¿Soy el único que está harto de llegar a un restaurante a las 23:35 con la intención de cenar y que me diga el empleaducho de turno que la cocina está cerrada? ¿Soy el único harto de que me pongan mala cara cuando salimos a tapear en grupo y no dejamos propina? ¿Soy, de verdad, el único harto de que le sirvan los cubatas sin generosidad, sin que la ginebra sobrepase el primer hielo? Sé que no, ni mucho menos, y por eso hoy es un gran día para nosotros, la clientela, para los que siempre llevamos la razón. A lo largo de este corto siglo XXI han sido muchas las empresas que han invertido millones en investigación con el bellísimo objetivo de hacer la hostelería un sector más eficaz y eficiente para la sociedad. A través de los AMR (Autonomus Mobile Robots) y los AGV (Autonomus Guiade Robots), más conocidos como Pudu, Delibot o Cacahuete, según el nivel de familiaridad que tengamos con ellos, las tareas más básicas de recogida y reparto de platos están siendo poco a poco delegadas en estos simpáticos compañeros de comanda.
Sin embargo, vayamos con la verdad por delante, la clientela está bastante escaldada de tratar con humanos ojerosos, algo acelerados, de atención intermitente y, a veces, luciendo restos de comida en el uniforme. Por no hablar de su incapacidad para soportar el hambre o las ganas de ir al baño. José Luis Yzuel, presidente del Club de Hostelería de España, lleva toda la razón: la hostelería es un trabajo de media jornada clásica, de doce a doce, de toda la vida. ¿Qué es eso de la conciliación familiar? ¿Qué es eso de cerrar cuando aún se pueden tirar un par de jarras de cerveza y se puede apurar la bandeja de pipirrana? ¿Cómo se concibe que alguien de cocina quiera apagar la plancha antes de la medianoche? Toda la clientela deberíamos gritarlo al unísono: ¡En mi hambre mando yo!
Digo que hoy es un gran día porque la compañía española GROKT Development (Get Rich or Kill Triyin´), tras un lustro de análisis de mercado, poniendo especial empeño en igualar su tecnología con la de las empresas más punteras de Japón y Corea del Sur, ha presentado su camarero robótico definitivo: el XPLT ME–247. El prototipo es un modelo humanoide de 1´65 metros de altura equipado con un doble eje de ruedas traccionadas cuya capacidad de adaptación al medio está inspirada en los mismos buggies que atraviesan desiertos y empedrados durante el Dakar y otras competiciones de motor por parajes accidentados. Tal es su aerodinámica que es prácticamente imposible que el cliente tenga tiempo de reclamar su tercera copa de verdejo o el salero que necesita para aderezar la ensalada. Pese a la velocidad frenética a la que se desplaza, gracias a un complejo sistema de ultrasonido y escaneo espacial, el XPLT ME-247 registra la presencia de todos los hijos e hijas de la clientela que pululan sin control por los locales. No tropieza con ninguno, no derrama una sola gota sobre sus jerséis de croché y tampoco choca con las patas de las tronas cuando éstas entorpecen la circulación. Su tren inferior redirecciona automáticamente el movimiento, algo especialmente difícil para un camarero humano que debe pensar y decidir si avanza o retrocede ante la mano alzada de Manolo, el cliente habitual que, como todos sabemos, paga su sueldo.
Las ventajas del invento, cómo no, son también fiscales. Aunque su consumo de electricidad es alto, pues las baterías del XPLT ME-247 necesitan más de cinco horas de carga ininterrumpida para un funcionamiento óptimo, el prototipo no precisa ser dado de alta en la Seguridad Social. Por fin la empleada de turno no podrá aducir endometriosis o un embarazo para solicitar una baja. Por fin nuestros empresarios no tendrán que preocuparse por los engorrosos papeleos que supone imprimir y firmar contratos por el convenio mínimo y, por supuesto, hacerlos llegar a la gestoría. Pagar IRPF sólo produce estancamiento en el ocio infinito que oferta nuestro país, eso lo sabe bien GROKT Development. En pocas palabras, es el remedio perfecto para la realidad empresarial en la que vivimos.
La revolución de XPLT ME-247 ha venido a salvaguardar el honor y la merecida fama de la hostelería española. Ha eliminado la queja perpetua del empleado que pretende cobrar sus horas extra, la nocturnidad, la festividad, las vacaciones. Ha tirado por tierra las exigencias de la Prevención de Riesgos Laborales. Este robot no conoce el dolor ni el cansancio, no puede lesionarse por más bandejas que lleve a mesa, por más terrazas que monte y desmonte, por más vasos que se rompan entre sus manos. Su presencia va a hacer de la hostelería el negocio más redondo de todos los posibles y sin un solo cliente insatisfecho.
¿Cómo podría Yolanda Díaz reducir la jornada laboral de algo que no conoce los horarios? Los restaurantes y tascas podrán estar abiertos hasta el amanecer y más allá. No hará falta alimentarse de kebabs, pizzas, milanesas, salchipapas y demás engrudo salvavidas de la noche. Nadie tendrá que engullir como arrojado en cualquier portal o acera alejando una salsa chorreante de sus ropas. Podremos ir al taburete, acordarnos en la barra y dar dos palmadas para comernos a las cuatro de la madrugada si apetece (porque apetece) un entrecot poco hecho o un buen calamar espetado. XPLT ME-247 estará más que presto a cumplir con nuestro mandato. No nos recibirá con gesto torvo ni querrá que nos marchemos para barrer, fregar, limpiar los baños y apagar las luces e irse a su casa a descansar para la siguiente jornada. Además, le será indiferente, por supuesto, que le demos o no las gracias por el servicio porque sólo está haciendo el trabajo que se le ha encomendado. Vaya horizonte se nos dibuja a quienes sabemos disfrutar de con nocturnidad y gastronomía. ¿Cómo va a competir un ser humano con ese ahorro de empatía, con esa predisposición inconsciente?
XPLT ME-247 está concebido para hacer frente a cualquier tipo de territorio hostelero. Es imbatible en el cáterin y en el chiringuito; su diseño lo hace inmune a toda gama y versión de los chistes de cuñao. Su risa polifónica corresponde cualquier versión de los mismos y su oído absoluto le permite comprender el pedido hasta del más borracho de los invitados al convite opacando el estruendo de la música y la cocina que lo rodea.
No has visto a nadie servir churros y cafés con tanta habilidad a primera hora de la mañana como a XPLT ME-247. No has visto a nadie descorchar botellas con esta precisión ni preparar seis Negroni a la vez con seis grados distintos de amargor entre ellos. No has visto a nadie arrostrar con tanta entereza las quejas y preguntas de aquello que los camareros humanos llaman clientes “especialitos” o “tiquismiquis”. XPLT ME-247 no está programado para despreciar la falta de cortesía y sentido común. Es el perfecto ejecutor de la buena mesa, el mejor aliado de nuestra Marca España.
Váyanse al parque o a donde quieran vaguear todos aquellos humanos que pretendan ser empleados de la hostelería sin asumir que no descansarán dos días seguidos, ni podrán disfrutar de días de asuntos propios, ni de horarios flexibles que le permitan estudiar, ni conseguir una prestación por desempleo digna, ni comer a una hora en que ya haya comido todo el mundo menos ellos. XPLT ME-247 no tendrá miramientos pues su objetivo es imparable: que sigamos siendo el paraíso del ocio favorito de Europa y a mucha honra. Le pese a quien le pese, España necesita verdaderos profesionales de la hostelería para seguir siendo la que es, no personas con derechos laborales y aspiraciones en la vida.