La variedad del parque automovilístico mundial ha asfaltado una carrera muy difícil de seguir. Las marcas se dan codazos por resultar más atractivas, más eficientes, más sostenibles o cualquier adjetivo que puedan adherirse. A fin de avanzar casillas en el tablero de la competitividad, cualquier gadget es motivo de orgullo. Hay escenarios donde sus enfrentamientos son duelos habituales. Arenas poco novedosas, como la velocidad, el lujo o la adaptabilidad. Otras todavía pertenecen a la fantasía. Aunque los oráculos de los sesenta presagiaban un siglo XXI de vehículos voladores, los DeLorean siguen pegados a la calzada. No obstante, resiste un apartado intermedio. El claroscuro entre la realidad y la ciencia ficción, donde el progreso deja de ser un paso para convertirse en un salto.
La cultura pop nos ha brindado innumerables ejemplos de coches automáticos. Los años ochenta, quizás un época más consciente de las limitaciones humanas que en décadas anteriores (habiendo ya alcanzado la luna sin poder colonizarla), se poblaron de taxis futuristas dirigidos por robots integrados en la carrocería, como el Jhonny Taxi de Desafío Total, con Arnold Schwarzenegger, y variaciones que, en estos nuevos años 20, ya sabemos que andaban muy desorientadas.
La conducción autónoma tiene poco, o nada, que ver con las imaginativas elucubraciones del pasado. Desde luego, en cuanto a configuración, a nadie se le ha ocurrido poner al volante una figura humanoide. Hasta ahora, Tesla había abierto una prometedora, aunque sonadamente accidentada, veda en lo que se refiere al llamado nivel 2 de autonomía. Un rango que permite al conductor deshacerse de la presión en los pedales y las manos. Con menos publicidad dañina que la compañía de Elon Musk, cabe destacar el sistema de conducción Ford BlueCruise, estrenado en España el pasado año, que ha sido de los primeros en seducir a sus clientes con una relajación corporal total (salvo la de mantener la vista en la carretera). Un prodigio sólo disfrutable en nuestro país en ciertas autovías y autopistas, conocidas como Blue Zones. Ahora, en el siguiente cambio de marcha es donde la cosa se tuerce definitivamente.
Son muchos los paradigmas que influyen en dificultar la puesta en marcha de una conducción autónoma de nivel 3, pues esta queda reservada a aquellos vehículos capaces de permitir al conductor un desentendimiento total de las acciones del coche. Pies, manos y vista deben poder abstraerse totalmente del trayecto. Esto implica, además de una ristra muy extensa de permisos viales, la seguridad total, por parte de las marcas y de los consumidores, de la eficacia probada y sin fallos del sistema. Como quien dice, va la vida en ello. Lo cual convierte el reto en una quimera extremadamente compleja de superar.
De ahí la sorpresa ante la propuesta de la compañía francesa Renault, hecha pública el 15 de mayo, que no contenta con estar siendo pionera en los ámbitos de la electrificación del mundo del motor, y en significativos avances en el nivel 2, ha decidido conquistar el nivel 4. Una etapa donde el desentendimiento respecto al vehículo es total. Sin denostar el valor de la estrategia a la que se encomienda la firma gala, desgraciadamente no hablamos de un vehículo privado. Para dicho futuro, aún habremos de ser pacientes. Sí podemos, no obstante, relegar la incredulidad al pasado, pues lo que propone Renault es una plataforma de miniBus eléctrica, robotizada y pre-equipada que acoge diversas soluciones de automatización de socios especializados, como la empresa internacional de conducción autónoma WeRide.
Durante la presentación de esta nueva forma de entender el transporte urbano, llevada a cabo en las instalaciones de Tecnocentro Renault, en Guyancourt (Francia) el Vicepresidente de Ingeniería Avanzada de Vehículos y Tecnologías Upstream del grupo Renault, Jean-Francois Salessy, destacó que: “el proyecto busca poder aunar factores tan diversos como la atención al usuario, la configuración flexible, la viabilidad y, sobre todo, la ecología”. Todo ello sin contar con que las estimaciones prevén que la plataforma de minibuses autónomos de Renault abaratarán significativamente los costos en lo que al transporte público se refiere. En datos concretos, la puesta en marcha de un servicio de tranvía ecológico, oscila entre los 25 y los 45 millones de euros, y lo mismo para las flotas de autobuses eléctricos con conductor, que rondarían los 12 millones. En cambio, la apuesta autónoma del grupo francés se estimaría en 6 millones de euros.
Preguntado sobre las consecuencias, en vistas a futuro, de este proceso de automatización de cara a la pérdida de puestos de trabajo, el Chief Technology Officer del grupo Renault, Gilles Le Borgne, aseguró que no se trata de una sustitución, sino: “de un cambio que iba a tener que realizarse, siguiendo la línea de reducción de emisiones de las grandes ciudades europeas. Permitiendo así una línea de transporte urbano ininterrumpida en el centro y en las zonas periféricas”, según sus palabras: “imposible de asumir con conductores humanos”.
Con el fin de poner al servicio del público, y dar a conocer la funcionalidad de estos vehículos de conducción autónoma, Renault dispondrá para el torneo de Roland-Garros de este 2024 un serie de lanzaderas con las que los asistentes serán testigos de la eficiencia de los minibuses facilitando el acceso al estadio. Con un mapeo instantáneo de los aledaños del vehículo, y un tiempo de respuesta de 100 milisegundos, los pasajeros comprobarán la sorprendente funcionalidad de la propuesta de la automovilística francesa, que promete estar a pleno rendimiento para la próxima década.
Lejos de las elucubraciones ficticias del siglo pasado, la conducción autónoma es un territorio en constante proceso de conquista actualmente. Renault abre con esta estrategia de miniBus eléctrica nivel 4, un nuevo frente en la ya citada carrera por la competitividad del mundo del motor. Sólo el tiempo, la puesta en marcha y la superación de los, seguro, muchos obstáculos que encontrará, darán fe de la capacidad de la compañía para superar lo experimental, y reconfigurar el transporte público de las ciudades del mañana.