energía (AIE), la inversión en energías limpias ya ha empezado a despuntar: aunque tras la firma del Acuerdo de París en 2015 solo crecieron un 2% cada año, desde 2020 la tasa de inversiones ha aumentado hasta el 12%. Aunque para la AIE no es suficiente: en su informe World Energy Outlook 2022indica que deberían triplicarse. 

En concreto, desde el Real Instituto Elcano analizan que en 2023 será clave reorientar y diversificar los suministros de gas natural, y recuerdan que el plan REPowerEU deberá acelerar la energía eólica y solar, así como impulsar la eficiencia energética y el hidrógeno descarbonizado. Este elemento químico es el más abundante del universo y el más ligero, y lleva unos años colgándose carteles a sus espaldas que le catalogan como el vector energético del futuro. Si en 2022 ya le mencionamos dentro de la tendencia cleantech, en 2023 requiere de un hueco destacado dentro de las tendencias energéticas.

¿Qué papel juega el hidrógeno dentro del collage de las energías limpias? A nivel económico, también despega. En esos informes de la AIE se recoge que las empresas y start-ups de Estados Unidos y Europa centradas en el hidrógeno verde están recaudando más dinero que nunca. Por ejemplo, el valor de una cartera de compañías líderes en este ámbito se ha cuadruplicado desde finales de 2019. Además, 25 países han destinado un total de 75 millones de dólares a esta tecnología desde que empezó la guerra en Ucrania, según el informe de Carbon Tracker Clean Hydrogen’s Place in the Energy Transition.

DE TODAS LAS FORMAS Y COLORES

El hidrógeno puede quemarse como la gasolina o el diésel, con la diferencia abismal de que su combustión no genera gases de efecto invernadero ni contaminación, sino únicamente vapor de agua. «Es una solución transversal, pues representa una nueva generación de combustibles que permite una producción independiente y una utilización inocua«, resume el doctor en Ingeniería Térmica especializado en energías renovables, docente e investigador en UNIR, Pedro Muñoz Velasco.

La AIE apunta que el comercio internacional de combustibles a base de hidrógeno está cobrando cada vez más impulso. Pero hay que añadir un asterisco importante: aunque en condiciones ideales el hidrógeno solo genere agua como residuo, su impacto ambiental depende de cómo se obtenga, porque no se encuentra de forma natural en la Tierra, sino en combinación con otros elementos, como en el agua.

La forma más habitual de hacerlo es mediante electrólisis: en cada molécula de agua se separan los dos átomos de hidrógeno del átomo de oxígeno mediante energía eléctrica. Aquí empieza a colorearse el ‘Pantone’ del hidrógeno, que depende de la energía que se consuma para obtenerlo y del propio proceso en sí. Sobre todo, se suele hablar del hidrógeno verde, el que hemos ido mencionando, ya que es el que se produce cuando se utilizan energías renovables para la electricidad necesaria. Este es el mejor escenario, pero hay más.

Cuando se obtiene a partir de gas natural se llama hidrógeno gris; en este proceso se genera dióxido de carbono. El etiquetado como azul es como el gris, pero parte de este carbono se almacena y se captura. Si se emplea carbón como fuente de energía, se califica como negro o marrón, y las consecuencias de efecto invernadero son mayores. Por último, el hidrógeno rosa utiliza la energía nuclear como fuente de electricidad. Es decir: no todos los tipos de hidrógenos son vectores energéticos limpios o combustibles de origen renovable.

Actualmente, prácticamente todo el hidrógeno que se usa es gris, como indica Niyigena. Para transicionar del gris al verde, el gran reto es conseguir unos números competitivos. La ingeniera detalla: «Se espera que los costes de producción disminuyan de forma constante hasta 2030 y vayan adquiriendo realmente relevancia a medida que esto ocurra». Como analizan en PwC, el coste de producir hidrógeno gris oscila entre 1 y 2 euros por kilogramo; en el caso del verde, el precio sube a entre 3 y 8 euros para la misma cantidad.

Pero este no es el único reto del hidrógeno. Por ejemplo, para poder usarlo en el transporte aéreo, también requeriría repensar y transformar la infraestructura del avión e incluso adaptar los aeropuertos. Sin embargo, a pesar de la complejidad, las inversiones y el tiempo necesario para llevar a cabo esta transformación, como afirma la química especializada del CSIC María Retuerto, «se apuesta por el hidrógeno verde porque es eso o nada: si hay que dejar de usar combustibles fósiles, no hay más opción que introducir el hidrógeno verde”.

HOJA DE RUTA INVERSORA

El hidrógeno no solo es versátil en sus métodos de producción, también en las vías para consumirlo. Además de como combustible directo, puede usarse como una pila similar a las baterías. Por eso puede ser un catalizador clave para las energías renovables, que ya se han vuelto competitivas en la mayoría de los mercados, pero a las que les falta pulir el reto del almacenamiento energético para evitar su dependencia a las condiciones climáticas. Si no hay disponibilidad de fuentes renovables, se puede recurrir a lo almacenado en la pila de hidrógeno; si hay un exceso, este se puede emplear para producir hidrógeno como combustible.

En España, las renovables representan ya casi el 50% de la electricidad total generada, según datos de Red Eléctrica de España, así que el hidrógeno tiene campo para actuar. A nivel gubernamental se apuesta por ello desde distintos ejes, y España es uno de los pocos países del mundo que incluyen el hidrógeno en sus planes estratégicos. Ya en octubre de 2020 se anunció la Hoja de ruta del hidrógeno: una apuesta por el hidrógeno renovable; el PERTE de energías renovables, hidrógeno renovable y almacenamiento destinará miles de millones de euros a nutrir este tipo de proyectos y a la creación de empleos en el sector. Y las propuestas a gran escala se suceden, como el H2Med, el primer corredor de hidrógeno renovable de la UE impulsado por los gobiernos de España, Portugal y Francia.

El mapa español del hidrógeno verde también tiene unas cuantas chinchetas a nivel empresarial. Las principales empresas energéticas han puesto en marcha instalaciones para generarlo, como la planta de hidrógeno verde en Mallorca de Acciona y Enagás y la de Puertollano de Iberdrola. Cepsa también ha anunciado una inversión de 3.000 millones de euros para dos nuevas plantas de generación de hidrógeno renovable en Andalucía. Y en Europa también hay proyectos con ADN español, como la planta de coproducción de calor y electricidad Bio-FlexGen, que bebe del hidrógeno verde y la biomasa, en la que colaboran cuatro socios nacionales.

Ya sea como pila para la energía solar o eólica o como combustible de residuo limpio, las apuestas gubernamentales y las inversiones de las empresas europeas y españolas están marcando un camino para el hidrógeno contante y sonante. «En la actualidad, Europa es la precursora, ya que el hidrógeno supondrá el 11% de la combinación energética en 2050, a medida que las políticas impulsen la producción y el uso final del hidrógeno», apostilla Niyigena. Su uso traerá beneficios porque, en palabras de la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, «la previsión de España para los próximos 10 años es que la energía se va a ir abaratando a medida que aumente el hidrógeno verde«. Pero el futuro no tendrá solo átomos de hidrógeno verde. Como recordaba Retuerto del CSIC, “la clave está en diversificar”.

En el horizonte se atisban nuevas promesas que darán que hablar este 2023, como la fusión nuclear, que cerró 2022 marcando un hito: científicos estadounidenses consiguieron por primera vez producir con éxito una reacción de fusión nuclear capaz de liberar más energía de la que fue necesaria para acometer la fusión. Sí, el sector de la energía se rebulle, inestable, pero las soluciones innovadoras también están en movimiento.

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