“Cuando Steve se ponía así de inquieto, el suelo se convertía en una delicada tela de araña que obligaba a todos los que le rodeaban a pisar con muchísimo cuidado. Su equipo de relaciones públicas tuvo que rogarle que bajara de su despacho y se sentara para la foto. Jobs me miró fijamente y accedió a regañadientes”, cuenta el famoso periodista Steven Levy, quien hace un cuarto de siglo fue responsable de cubrir el lanzamiento en exclusiva del iMac G3 para la revista Newsweek.
Con motivo del 25 aniversario de aquel hito, Levy ha compartido en Wired la hasta ahora desconocida anécdota de cómo se tomó la icónica fotografía que acompañó a su texto. Y si hay algo que queda claro tras leerle es que, aquel día, tanto él como el fotógrafo en cuestión, Moshe Brakha, tuvieron que enfrentarse al ‘Bad Steve’ (el Steve Malo), término acuñado años después por el biógrafo de Jobs, Walter Isaacson, para referirse a todas esas veces en las que el cofundador de Apple se comportaba como un imbécil.
Y es que Jobs era muchas cosas a la vez: un lúcido empresario, un visionario tecnológico y, por supuesto, un gilipollas. A nivel humano era un bully de manual que lo mismo atacaba a una vieja trabajadora de supermercado y renegaba de su hija, que despedía empleados sin previo aviso o insultaba a cualquiera que le diera la sensación de no estar a la altura de sus expectativas, según esta recopilación de anécdotas de Business Insider extraídas de la biografía de Isaacson. Esto último también sucedió, precisamente, en los días previos al lanzamiento del iMac G3.
Si hubo un elemento que contribuyó a la popularidad de aquel ordenador, fue sin duda su diseño. “Lo más llamativo era el aspecto de la máquina […] una especie de burbuja de plástico translúcido y con curvas, que evocaba tanto a Los Supersónicos, como a una sandía azul. Ese color se bautizó como Bondi Blue, por las aguas de ensueño de la emblemática playa australiana”, recuerda Levy. Pues bien, según la biografía de Isaacson, fue ese azul tan característico el que desató la furia de Jobs de forma totalmente injustificada.
Al parecer, se obcecó con que la tonalidad que aparecía en los folletos publicitarios en papel, cuyo responsable era su amigo Lee Clow, no era exactamente la misma que la del ordenador real. La recopilación de Business Insider cuenta: “Jobs dijo que el equipo de Clow estaba equivocando el color de los anuncios impresos. Gritó: ‘No sabéis lo que estáis haciendo. Voy a buscar a otro para que haga los anuncios porque esto está jodido’. Finalmente, Clow sentó a Jobs y le hizo ver las fotos originales frente a los anuncios impresos. Clow tenía razón. Jobs se echó atrás”.
Todos nos ponemos nerviosos ante un acontecimiento importante. Queremos que vaya como la seda, que todo salga bien, pero ¿hace falta comportarse como un imbécil para eso? “Se puede ser un genio y un gilipollas, pero ambas cosas no están necesariamente relacionadas. De hecho, hay muchas pruebas que sugieren que hay muchos gilipollas que no son genios en otra cosa que no sea… ser gilipollas. Pero estas sutilezas pueden pasar desapercibidas para CEO, mandos intermedios y aspirantes a amos del universo que actualmente devoran la biografía de Steve Jobs y piensan para sus adentros: ‘¿Ves? Steve Jobs era un gilipollas y fue uno de los hombres de negocios con más éxito del planeta. A lo mejor si me convierto en un gilipollas aún mayor tendré éxito como Steve’”, dijo el periodista Tom McNichol en The Atlantic tras la publicación del libro de Isaacson en 2011.
SENCILLAMENTE IMBÉCIL
Así que, ya sabe, si aspira a ser un genio visionario, concéntrese en eso y evite tratar a la gente como si fuera una mierda. Sea lo que sea lo que conduce a los empresarios al Olimpo de los negocios, desde luego no es la necesidad de ir a terapia, por mucho que Elon Musk se empeñe en demostrar lo contrario con cada nueva ida de olla. De hecho, para Ken Segall, quien durante años lideraría la creatividad de Apple mano a mano con Jobs, la clave del éxito del empresario radicaba en su férrea apuesta por la simplicidad.
“Se empeñó en simplificar el proceso. Confiaba en un pequeño grupo de personas inteligentes de su agencia de publicidad de toda la vida y participaba activamente en el proceso, semana a semana. No había intermediarios, ni múltiples niveles de aprobación, ni grupos de discusión. Créanme, pocas empresas en el mundo funcionan así. Era la forma que tenía Steve de mantener a raya la complejidad”, escribió Segall en una tribuna de hace unos años en The Guardian, en la que precisamente criticaba la cada vez mayor complejidad de Apple que estaba trayendo la era Tim Cook.
La pasión de Jobs por la sencillez quedó perfectamente reflejada en ese icónico iMac G3 que, 25 años después, se alza como el único producto de aquella época que todavía no ha sido descatalogado del porfolio de Apple y el primero que incluiría el prefijo ‘i’, gracias al ingenio de Segall. Aunque los modelos actuales no se parecen en nada a aquella especie de huevo de plástico translúcido azul (que a mí me recuerda a mi primer Tamagotchi), su diseño también puede presumir de una radiante simplicidad.
Pero el ordenador que hoy nos ocupa es ese que nació hace ya un cuarto de siglo y que sería el responsable de que Apple dejara de asomarse al precipicio de la bancarrota para convertirse, poco después, en la empresa más valiosa del mundo. “Por primera vez en años, el icono de la cara que aparece en la pantalla de arranque de Mac tiene un motivo para sonreír”, decía Levy en su artículo de 1998, presagiando que el iMac G3 iba a ser un éxito. “Mi exuberancia respecto al futuro de Apple bajo Steve Jobs resultó estar más que justificada”, recuerda ahora.
SONRÍA PARA LA FOTO
El icono de la pantalla sonreía igual que el mismísimo Jobs en aquella maldita imagen que casi no llega a ver la luz simplemente porque tenía dudas sobre la profesionalidad de aquel fotógrafo, a pesar de que este ya había retratado a personajes de la talla de Joni Mitchel y Los Ramones. De hecho, fue el talante de Brakha el que logró convencer al CEO de posar para la foto.
Levy recuerda: “Trató a Jobs como un vaquero trata a un semental salvaje, susurrándole palabras tranquilizadoras mientras maniobraba sutilmente para que adoptara las poses que deseaba. La intrepidez de Brakha pareció calmar a Jobs. Cuando el fotógrafo le pidió que se sentara con las piernas cruzadas y sostuviera la máquina en el regazo, el sentido arácnido de Jobs le dijo que estaba ante un artista. Su sonrisa era dulcemente genuina en lo que se convirtió no solo en la imagen dominante del reportaje de Newsweek, sino en una de las fotos más conocidas de Steve Jobs. Apple acabó comprando los derechos para poder controlar su uso”.
El resto es historia, de los negocios, de la informática de consumo y, por supuesto, del márquetin. A diferencia de Cook, de quien no hay ni una sola foto portando unas Apple Vision Pro (el nuevo y flamante casco de realidad virtual de la compañía), las imágenes de líderes tecnológicos junto a sus retoños de hardware se convirtieron en el estándar de oro del periodismo de tecnología.
¿Le suena el nombre de Elizabeth Holmes? En caso de que sí, probablemente la imagen de la fundadora de Theranos que le haya venido a la mente sea una en blanco y negro en la que aparece sosteniendo una diminuta muestra de sangre que se suponía que iba a revolucionar la industria de los análisis y la salud de la gente. La fotografía, portada de la revista Forbes en 2015, no solo dio la vuelta al mundo, sino que fue en parte responsable de catapultar a Holmes a la fama de los negocios por su enorme parecido a otra de Newsweek en la que Jobs aparecía sosteniendo su diminuto iPod. Si él podía protagonizar revistas junto a sus juguetitos informáticos y sus jerséis negros de cuello alto, ¿por qué no iba a hacerlo ella?
La diferencia es que los productos de Jobs, además de funcionar, realmente transformaron la sociedad de arriba a abajo. Y, aunque probablemente el más disruptivo de todos haya sido el iPhone, el iMac G3 fue, sin duda, el que dio el pistoletazo de salida a la era de Apple como reina y soberana de la informática de consumo. El asa que incorporaba el iMac G3 incluso apareció en un capítulo de Sexo en Nueva York en el que el novio de la protagonista le regalaba un MacBook con esa misma asa y le decía, con sorna, que su nuevo ordenador parecía un bolso.
Así de grande fue el impacto de Jobs en la industria, la sociedad y la cultura. Nada de esto cambia que parte de su legado incluya el hecho de ser un gilipollas, pero al menos él nos vendía cosas útiles. Si por algo merece que le recordemos y admiremos es por su ingenio de Buen Steve, y no por su tendencia a comportarse como un imbécil. No hay necesidad, así que no sea no sea idiota y sonría para la foto.
Sobre la firma
Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.