Elon Musk ha aireado por doquier su apoyo a Donald Trump en las elecciones de noviembre en Estados Unidos. En una de sus acometidas en su feudo particular, Twitter (aún queda raro llamarlo X), el cofundador de Tesla y de SpaceX animó a Vinod Khosla, cofundador de la pionera de la informática Sun Microsystems, a apoyar al candidato republicano. El comentario terminó en altercado virtual y visceral.
Khosla, conocido demócrata, replicó que no apoyaría a alguien “sin valores, que miente, engaña, viola y degrada a las mujeres y odia a inmigrantes como yo”. De origen indio, nacido y criado allí, Khosla añadió sobre Trump: “Puede que él recorte mis impuestos o limite alguna regulación, pero no hay ninguna razón para aceptar la depravación en sus valores personales”. Y a esta legendaria figura de Silicon Valley, presente desde los años 80 e impulsor también del fondo de inversión Khosla Ventures, le contestó precisamente el que fuera compañero suyo como cofundador de Sun Microsystems, Scott McNealy, de simpatías republicanas. Vino a decir que Trump y su antiguo colega “estarían de acuerdo en muchas cuestiones importantes”. Khosla afirmó que casi vomita al sentirse comparado con el candidato republicano. Por estos y otros mensajes se llevó el calificativo de “trastornado” de parte de Elon Musk.
A medida que se acercan las elecciones, las pullas entre socialités tecnológicas van en aumento. Uno de los inversores más influyentes de Silicon Valley, David Sacks, que inyectó capital en Facebook, Uber, Airbnb o SpaceX, acogió en su mansión una campaña de recaudación de fondos para Trump. En esto, el CEO de Box, compañía de almacenamiento en la nube, sugirió que el inversor debía estar intoxicado con jarabe de la tos para apoyar al republicano.
Estos rifirrafes, que se han sucedido en los últimos meses, reflejan el ambiente de fractura que hay en Silicon Valley. Un espacio que en estas elecciones se halla especialmente polarizado. Desde los años 80, en el estado de California dominan los demócratas, pero ahora han aflorado simpatías divergentes. Los dos bandos tienen dientes y se muestran animosos.
El cofundador de LinkedIn, Reid Hoffman, organizó una recaudación de fondos para Kamala Harris que superó los 13 millones de dólares. Él mismo habría donado más de 10 millones en apoyo del esfuerzo demócrata. Hoffman pertenece al grupo de pioneros que alumbraron y trabajaron en PayPal en los primeros momentos. Lo hizo junto al mencionado inversor David Sacks, a Elon Musk y a Peter Thiel, que apoyan al bando republicano. Aunque el último de ellos, tras favorecer a Trump en momentos pasados, ahora se ha posicionado en su contra. Si bien ha colaborado en el ascenso del candidato republicano a vicepresidente JD Vance.
Los dos fundadores del fondo de inversión Andreessen Horowitz (entre sus éxitos se cuentan Facebook, Twitter o Airbnb) han expresado claramente su apoyo a Trump. Bradley Horowitz, uno de ellos, incluso mudó sus simpatías de demócratas a republicanos. Ambos recelan de las intenciones impositivas y regulatorias de una futura Administración Harris. La candidata ha expresado su apoyo a una propuesta fiscal del presidente Joe Biden que busca grabar con impuestos las ganancias no concretadas, como acciones de Bolsa no vendidas o inversiones en startups, para las fortunas superiores a los 100 millones de dólares.
Marc Andreessen, el otro cofundador de la firma inversora, señaló que la medida haría inviable el surgimiento de startups. Y otras personalidades, como el propio Musk, se han mostrado en contra de la propuesta. No sorprende, porque el cofundador de Tesla se jacta de no percibir suelo en las compañías que dirige. Su fortuna se basa en sus acciones y con parte de ellas financió préstamos bancarios de 13.000 millones de dólares para la compra de Twitter. Si se lleva a cabo, la medida provocaría un cambio fiscal significativo para los multimillonarios. Según un informe de la Casa Blanca, las 400 familias más ricas de Estados Unidos pagan una tasa de impuestos del 8,2%, varios puntos por debajo del ciudadano medio.
Aunque esta propuesta escuece en todas direcciones. Mark Zuckerberg, CEO de Meta o Jeff Bezos, cofundador de Amazon, mantienen un perfil político bajo pero la mayor parte de su fortuna está en acciones. Quien sí decantó sus simpatías ha sido Sheryl Sandberg, ex COO de Meta y la segunda persona más poderosa de la compañía durante años. En un post de Instagram aparece fotografiada con Kamala Harris. A este bando también se suma el cofundador de Netflix, Reed Hastings, que donó públicamente a la campaña de la candidata demócrata.
Harris ha ayudado a Biden a diseñar la regulación de la inteligencia artificial en Estados Unidos, un marco aún poco claro pero que los gigantes tecnológicos no quieren estrechar. Tampoco ha sentado bien la política antimonopolio de estos cuatro últimos años. Bajo el gobierno actual, Microsoft, Google o Amazon han contenido sus ansias de comprar startups y otras compañías para no incurrir en conflictos con el regulador de la competencia.
Trump, por su parte, ha sido crítico con las grandes tecnológicas, especialmente con Meta, que lo baneó de Facebook e Instagram tras el asalto al capitolio en enero de 2021. Esto dio como resultado un giro en su política en torno a TikTok, una aplicación cercada durante su mandato presidencial. Sin embargo, ahora Trump se opone a la prohibición de la app china en Estados Unidos porque ello favorecería a las plataformas de Meta.
En esta precampaña electoral hay de todo. Incluida la ausencia de demócratas de la Vieja Guardia, como Mark Benioff, CEO de Salesforce, que sonó como candidato a vicepresidente para Hillary Clinton. El directivo rebajó su tono con la candidatura de Biden y apenas se ha significado en la vorágine de los últimos meses. Quienes sí se han hecho notar son inversores y emprendedores vinculados a las energías verdes, voces en contra del apoyo de Musk —Tesla es el estandarte del coche eléctrico y de una futura movilidad sostenible— a Trump, que niega el cambio climático.
En la bronca no faltan las criptomonedas. Invitado a la fiesta por Donald Trump, el sector ahora trata de cortejar a ambos candidatos. El republicano, escéptico durante su presidencia ante los criptoactivos, se ha convertido de repente en su gran valedor. Tanto que dio una keynote durante el evento Bitcoin 2024, celebrado en julio en Nashville. Buscaba un caladero de votos en uno de los encuentros más importantes de este sector en todo el mundo. Aunque de otra parte ha surgido un grupo denominado Crypto4Harris (cofundado por el multimillonario Mark Cuban) con el fin de aproximar la causa demócrata a Bitcoin y sus aderezos.
Todo este mejunje de tensa dicotomía se decantará el próximo 5 de noviembre, cuando se celebren las elecciones en Estados Unidos. Su resultado es tan incierto como lo son las fisuras que pueden quedar abiertas en un sector poco dado hasta ahora al enfrentamiento político.