¿Te atreverías a cuestionar a un premio Nobel? Probablemente no, ¿quién es el guapo que contradiría a las mentes más brillantes del planeta? Lo que pasa es que, en algunos casos, las ideas que un día merecieron el galardón pueden quedar obsoletas a medida que la sociedad progresa. Es justo lo que le ha pasado al economista liberal Milton Friedman, cuyo mantra de que “la única responsabilidad social de una empresa es aumentar los beneficios” ha envejecido terriblemente mal. Y no hace falta un Nobel para demostrarlo, hay pruebas por todas partes.
“Friedman sostenía que es tarea del Gobierno abordar las cuestiones de responsabilidad social. Probablemente no podía imaginar que 50 años después Estados Unidos tendría un presidente más interesado en crear necesidades de responsabilidad social que en trabajar para encontrar soluciones […]. Ahora, quizás más que nunca, las empresas deben dar un paso al frente para crear inversiones social y ambientalmente responsables, reducir su huella de carbono, mejorar las políticas corporativas relativas a la seguridad de los trabajadores y la igualdad de ingresos, oponerse a la discriminación y aumentar las oportunidades de voluntariado y las contribuciones benéficas”, apuntaba en 2021 el profesor de Comunicación Empresarial en la Escuela de Negocios Sloan del MIT, Neal Hartman.
Hace tiempo, tal vez una misión de este calibre solo habría sido apta para administraciones públicas y organizaciones sin ánimo de lucro dispuestas a dejarse la piel y los recursos en mejorar el mundo sin ayuda de nadie. Afortunadamente, los cambios sociales de los últimos 50 años han alumbrado un terreno fértil para hacer el bien desde la empresa. En primer lugar, por los beneficios puramente económicos. “Está demostrado que ser una empresa que genera un impacto positivo en la sociedad aumenta los beneficios en la cuenta de resultados, es una palanca para generar negocio”, sentencia el CEO de The Overview Effect, Nacho Rivera.
Esta compañía de Minsait (Indra), que impulsa la innovación para promover la sostenibilidad de las empresas y contribuir a los grandes retos sociales y ambientales desde las organizaciones, está inmersa en un desafío propio: transformar el tejido económico español para que todos sus agentes colaboren y contribuyan a resolver los grandes desafíos del mundo a través de sus negocios. Una de sus vías para lograrlo será Syzygy, un festival cuyo foco consistirá en “fomentar la conexión entre la innovación, los modelos de negocio y el impacto positivo”, detalla.
TODO EL MUNDO GANA
¿Quién querría producir la enésima app de reparto rápido pudiendo conseguir que el hidrógeno verde compita económicamente con el gris o resolver el reto de la intermitencia de las energías renovables? Que el premio es gordo resulta obvio, sin embargo, las razones por las que organizaciones de todo tipo ya deberían estar pensando en impulsar su impacto positivo van mucho más allá del dinero, y todas tienen que ver con el resto de los agentes del ecosistema económico: trabajadores, inversores y clientes, y por supuesto, el planeta. “La responsabilidad social de las empresas es buena para el medio ambiente, para la justicia social y la equidad”, resume Hartman.
En plena guerra por el talento, el impacto positivo puede convertirse en una de las principales armas de las compañías para engrosar sus filas con los mejores soldados. Rivera detalla: “El propósito cada vez está más relacionado con la retención, la gente joven quiere trabajar en empresas con propósito, por lo que las compañías que no lo tengan en cuenta tendrás más problemas para captar a estos profesionales”. Distintos estudios lo confirman, como este de Cone Comunicación que asegura que “el 64% de los millenial no aceptará un empleo si la empresa no tiene sólidos valores de responsabilidad social corporativa”.
“Pero el impacto positivo también es bueno para la relación con los inversores, que cada vez lo tienen más en cuenta. No van a meter dinero en sectores que, a largo plazo, van a perder valor por no haberse sabido adaptar a la realidad”, continua el CEO de The Overview Effect. Como ya os contamos el año pasado, las inversiones sostenibles aumentaron un 15% solo entre 2018 y 2020, y para 2025 la cifra podría a situarse alrededor de los 50.000 millones de dólares a nivel global, según Bloomberg.
“Por último, está la diferenciación. Las empresas que consigan hacer contribuciones reales a la sociedad se posicionarán de una forma totalmente diferenciada de su competencia”, continúa Rivera. En este punto son los jóvenes quienes vuelen a cambiar las normas del juego. Según un estudio de Nielsen, para el 85% de los millenial resulta extremadamente importante o muy importante que las empresas pongan en marcha programas que mejoren el medio ambiente, mientras que el 75% afirma que cambiarían definitivamente o probablemente sus hábitos de compra para reducir su impacto en el medio ambiente.
Con todos estos datos en la mano, ¿qué futuro tendría una compañía sin beneficios, talento, inversores ni clientes? Ninguno. Pero la sociedad tampoco lo tendrá si las organizaciones no empiezan a ser conscientes de su papel como motores del progreso. Esta realidad deja un esquema de interdependencia en el que, como la vida en el planeta, nos necesitamos unos a otros para prosperar, lo que nos obliga a colaborar para mantener vivo el ecosistema sobre el que descansan prácticamente todos los aspectos de nuestro día a día.
Es lo que se conoce como innovación sistémica, que se basa en la idea de que todas las “decisiones y acciones que cada uno de nosotros tomamos como individuos, corporaciones, gobiernos y otros grupos o miembros de la sociedad se combinan e interactúan para crear sistemas más grandes”. En este contexto, “necesitamos cambiar de mindset para entender que, si queremos solventar los grandes desafíos globales, como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la desigualdad social, es imposible que ninguna empresa lo resuelva sola, hay que colaborar”, sentencia Rivera.
IMPACTO POSITIVO O MUERTE
Suena complicado si tenemos en cuenta que el tejido empresarial se basa en la competencia. Sin embargo, el CEO tiene otro argumento para dar un golpe en la mesa: la pura supervivencia. Frente a los modelos de negocio cortoplacistas, apunta a la dependencia de los recursos naturales de la Tierra como el gran elemento crítico para fomentar la colaboración: “El sector privado debe empezar a pensar a largo plazo porque hay muchísimas empresas que dependen del clima para sobrevivir. Por ejemplo, todos los hoteles de zonas amenazadas por el aumento del nivel del mar comparten el mismo problema, lo que no tiene sentido es que cada uno trate de resolverlo por su cuenta”.
Este caso es extrapolable a prácticamente todo: compañías inmobiliarias costeras cuyos inmuebles van perdiendo valor por la subida de las aguas, empresas agrícolas que cada vez tiene más problemas para cultivar a causa de la emergencia climática… y así hasta el infinito. Entonces, si todos vivimos bajo las mismas amenazas, ¿lo lógico no sería que trabajemos juntos para resolverlas? Esta es la filosofía que Rivera intentará transmitir en Syzygy. El propio nombre del encuentro, que procede del ámbito espacial y representa el alineamiento de tres cuerpos celestes, es un reflejo de la colaboración necesaria para que todos los actores del tejido socioeconómico pivoten para alinearse hacia el impacto positivo a través de la cooperación.
Y con todos quiere decir todos. El CEO cuenta: “Vamos a contar con algunos de los principales líderes corporativos, científicos y emprendedores enfocados en el impacto positivo”. Un ejemplo es la directora de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, Odile Rodríguez de la Fuente, y su privilegiada visión del entorno natural. De hecho, el mensaje de Rivera incluye la urgencia de que todas las compañías empiecen a incorporar el rigor científico entre sus puestos directivos, y afirma: “Cuando una empresa necesita saber si una operación es más sostenible que otra no puede preguntarle a un economista sino a un científico. Deben convertirse en una parte fundamental de la organización para aportar rigor a nivel ambiental y social”.
Y frente a las empresas que simplemente se limitan a minimizar su impacto negativo, como podría ser Alphabet con su informal eslogan “no seas malvado”, la agenda de Syzygy también incluye nombres como el de la responsable de Comunicación y Sostenibilidad de Unilever España, Ana Palencia, que compartirá el icónico caso de la multinacional, que hace años incorporó un lema que dice algo así como “hacerlo bien haciendo el bien”. “Fue una de las primeras empresas en integrar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el core de su negocio en 2015”, señala Rivera. Tras ese movimiento, empezó a analizar su porfolio de productos para minimizar su impacto e impulsar los más responsables. Gracias a este esfuerzo, ya en 2018 su catálogo de bienes sostenibles representó el 75% de su crecimiento anual, según sus propios datos.
Por mucho respeto que infunda enfrentarse a una mente como la de Friedman, la evolución de la sociedad ha sido tajante. Puede que hace 50 años fuera cierto que la codicia podía ser el principal motor de toda empresa, pero ahora que todos somos más conscientes de la importancia de no dejar a nadie atrás, ni tampoco al planeta, “el único legado que dejan las empresas no puede ser el dinero, necesitan trascender”, concluye el CEO de The Overview Effect. Quién sabe, tal vez dentro de otros 50 años sean este tipo de ideas las que se lleven un Premio Nobel.
Sobre la firma
Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.