Imaginen por un momento que la Unión Europea se convierte en influencer. No, no es broma: Bruselas ha publicado un vídeo-tutorial sobre cómo preparar un kit de supervivencia de 72 horas ante emergencias. La protagonista es Hadja Lahbib, comisaria europea de Gestión de Crisis, quien nos recibe en pantalla con un brillante “Bienvenidos a ¿Qué hay en mi bolso? Edición Supervivencia” , emulando esos vídeos popularizados por Vogue en los que las celebridades (desde Rosalía hasta Amaia) vacían sus bolsos ante la cámara para mostrar sus imprescindibles. Solo que aquí los imprescindibles no son pintalabios ni llaves de casa, sino linternas, agua, navajas suizas y raciones de emergencia. El resultado es un clip que ha dejado a muchos con la ceja arqueada: ¿estamos ante un esfuerzo pedagógico o ante el tráiler de una nueva serie postapocalíptica? ¿Os simplemente nos tratan como si fueramos idiotas?
El tono del vídeo sorprende por su aire desenfadado. De fondo suena música de piano suave mientras la comisaria bromea: se pone unas gafas (“superimportante si quieres ver lo que pasa… o no”, guiña) y juega con un mechero haciendo un juego de palabras en inglés (“light… ter”), acompañado de risas enlatadas . Incluso riega una planta con la botella de agua “porque agua es vida”, como si estuviéramos en un sketch de humor. Uno podría pensar que la Comisión Europea ha querido quitar hierro al asunto de la preparación para catástrofes con un poco de humor quirky. Sin embargo, la sensación que deja este miniespacio patrocinado por el apocalipsis es agridulce. Entre chascarrillo y chascarrillo, la UE nos viene a decir: “ten a mano un kit por si ocurre lo peor”. Y claro, en un contexto europeo ya cargado de incertidumbre, el mensajito de marras consigue preocupar más que tranquilizar.
La reacción del público no se hizo esperar. En España, muchos usuarios en redes tuvieron que frotarse los ojos: ¿era real este vídeo o una parodia de El Mundo Today? De hecho, abundaron comparaciones con la ciencia ficción distópica de Black Mirror o Years and Years. Hubo incluso quien celebró el intento fresco de comunicación (“¡bravo por explicar sin alarmismo!” decían algunos), pero por cada aplauso llegaron varias muecas de desconcierto. Cuando las instituciones hablan con tono de TikTok sobre temas tan serios, es comprensible que el mensaje se diluya entre la ironía y el susto. Al final, el ciudadano medio no sabe si reír ante el humor institucional o salir corriendo al supermercado a arrasar con las latas de conserva.
El fin del mundo con risas enlatadas
El problema de fondo aquí es un evidente desliz de comunicación institucional. La intención, suponemos, era buena: llamar la atención sobre la importancia de estar preparados para desastres (sean climáticos, ciberataques o incluso conflictos armados) sin recurrir al pánico. Ya vivimos suficiente panic buying de papel higiénico con el confinamiento. La UE acaba de presentar su nueva Estrategia de Preparación ante crisis, instando a que los hogares tengan lo necesario para aguantar al menos 72 horas sin ayuda externa. Hasta ahí, perfecto y hasta loable. Hay que adaptarse a los tiempos que vivimos y no podemos hacer oídos sordos a las alarmas que llegan.
El fallo está en la forma. Optar por un formato que roza la infantilización –con guiños dignos de un programa juvenil– para hablar de posibles guerras o catástrofes, es cuando menos cuestionable. No somos niños a los que haya que distraer con trucos de magia mientras nos dan una mala noticia. Un ciudadano europeo de 2025, curtido por pandemias, volcanes en erupción, crisis energéticas y titulares de guerra, merece un tono adulto y franco, no un “edulcorante” estilístico que pretende hacer tragable lo intragable.
Hay una fina línea entre informar sin alarmar y banalizar un asunto serio. Es posible que en Bruselas pensaran: “si lo contamos con humor, la gente prestará atención y no se asustará”. Pero la ejecución deja dudas. Paradójicamente, este intento de comunicación cuqui puede generar más alarma a largo plazo. Al ver a una alta comisaria enumerando linternas, medicinas y comida enlatada para sobrevivir, aunque lo haga con una sonrisa, uno no puede evitar preguntarse: “¿Qué no nos están diciendo? ¿Tan mal está el panorama?”. La pieza transmite, subliminalmente, la idea de que algún desastre grande puede estar a la vuelta de la esquina, sembrando una inquietud difusa. Y al envolverse en tono jocoso, el receptor siente que le están tomando el pelo o que le hablan como si no pudiera manejar la verdad. Mala combinación.
La prensa no tardó en señalar esta discordancia. El diario El País calificó el vídeo sin rodeos de “distópico”, recordando su peculiar saludo de “Bienvenidos a ¿Qué hay en mi bolso?” . Y es que distópico es la palabra: pocas veces una campaña de la UE había recordado tanto a un capítulo de sátira política. Imaginemos por un momento un mensaje similar en otros tiempos: sería como si en plena Guerra Fría hubieran repartido folletos de defensa civil con ilustraciones de Mickey Mouse preparando un búnker. Puede que arranque una sonrisa, sí, pero no te lo tomas en serio o, peor, te deja un poso de miedo raro. En comunicación de crisis, los experimentos con gaseosa, mejor en casa. Si la situación es lo bastante importante como para hacer un vídeo, merece tratarse con seriedad informativa, no travestida de meme.
La incertidumbre geopolítica actual obliga a las instituciones a hilar muy fino con sus mensajes. Europa viene encadenando sobresaltos: una pandemia global, una guerra a las puertas (Ucrania), tensiones internacionales variadas, sin hablar del cambio climático que amenaza con más desastres naturales a pesar de que continuemos obviandolo. Los ciudadanos viven en un caldo de cultivo de ansiedad latente. En este contexto, un vídeo oficial sobre emergencias debería, ante todo, empoderar e informar con claridad, no disfrazarse de entretenimiento viral. Eso implica hablarle a la gente como adulta, explicar por qué es prudente tener un kit, qué incluir exactamente, dónde obtener más información, y hacerlo con un tono cercano pero respetuoso. Lo que no suma mucho es disfrazarse de youtuber ingenioso, porque el mensaje corre el riesgo de no ser tomado en serio –o de ser tomado demasiado en serio en el sentido equivocado–. La confianza se gana con transparencia y respeto, no con artificios.
De la desconexión al elitismo: un bolso muy poco europeo
Y hay algo más grave que el tono: este vídeo no hace absolutamente nada por acercar a las instituciones europeas a la ciudadanía. Si ya había distancia entre el europeo medio y Bruselas, ahora hay un filtro de Instagram más. Un vídeo con estética de Vogue, pero con contenido de desastre, solo refuerza la percepción de que las élites europeas viven en una burbuja, jugando a comunicar como si el miedo colectivo fuera un reel más que gestionar.
En vez de generar confianza, el vídeo alimenta la sospecha: ¿se ríen de nosotros mientras nos sugieren que tengamos pastillas, agua y linterna por si Europa colapsa? ¿De verdad alguien creyó que esto haría más cercana a la Comisión? Me cuesta creerlo.
La imagen que deja es la de unos burócratas que, desde su torre institucional, nos explican cómo sobrevivir al caos… con una sonrisa postiza. Y eso, lejos de crear comunidad o empatía, alimenta el escepticismo. La idea de una Europa unida se erosiona también cuando la forma de hablar al ciudadano es condescendiente y caricaturesca.
La confianza no cabe en un bolso
Este pequeño fiasco comunicativo deja una lección clara: en tiempos de incertidumbre, la comunicación institucional debe ser adulta, empática y eficaz. Se puede —y se debe— evitar el alarmismo, pero sin disfrazar la realidad con aesthetic. Preparar a la población para una emergencia no es una trend, es un deber democrático. La ciudadanía agradece que se le hable claro, con información útil y realista, antes que un paternalismo en tono de chiste.
Al fin y al cabo, preparar a la población para lo peor es algo serio. Como diría aquel viejo refrán adaptado a estos tiempos convulsos: más vale ciudadano informado que asustado o engañado. La próxima vez, ojalá la Unión Europea opte por una estrategia que combine serenidad y seriedad, sin necesidad de bolsos sorpresa ni humor enlatado. Porque enfrentar la incertidumbre juntos requiere confianza, y la confianza se construye con comunicación adulta, no con cuentos distópicos para dormir.
Ojalá la próxima vez, la Comisión opte por una estrategia que no parezca sacada de un late night mal editado. Porque la confianza ciudadana no se gana con bolsos ni bromas, sino con claridad, seriedad y un poco menos de distancia.
*Elsa Arnaiz Chico es una voz clave de la nueva generación comprometida con la democracia. Preside Talento para el Futuro, una plataforma de empoderamiento político que trabaja para fortalecer las instituciones democráticas desde la participación activa. Es profesora universitaria, conferenciante TEDx y asesora en organismos internacionales en materias de democracia, educación y juventud. Actualmente colabora con la Global Partnership for Education y analiza cómo el autoritarismo y la tecnología están reconfigurando los derechos y libertades fundamentales a escala global.