Mientras escribo estas líneas y antes de que esta columna se publique, se descubrirán nuevas aplicaciones y usos para el conocido y polémico ChatGPT, el programa de inteligencia artificial (IA) de OpenAI. La magnitud de la irrupción de esta herramienta es tal que no dejará indiferente a nadie. Es uno de esos avances raros, que solo ocurren unas pocas veces cada siglo (quizás cada 5, 10 o 15 años) y que marcan un antes y un después en la vida de las personas. El impacto está empezando a ser tan grande que ahora mismo resulta difícil de cuantificar.
ChatGPT se abrió al público hace apenas tres meses, el 30 de noviembre de 2022, con un éxito brutal y más de 10 millones de nuevos usuarios cada día. Nada en la historia se ha popularizado tan rápido. Es natural que monopolice las conversaciones y que los medios se llenen de artículos comentando sus bondades, riesgos y limitaciones. En algunos artículos parece una herramienta casi milagrosa, mientras que otros no aciertan a comprender ni su impacto actual y ni su potencial. La verdad se sitúa en el medio, que, en cualquier caso, es un punto fascinante.
La tecnología subyacente a ChatGPT ya existía en un número de organizaciones, pero de OpenAI ha dado un golpe en la mesa al abrir esta herramienta a todo el mundo. Cuando tienes más de 100 millones de personas usando tu herramienta, rápidamente se encuentran nuevas formas de sacarle partido. Y esto es lo que le está pasando a ChatGPT.
Con ChatGPT cualquiera puede escribir correos electrónicos en idiomas en los que no sea muy ducho con la misma o más calidad que un nativo. Puede resumir artículos largos y obtusos de forma rápida y eficiente, generar contenido de diversos temas, mezclar fuentes, incluso replicar estilos: “Escribe como si fueses un experto de este tema” o “escribe como si fueses un niño de 10 años” son ejemplos de cómo decirle a ChatGPT que adapte el estilo del contenido generado. Las posibilidades están limitadas por la imaginación del usuario de la herramienta.
Desde los primeros objetos hechos de piedra y huesos, pasando la domesticación de animales, las revoluciones industriales, el automóvil y los medios de transporte modernos, y la robótica en la industria, todas han sido transformaciones que han multiplicado nuestra capacidad física de actuar sobre el mundo mucho más allá de lo que nuestro cuerpo podía hacer directamente.
Nuestras limitaciones físicas resultan ahora irrelevantes comparadas con la potencia mecánica disponible per cápita. Con la inteligencia artificial y, en especial, con ChatGPT y las herramientas que vengan a continuación, lo que estamos consiguiendo es multiplicar nuestra capacidad cognitiva.
Igual que en avión somos capaces de recorrer en una hora lo que andando tardaríamos 50 días, con ChatGPT somos capaces de entender temas complicados en una fracción del tiempo original. De igual manera que usamos un camión para transportar una carga mil veces superior a la que llevaríamos con nuestras manos, con ChatGPT podemos generar contenido más rápido y con más calidad. Ya sea escribir un contrato legal, el código fuente de una aplicación para el móvil, un plan estratégico, una escena de teatro, un artículo de microbiología, un currículo o un email, todo resulta ahora más sencillo. Se consigue un mejor resultado con un menor esfuerzo intelectual.
Personalmente, veo a diario que el impacto de ChatGPT en mi sector está siendo trascendental. Desde sus inicios a finales del siglo pasado, el desarrollo de software ha ido mejorando: pasamos de manuales de 1.000 páginas llenos de marcapáginas a documentos digitalizados, a reutilizar código fuente abierto y a acceder a sitios como Stackoverflow, donde los problemas y la dificultades ya estaban resueltos (un recurso imprescindible para cualquier programador hoy en día).
Pero la magnitud de la mejora proporcionada por ChatGPT no la habíamos visto hasta ahora. Crear código fuente, pruebas unitarias, analizar la seguridad del código, explicarlo, documentarlo, convertirlo a otro lenguaje de programación, explicar un error, encontrar bugs… la cantidad de tareas en las que ahora somos más eficientes no para de crecer. El software en el futuro va a ser mucho mejor: desarrollado más rápido, más eficiente, con más calidad, más fácil de mantener y con menos deuda técnica en general.
Todo esto suena muy bien, casi demasiado. Y es verdad, la realidad no es tan bonita porque ChatGPT tiene importantes limitaciones. Hay una broma en el sector que dice que ChatGPT es como un economista: siempre seguro de lo que dice, solo a veces correcto en lo que dice. ChatGPT no es una herramienta que razone, aunque parezca que lo hace. Es una herramienta que relaciona contenidos, pero que no aplica lógica a lo que hace. Sabe combinar los contenidos bastante bien, y si esos contenidos contienen razonamientos y estos están correctamente enlazados puede parecer que razona.
En muchas ocasiones, esto será más que suficiente. Sin embargo, con ese mismo tono convincente puede solemnizar/o dar por cierta la más grande de las tonterías. ChatGPT no es infalible, más bien al contrario, falla mucho, pero eso no impide que sea una herramienta muy útil si se conocen las limitaciones y no se toma todo lo que genere como una verdad absoluta. Por ejemplo, no tiene experiencia del mundo real, no se entrena con imágenes, ni con audios, ni videos ni con ningún otro formato de contenido salvo el textual.
Eso implica, por ejemplo, que carece de conocimientos verdaderos de geometría. Si le pedimos que nos describa como se escribe el carácter chino chū «出» (salir) te proporcionará unas instrucciones para dibujar algo que en nada se parece al símbolo, es decir, no sabe cómo las distintas partes del carácter se conectan entre sí y ni siquiera entiende qué partes son horizontales, verticales o en cualquier otra dirección.
ChatGPT es una herramienta. Una herramienta fantástica que tiene muchos usos, pero que no sirve para todo. Es una herramienta que no reemplaza a las personas, sino que las hace más eficientes y capaces. Es un asistente capaz de capturar el contexto del problema a través de una conversación y de proporcionar explicaciones y contenido de gran valor, a pesar de sus limitaciones actuales.
Estamos en la primera versión, viendo cómo asoma la punta de un iceberg descomunal. A la vuelta de la esquina ya hay numerosas mejoras que acelerarán el efecto transformador de estas tecnologías en todos los aspectos de nuestras vidas. El futuro próximo va a ser apasionante.
*Manuel Lavín es CEO de GFT