¿Se imagina ser un icono internacional en la industria de la moda y que su maleta se pierda justo antes de una gran conferencia? Eso fue lo que le pasó a la emprendedora especializada en estilo de vida sostenible y fundadora y CEO de MetaWear, Marci Zaroff, justo antes de su visita al South Summit en Madrid. Más que moda, la empresaria promueve una filosofía de respeto y cuidado al planeta y a las personas en algunas de las, paradójicamente, industrias más contaminantes y consumistas: la ropa y la alimentación.
Desde que acuñó el término ‘ecofashion’ en 1995, Zaroff ha liderado multitud de iniciativas para transformar ambos sectores y, aunque confiesa que durante muchos años prácticamente la tildaban de loca, el último relevo generacional de los zeta está logrando que la moda se vea obligada a volverse sostenible. De hecho, cree que si algunas las marcas que no lo han hecho ya es porque viven presas de los propios modelos de consumo rápido que ellas mismas han alimentado.
Dado su enorme compromiso con la sostenibilidad en la moda, ¿cómo ha elegido dónde comprar su atuendo para hoy en un momento de tanta urgencia? ¿Qué características ha priorizado?
Pensaba buscar en un par de sitios, pero creo que el universo fue bueno conmigo. Di la vuelta a la esquina de mi hotel, vi este vestido en el escaparate de Borow y entré. Mi sorpresa fue que, cuando dije que quería comprarlo, me contestaron que solo se podía alquilar, y pensé: “¡Gracias! ¡Mucho mejor!”. Soy una gran fan de alquilar ropa, soy embajadora de Rent the Runway desde que empezaron. El sector del alquiler de ropa es uno de los más disruptivos de la industria.
La moda en el metaverso no va a suplantar a la moda física
Claramente representa una opción ideal para evitar consumir recursos. De hecho, la mejor forma de ahorrar es no consumir. Sin embargo, aunque en su charla ha hablado mucho de economía circular y sostenibilidad, no ha dicho nada sobre reducir el consumo de ropa.
Bueno, todo lo que tiene que ver con el alquiler, la reutilización, la reparación y el intercambio son formas de reducir el consumo. La gente siempre va a querer comprar ropa, así que se trata de comprar de manera diferente, de la circularidad. Claramente tenemos que apostar por comprar con más calidad, tenemos que tender hacia la moda lenta en lugar de hacia moda rápida [fast fashion], debemos buscar la intemporalidad. En lugar de lanzar 52 temporadas al año tenemos que producir menos, pero también tenemos que buscar estrategias para mantener el producto en el sistema en lugar de en un armario, porque ¿cuántas cosas has comprado que no te pones? Hay que cambiarlas o donarlas. Por eso tenemos una aplicación de reventa para que los consumidores puedan dar una segunda vida su ropa.
Su discurso sobre la ropa sostenible se centra en que no hay necesidad de elegir entre moda y ecología, en que se puede tener todo. Cuando lo cuenta, parece muy sencillo e incluso rentable. Entonces, ¿por qué no lo hacen todas las marcas?
Las cadenas de suministro en la industria de la moda son increíblemente complejas, una prenda puede cambiar de manos 10 veces desde que el agricultor produce la materia prima hasta que el usuario final la compra. Hay muchísimas capas y, a medida que asciendes por ellas, suelen aparecer intermediarios. Hay muchos puntos de contacto, así que la cadena de suministro resulta bastante difícil de navegar, sobre todo si no lo haces de forma sostenible.
Y si ahora una marca quiere volverse sostenible, el proceso es mucho más difícil. Tiene que ser muy cuidadosa porque el proceso está sujeto a errores y, si empieza a anunciarse como empresa sostenible, pero esa afirmación no está respaldada por sus acciones, puede acabar comida viva por el consumidor actual.
Las marcas de ropa que ahora quieren ser sostenibles lo tienen más difícil
Creo que un montón de grandes marcas y minoristas lo están intentando, pero tienen miedo tienen miedo de hablar de ello porque el 99 por ciento de lo que hacen todavía no es así, así que están siendo muy cuidadosos. Pero toda la industria está comprometida con la sostenibilidad en este momento, simplemente no saben cómo hacerlo, qué preguntas hacer o dónde buscar.
Por eso empecé MetaWear, para ser un proveedor de soluciones que, como Intel, puede ayudar a navegar por la cadena de suministro y por todas las complejidades en torno a la sostenibilidad, trayendo no sólo fibras y materiales sostenibles, sino también innovación. Impulsamos las nuevas tecnologías en torno al proceso de fabricación ética, al uso de energía renovable y los residuos cero y, en definitiva, a ser más eficientes en nuestros modelos de producción. Es un modelo verticalmente integrado que encuentra a las empresas y marcas en su estado actual para ayudarlas en un viaje en el que hay muchos puntos de contacto y muchos riesgos.
Aunque creó su empresa hace una década, es inevitable que su nombre recuerde a Meta.
¡Sí! A veces me pregunto si debería cambiarlo [risas].
Más allá del nombre, he visto casos de prendas virtuales de lujo agotadas, pero nadie puede llevarlas puestas en el mundo real, lo que supone un consumo de recursos para producir un bien que no cumple su función. ¿Qué opina de la moda en el metaverso?
Todavía estoy averiguando qué significa el mundo de la ropa virtual, lo cual es muy emocionante. Estoy aprendiendo sobre las diferentes tecnologías, como Dressx, que es una empresa basada en el concepto de armario virtual. Y cuando hablamos de NFT y de metaverso, creo que va a conseguir dar al consumidor una vía para ser más eficiente, para probarse las prendas, para cambiar de ropa en sus redes y canales sociales. Pero no va a suplantar a la moda física. Hay la intersección de lo físico y lo virtual que permite reducir nuestro consumo. El mundo virtual permite comprar menos porque tenemos más versatilidad, podemos tener más ropa y divertirnos más en él con algo nuevo cada día, sin necesidad de fabricarlo y comprarlo en el mundo real.
Luego, en el mundo NFT, lo realmente interesante es que podemos impulsar la producción bajo demanda. Podemos tomar los archivos de arte y NFT de artistas y convertirlos en moda, esto permite crear nuevas marcas sin todo el desperdicio. Es algo que estamos explorando en nuestra asociación con Corny. La producción lean se basa en crear archivos digitales que el cliente compra para fabricar bajo demanda. Aunque todavía no lo hemos conseguido, porque la robótica está todavía muy atrasada. Pero la oportunidad es infinita, debemos averiguar cómo usar la tecnología para impulsar la producción bajo demanda. Es un lienzo en blanco.
Toda la industria está tratando de averiguar qué hacer en el metaverso y todas las empresas están explorándolo. Es como cuando nacieron las redes sociales. Nadie podía imaginarse cómo Facebook e Instagram acabarían conectados a todo, y ahora es lo más normal. Creo que el metaverso va a ser así, pero aún no estamos en ese punto.
En su charla ha mencionado su granja textil de la India, ¿cómo encaja la sostenibilidad en un esquema en el que cultiva allí y luego traslada el producto a EEUU?
Estamos haciendo un proceso de 3 fases. En la fase 1, hacemos fabricación de llave en mano en la India, cosechamos y lo sacamos fuera a través de toda la cadena de suministro integrada verticalmente en el país para producir prendas al completo. Luego conectamos toda la historia con blockchain a través de códigos QR en los productos. Esto permite empoderar al consumidor y comprometerlo a viajar por la cadena de suministro con nosotros y aprender sobre el viaje de su producto, su huella de carbono y quién lo hizo, conocer a los agricultores, a los trabajadores de la fábrica, y todo gracias a blockchain.
Intenté llevar todo esto a EEUU durante años. Pero los costes son enormes y los sistemas están totalmente rotos. Necesitamos una forma más eficiente de producir prendas en EEUU, pero la integración vertical solo está empezando. En la India, aunque no se haga todo en la misma fábrica, como el hilado del tejido o la impresión de la tinta, todo lo hace un primo o un tío o un hermano. Todos trabajan juntos. Entonces, en la fase 2 vamos a producir en la India y, luego, a hacer la impresión en la demanda en EEUU. Y en nuestro blockchain vamos a empezar a en recopilar datos de impacto de las granjas y fábricas, datos de consumo de agua, de residuos, de emisiones de carbono, de uso de la energía.
Y en la fase 3, lo único que haremos fuera será convertir el algodón en hilo. Luego lo enviaremos a EEUU y todo lo demás se hará allí a través de la producción de la demanda. Ahí es donde entra el mundo virtual, porque el cliente utiliza una imagen para elegir un producto que no se ha producido. Nos estamos moviendo hacia el aprovechamiento del poder del mundo virtual para impulsar el mundo físico a través de la producción a demanda. Todo esto está dirigido por alta tecnología, sí, y la próxima frontera va a ser la robótica, pero no estamos allí todavía, no hay robótica en este momento.
Han pasado casi 30 años desde que acuñó el término ‘ecofashion’ en 1995. ¿No tiene la sensación de que la industria no ha cambiado prácticamente nada desde entonces?
La demanda de transparencia y la rendición de cuentas que se ha producido gracias a Internet ha sido el primer capítulo en el viaje hacia ser más conscientes. El gran punto de inflexión han sido la mezcla de las nuevas demandas de los consumidores de las generaciones más jóvenes y la aparición de tecnologías que permiten mejorar la transparencia, la trazabilidad y todos estos temas que están ahora en el centro de atención. La innovación permite que la industria de la moda se mueva en una mejor dirección para ser relevante para la próxima generación de consumidores, pero es sólo el principio.
Llevo un montón de años en esto y durante mucho tiempo tuve que golpear un montón de puertas, era una batalla cuesta arriba, yo hablaba de moda ecológica y la gente me miraba raro, pensaban que eran mundos tan dicotómicos que no podían coexistir. Pero sí, puedes tener todo lo que quieras y ser social y ambientalmente responsable, la gente simplemente no lo entendía.
Con la alimentación sí han entendido que se pueden comer alimentos súper sabrosos que también son más saludables y mejores para el medio ambiente. Pero, cuando empecé en alimentación, existía el estigma de que, si algo era saludable, entonces no tenía sabor. Con la moda sostenible pasa lo mismo, existe el estigma de que es beige y aburrida, que carece de estilo o que es cara. Y antes ni siquiera podías saber si realmente era sostenible, ¿cómo ibas a saberlo? Pero, ahora, con toda la innovación y la colaboración de la industria, empiezo a sentir esa tracción, porque estoy siendo impulsada sin cesar, así que sé que, basándome en mi propio viaje, estamos en un momento en el que el juego está en marcha.
Es posible. Sin embargo, la marca Shein abrió una tienda efímera hace poco en Madrid y fue noticia por las colas de gente agolpándose para comprar el mayor número de prendas al menor coste posible.
Esto es como la Guerra de la Galaxias. Es como si hubiera dos bandos, el de la gente atascada en los viejos sistemas que sigue pensando en comprar todo lo que quiere y lo más rápido posible, y la gente que dice que hay que dejar de hacerlo. Y, hasta cierto punto, los vendedores de ropa al por menor son víctimas de sus propios modelos de negocio. Tratan de ser más sostenibles, pero también son la razón por la que estamos donde estamos. Pasamos de cuatro temporadas al año a 52, y el consumidor empezó a sentirlo como algo increíble, podía tener ropa nueva todos los días y tirarla después de usarla, ropa desechable. Pero las redes sociales, los medios digitales y la educación han activado a esos mismos consumidores, quienes ahora quieren entender los impactos humanos y ambientales de esas opciones y se están suscribiendo al movimiento de la revolución de la moda. Y luego está el otro grupo, que sigue atascado en oscuridad y no entiende que cada elección que hace conduce hacia la destrucción masiva y el agotamiento de nuestros recursos de la tierra y el océano.
El consumo rápido se ha expandido a otras industrias como la decoración y la tecnología. ¿Cree que la moda fue la responsable de la tendencia contra la que lucha?
Si hablamos de producción en masa, la comida rápida fue lo primero. Por eso surgió el movimiento de la granja a la mesa, donde hay un grupo de gente que piensa de manera diferente sobre cómo se abastece, compra y consume alimentos, y luego está el otro grupo que sigue haciendo cola en los restaurantes de comida rápida. La moda rápida nació de esta idea de “lo quiero ahora, lo quiero barato”, acceso ilimitado sin pensar qué hay detrás de él. Pero cada vez más industrias se están sumando al modelo de cerrar el círculo, es un renacimiento, porque la gente está despertando y diciendo que ya no quiere comida rápida. Y los vendedores al por menor están luchando por salir de esa trayectoria, pero no han hecho más que empezar.
Antes de devolver su precioso traje alquilado, he leído que en el instituto le dieron un premio a la mejor vestida, ¿qué le diría a su yo de entonces?
Me encanta el término “moda inteligente”, que es la intersección entre la tecnología y la moda, y es el cambio que quería ver en el mundo cuando me lo dieron, pero entonces no sabía nada de eso. Ahí ya era vegetariana, comía comida orgánica, hacía yoga, ya estaba viviendo un estilo de vida más consciente, pero no pensaba en mi ropa. Cuando miro hacia atrás, si supiera lo que sé ahora, me habría dicho: “No pienses sólo en que eres lo que comes, piensa en que eres lo que llevas”.
Sobre la firma
Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.