Contemplar el futuro es enfatizar la ambigüedad y lo divergente”
Stef Silva
El futuro, ese espacio de tiempo incierto que aún no ha llegado, suele despertar un miedo atroz. Para algunos, es como un agujero negro que desestabiliza y aterra. Existen incluso países donde la televisión prohíbe escenografías excesivamente futuristas para evitar que los espectadores se asusten demasiado.
Dado que la humanidad siempre se encuentra en un equilibrio precario entre la seguridad del pasado y la incertidumbre del futuro, nuestra percepción lineal del tiempo nos lleva a temer aquello que no podemos controlar. Sin embargo, una de las cualidades más hermosas y brillantes de los diseñadores es que somos individuos capaces de imaginar escenarios aún no concretados.
Entre videntes y exploradores, existe un colectivo que disfruta jugando con la imaginación. En lugares donde muchos sienten que están al borde de un precipicio, personas como la diseñadora de futuro y fundadora de la empresa Invisible, parte del grupo Jungle 21, Stef Silva, se lanzan al vacío en busca de preguntas que puedan generar nuevas respuestas.
Ser futurista es una tradición con una larga historia. Nos lo demuestran los italianos, que en el último siglo han tenido varias oleadas de pensamiento innovador por un lado con los Futuristas, liderados por figuras como Marinetti y Depero. Ellos preferían el vértigo de la velocidad extrema y las máquinas, buscando romper con el pasado y proyectarnos de lleno en el futuro. Convencidos de que, para crear algo nuevo, hay que destruir los símbolos del pasado.
Luego con Eleonora Barbieri Masini pionera en los Estudios de Futuros, socióloga y figura clave para las exploraciones especulativas en el ámbito científico. Finalmente llegamos a una época más reciente, cuando el ítalo-disco mezcla los imaginarios del espacio exterior, las emociones, el groove estadounidense y los sintetizadores dando origen a la música electrónica que luego influenció Daft Punk. Todo ello reflejado en la canción I Wanna Be Your Lover de los Fratelli La Bionda, un verdadero himno del amor futurista. Sí, el ítalo-disco es mucho más profundo de lo que parece.
Invisible, estudio de Silva, es un espacio multidisciplinar, oculto a primera vista, donde las personas llegan para experimentar. Es una entidad que busca equilibrar el trabajo diario entre investigar, abrir y concretar soluciones para empresas.
Mirar al abismo del futuro implica impulsar un constante movimiento disruptivo que nos insta a abrazar la divergencia como filosofía de vida, indagando en lo cultural. Si todo esto te parece extraño, es porque no es convencional. Silva , como diseñadora de futuro, pone en práctica el think out of the box, una frase que muchos repiten sin entender realmente qué significa.
Cuando la gente se pregunta qué quiere decir eso de pensar fuera de la caja, los diseñadores del futuro viven en primera persona esa dualidad de adrenalina y temor que supone mirar hacia lo desconocido. Por ello, cree que un estudio de diseño debe ser un agente de cambio, capaz de revolucionarte tal como lo hace un buen libro. No uno que te diga exactamente qué hacer ofreciéndote una solución definitiva, sino uno que te inspire.
En una sociedad que valora lo racional y lo tangible, estos profesionales son verdaderos guardianes de la revolución creativa, dispuestos a fomentar lo conceptual y lo abstracto con una sólida base lúdica. Son las personas que necesitamos para contrarrestar la tendencia hiperracionalista donde todo se explica y se defiende con principios irrefutables que no dejan espacio para la creatividad y el juego inesperado.
No se trata de oponer lo real a lo surreal, ambos son aspectos de la misma existencia humana. Como bien dice Ken Wilder en La consciencia sin fronteras, resumiendo la esencia de la mayoría de las religiones y disciplinas orientales, toda dicotomía es una visión occidental de la vida, mientras que ser consciente implica entender que somos un todo.
Lo mismo ocurre con la creatividad, que es tanto racional como emocional, es real y surreal a la vez porque abarca la esencia del ser humano, tan previsible como inesperada. En este sentido, creo que los diseñadores de futuro tienen la maravillosa habilidad de borrar las fronteras entre lo real y lo imaginario, generando un movimiento infinito que anula la linealidad del tiempo. Hablar con cada uno de ellos, al igual que ya hice con Joel Blanco, es encontrar trazos de los dibujos imposibles de Escher, vislumbrando fragmentos de hipótesis de algo que aún está por escribirse.
En el ámbito de investigación del futuro, los profesionales se suelen preguntar sobre las imágenes mentales de cada uno y a menudo se detecta que, al pensar siempre en lo mismo, tenemos una visión individual colectiva bastante limitada. Por eso, una figura clave en esta forma de pensar es alguien como Buckmister Fuller y todo lo que ha aportado durante el siglo XX al diseño, el urbanismo y la arquitectura con sus estructuras sistémicas y su visión divergente de abordar la existencia como un todo. Esta visión sistémica e innovadora se complementa muy bien con la perspectiva lúdica que Bruno Munari tenía de la creatividad y el diseño. Ambos aspectos son características fundamentales de los futuristas actuales cuyo ADN está compuesto por la necesidad de jugar sin miedo y explorar nuevos escenarios imaginarios.
Durante un desayuno, Silva me compartió su visión al respecto: “Tengo la sensación de que en nuestro país innovamos poco porque estamos demasiado sometidos por las exigencias del mercado. Pensamos en innovar para satisfacer una necesidad productiva, pero no contamos con sitios y laboratorios orientados al mero juego bajo la idea de que el dinero invertido se recupera”.
Es así como decidió crear ese laboratorio experimental en Invisible, estructurando su esencia con espacios agradables que le permiten jugar con ciertos clientes y guiarlos a través de una experiencia pedagógica para descubrir lo sorprendente que resulta abrirse a cambios y descubrir algo inesperado y enriquecedor. Pensar de manera diferente la llevó a crear iniciativas como Scenes, aún quedan días de verano, una cena futurista donde puedes comer un artefacto comestible, basado en la idea de un escenario futuro en 2100. Durante la cena, los comensales descubren y conversan sobre temas como el aumento de las temperaturas y el calentamiento global, descubriendo puntos de vista distintos y heterogéneos.
En este momento histórico, hay dos aspectos a considerar. Por un lado, el diseño atraviesa una época en la que no se teoriza a sí mismo. Comprender esto implica sumergirse en la complejidad para poder manejar muchos códigos que resuelvan problemas. Por otro lado, muchas iniciativas divergentes en España nacen en el corazón de la empresa privada y hay pocos espacios públicos que fomenten esta forma de actuar y pensar. El Medialab Matadero, por ejemplo, es uno de esos espacios tan necesarios para que cualquier tipo de persona pudiera acercarse en la cotidianidad a lo disruptivo.
Romper el molde de lo real para crear entornos más surreales, donde el juego invade el hiperrealismo y deja espacio para imaginar escenarios diferentes, es fundamental para tener una sociedad mentalmente sana. No todo se puede buscar en un video de YouTube, ni se puede esperar que siempre haya una explicación para todo si eso implica una búsqueda constante de seguridad. Los asentamientos ancestrales sabían que el mundo no puede ser el reflejo de un pensamiento único, por eso utilizaban la figura del chamán. Del mismo modo, los antiguos griegos creían que los locos eran los detentores de la verdad. Lo sabe la naturaleza, que prospera en ecosistemas variados donde cada planta, espora o ser vivo aporta algo diferente. Los diseñadores de futuro lo saben también, a pesar de que el ser humano se empeña en olvidar una parte fundamental de su existencia y alejarse del pensamiento creativo.
La labor de Stef Silva es vital en la construcción de un mundo donde la incertidumbre del futuro no sea motivo de miedo, sino de exploración y descubrimiento. A través de su trabajo, nos invita a desafiar nuestras concepciones de lo posible y a imaginar una vida en el que lo surreal y lo real coexisten, donde la racionalidad y la emoción se encuentran, y donde la creatividad y la innovación se valoran tanto como la productividad y la eficiencia.
En definitiva, si dejamos de pensar que el futuro es un abismo oscuro y aterrador, tendremos la oportunidad de jugar con un cambio de paradigma y una perspectiva nueva, menos aterradora y abierta al descubrimiento. Algo invisible se nos hará evidente porque hemos aceptado ser parte de lo inevitable. La creatividad es como un sherpa que nos ayuda a pasar por un recorrido difícil y a veces intransitable, pero placentero, que nos llevará a ver las cosas con otra perspectiva.
*Francesco Maria Furno, es fundador del estudio de diseño Relajaelcoco. También es profesor en el Instituto de Empresa en Madrid y en Segovia. Se ocupa del diseño de marcas y estrategia y le fascina la cocina como acto social.