Hace apenas una década, la energía nuclear parecía destinada a desaparecer. Al devastador accidente de Fukushima, que volvió a recordarnos cuáles eran los riesgos de esta fuente de energía, se sumaba el auge de las renovables, que algún día podrían llegar a sustituirla. Al menos en Europa, la demanda eléctrica estaba estancada debido a una progresiva desindustrialización, y los planes para desmantelar las centrales envejecidas estaban en marcha.
De pronto, las cosas empezaron a cambiar. Primero vino la guerra en Ucrania, las sanciones a Rusia y la escalada de precios energéticos. Después, la Unión Europea, en una decisión polémica, incluyó la energía nuclear en su taxonomía de fuentes verdes. Ahora, en 2024, esta fuente de energía encuentra en los gigantes tecnológicos un aliado inesperado.
El insaciable apetito de energía de sus centros de datos, que según Goldman Sachs se va a incrementar en un 160 % de aquí a finales de la década, junto con la urgente necesidad de reducir su huella de carbono, ha disparado el interés por fuentes de energía sin emisiones.
A principios de año, en Davos, Sam Altman dejó claro que el futuro de la IA generativa requería una revolución en las tecnologías de generación eléctrica. Esta premonición está detrás de sus inversiones en empresas como Oklo, especializada en reactores modulares pequeños (SMR, por sus siglas en inglés).
Estos reactores son «pequeños» en términos comparativos, ya que ocupan una fracción del espacio de una central nuclear convencional. Son «modulares» porque sus componentes se fabrican por separado y luego se ensamblan. Finalmente, son «reactores», porque utilizan la fisión nuclear para generar calor y producir energía.
El interés de los gigantes tecnológicos por los SMR no es casual. Estos ofrecen ventajas como la posibilidad de ubicarlos cerca de los centros de datos, por muy remoto que sea su emplazamiento. De hecho, pueden llegar a operar desconectados de la red eléctrica. Aunque son más pequeños que una central, su potencia puede alcanzar máximos de 300 MW, pero también pueden utilizar microreactores, de menor capacidad y más adecuados para el consumo de un centro de datos convencional. Sobre el papel, su construcción es más rápida y económica, debido a que sus partes están prefabricadas. Además, su capacidad es escalable, lo que permite que puedan adaptarse a futuros incrementos de demanda.
Todas estas ventajas han resultado irresistibles para los gigantes tecnológicos, que en octubre anunciaron dos alianzas que marcan un hito para el mercado de SMR casi seguidas. En primer lugar, Amazon firmaba una alianza con X-energy, especialista en la construcción de SMR, y Energy Northwest. En una primera fase, se espera construir cuatro reactores pequeños con capacidad total de 320 MW, pero con la posibilidad de ampliarse a 920 MW en fases posteriores. El segundo anuncio ha venido de la mano de Google, que ha encargado siete de estos reactores a Kairos Power, con una capacidad total aproximada de 500 MW. Se espera que el primero entre en funcionamiento en 2030, al que se irán añadiendo los demás antes de 2035. Estos dos anuncios se suman a la intención declarada recientemente por Larry Ellison (Oracle) de utilizar también reactores pequeños. Otros gigantes tecnológicos, como Microsoft, también están apostando por la energía nuclear, tanto a través de SMR como mediante enfoques más disruptivos, como la fusión nuclear, en colaboración con Helion Energy.
A nivel global, este resurgimiento de la energía nuclear también tiene una lectura geopolítica. El liderazgo en IA no solo se juega con los chips de última generación. Ahora el campo de batalla se ha ampliado a las fuentes de energía.
Así, mientras todo esto sucede en Estados Unidos, China está inmersa en su propia carrera por desplegar reactores nucleares. De hecho, recientemente su Gobierno ha aprobado la construcción de 11 de ellos en cinco ubicaciones diferentes. La inversión comprometida supera los 31.000 millones de dólares, y estarán operativos en cinco años. Estos se suman a los 56 reactores que ya están en funcionamiento. Una vez que añada la nueva capacidad, China habrá superado a Francia y a Estados Unidos (España ocupa el décimo puesto por capacidad instalada a nivel mundial), convirtiéndose en el mayor generador de energía nuclear del mundo para 2030.
Con este contexto de fondo, el pasado septiembre, OpenAI presentó una propuesta en la Casa Blanca para construir una docena de centros de datos con una capacidad de 5 GW y una inversión superior a los 100.000 millones de dólares. La iniciativa, recogida en un informe titulado «Infrastructure is Destiny«, y apoyada por los principales actores de Silicon Valley, sitúa a los centros de datos en el centro del crecimiento y la competitividad global del país, y compara su importancia con lo que supuso el despliegue de la infraestructura de telecomunicaciones de los años 90.
Está claro que hemos entrado en una fase de expansión de la infraestructura digital donde la energía se convierte en su principal cuello de botella. Pero, a grandes males, grandes remedios: la energía nuclear, con sus reactores modulares pequeños, ha recuperado el encanto que ya había perdido, para iluminar el futuro de la IA.