El vídeo compartido por una responsable de Producto en Meta con el formato ‘un día en la vida de’ se convirtió de inmediato en un meme para los accionistas del grupo, no muy felices a causa de la caída del 60% del valor de la acciones que la empresa ha sufrido este año. Las críticas quizás sean un poco injustas. La instagrammer-product-manager hace una elipsis de la parte menos vistosa (el verdadero trabajo) y sólo refleja los privilegios de trabajar en una de las empresas que más cuida el talento: le dan bebida y comida gratis en la oficina, se tumba al sol en la azotea y tiene un espacio de trabajo idílico.
Ir a trabajar a Facebook no es como bajar a la mina, pero esto ya lo sabíamos, y más con la guerra por el talento tecnológico de los últimos años. Sueldos estratosféricos, compensaciones suplementarias en acciones y (dicen las malas lenguas) cierta posibilidad de buscar zonas de confort en las que no hay que trabajar demasiado, un síndrome que aplicaría a muchas de las grandes tecnológicas de Silicon Valley (EEUU).
Mientras escribo estas líneas, Zuckerberg ha confirmado el despido de 11.000 empleados de Meta, el 13% de los trabajadores del grupo. El comunicado ha sido publicado en plena madrugada en California (a las 3:00 en la península ibérica), donde está el campus de Meta y, por tanto, la gran mayoría de sus empleados. En su discurso para explicar tan duras medidas, Zuckerberg cita un lugar común del sector, también apuntado por Stripe en sus recortes: han pecado de sobreestimar el crecimiento de digital tras la pandemia y los confinamientos.
Una de las apuestas que muchos hicimos es que, si bien las tasas de uso de 2020 no se iban a mantener, la pandemia ayudaría a crear hábitos que perdurarían y, por tanto, el uso de servicios digitales y de comercio electrónico quedaría en un nivel superior al de 2019 cuando volviéramos “a la normalidad”. Pero lo que están viendo las empresas de tecnología es que estamos ante una regresión a la media en algunas categorías. Aunque en otras, como recoge este reportaje de Bloomberg con datos USA, la compra online sí que ha quedado entre los números de 2019 y 2022. El error de los dirigentes de Silicon Valley estriba, por tanto, no en tanto dar el crecimiento por sentado, sino también la aceleración pandémica.
En cualquier caso, a Zuckerberg le honra reconocer parte de la culpa al equivocar el diagnóstico. Y también hay que admitir que los otros motivos que pone sobre la mesa (la desaceleración macroeconómica, el aumento de la competencia y la pérdida de eficiencia de la publicidad) son reales. Pero también habría que subrayar que evita citar la espectacular inversión que está haciendo en el metaverso y que hay mucho más que discutir en la caída en desgracia de las grandes tecnológicas.
Si echamos un ojo a las cifras en bolsa del sector digital (véase este gráfico que circula o esta pieza del Financial Times) o a las de despidos (por supuesto alguien se ha dedicado a crear una base de datos con todos) es fácil reconocer que, a diferencia de 2008, la crisis en las tecnológicas es mucho peor que en el resto de la economía. Hay despidos en Shopify, pero no en Mercadona.
En este diagnóstico de la crisis, llevo defendiendo todo el año que la situación no es comparable a la burbuja puntocom. Con una excepción, el sector cripto: si vemos lo sucedido con FTX surgen “fuertes vibraciones” del año 2000. Pero, en el resto de la industria digital, tenemos enormes empresas con modelos de negocio probados, con beneficios en gran parte de ellas y con algunas de las rentabilidades más espectaculares de la historia.
Y aunque todo eso es cierto, toca reconocer el golpe de realidad para las big tech y lo que ha sido la inversión riesgo la última década. Con la excepción (por ahora) de Zuck y su visionario metaverso, hemos visto cancelar múltiples proyectos y hasta divisiones recortadas dedicadas a los moonshots, esas ideas de objetivos estratosféricos y que asegurarían pasar a la historia de la tecnología a sus creadores. Ni robots antropoides, ni coches autónomos, ni realidad virtual y aumentada de ciencia ficción, ni acceso a internet desde globos aéreos.
Al bajar la marea hemos descubierto que las big tech están desnudas y apenas son buenas en las cuatro cosas que consiguen escalar: publicidad, cloud, comercio electrónico y, si me apuran, pagos. Lejos quedan los discursos sobre cómo mejorar el mundo, y más ahora que vienen los tiempos de los financieros duros y los CEO de tiempos de guerra. Vemos incluso a Apple dar pasos en una dirección inesperada: llenar de publicidad la App Store hasta con anuncios de Casinos. A los que seguimos la trayectoria de la empresa de la manzana nos resulta sorprendente su estrategia de rentista de los últimos años y la entrada en prácticas tan poco amigables para el usuario y el sector con tal de mantener sus márgenes por encima del 40%.
La crisis tecnológica de este 2022 también bebe de otros malentendidos. Uno debido a la enorme cantidad de dinero disponible para invertir con los tipos de interés por los suelos, que ha ayudado a que los fondos de capital riesgo hayan confundido sistemáticamente empresas que utilizan la tecnología (el caso paradigmático es Peloton, pero también Netflix) con compañías realmente tecnológicas que puedan alcanzar la escala y los márgenes de la industria del software.
En realidad, todos hemos sido partícipes de la burbuja de las grandes tecnológicas. Partiendo del todavía acertado diagnóstico de que la sociedad y cada vez más facetas de la vida se van digitalizando, hemos comprado la idea de dar por garantizado el crecimiento sostenido, e incluso acelerado, de las big tech. El mundo de la tecnología se va a volver más aburrido los próximos años, la historia enseña que en las crisis hay un reenfoque hacia la rentabilidad y la eficiencia.
Si acaso permítanme señalar una excepción, la inteligencia artificial: la única disciplina que lleva años avanzando y mostrando nuevas capacidades, algunas de las cuales podrían llevar a un aumento de la productividad, nuevos productos y servicios, y a poner la rueda del crecimiento, la sobrevaloración y la crisis de nuevo en marcha.
Sobre la firma
Ingeniero Informático, pero de letras. Fundador de Xataka, analista tecnológico y escritor de la lista de correo 'Causas y Azares'