El acelerón tecnológico está cambiando el trabajo de múltiples maneras. Por un lado, surge la posibilidad de una sociedad postrabajo, en el que las máquinas hagan las tareas, sobre todo las más repetitivas y menos creativas, las menos humanas (ya veríamos qué pasaría con los humanos desocupados). Pero, entretanto, el trabajo ya está cambiando en su cotidianeidad.
“Lo que llamábamos el futuro ya está aquí, todo ha sido acelerado por la pandemia, y se impone un modelo de trabajo híbrido y flexible posibilitado por la tecnología”, dice Ernest Calvet, vicepresidente del área del Mediterráneo de ServiceNow. Según Calvet, las empresas se están dando cuenta de que la inversión en tecnología ya no es una opción, sino una necesidad. Es preciso facilitar el acceso al trabajo desde cualquier lugar, posibilitar las comunicaciones a distancia, mejorar la coordinación, promover la formación dentro de la empresa y, ya que el componente tecnológico adquiere tanta importancia, cuidar mucho la ciberseguridad, cuya ausencia aumenta la vulnerabilidad de las organizaciones. “Es importante crear modelos de trabajo que generen eficiencia en el empleado, y esos flujos deben de darse en toda la empresa”, señala el experto, “esa eficiencia pasa por facilitar a los empleados el acceso seguro a toda la información desde un solo punto”.
En los tiempos turbulentos que se avecinan atraer el talento y retenerlo será de vital importancia para las compañías. “Para ello hay que facilitar el trabajo, eliminar las tareas redundantes, etc.”, dice Calvet, “por otra parte, estamos hablando de una fuerza de trabajo que va a estar compuesta por millennials y miembros de la generación Z. En 2025 no van a aceptar si no les dejamos gestionar su trabajo, su onboarding, su formación”. Las condiciones laborales en general tendrán cada vez más importancia: tras los meses más duros de la pandemia, millones de trabajadores estadounidenses se replantearon su trayectoria vital y decidieron dejar sus empleos de mala calidad, en lo que se conoce como Gran Dimisión o Gran Renuncia, lo que ha evidenciado ante el empresariado que no todo vale. “Antes el trabajo se consideraba como un medio de subsistencia, pero ahora los empleados también buscan un propósito vital”, dice Alexandra Brandao, responsable global de Recursos Humanos de Banco Santander, “quieren proyectos, quieren experiencias, quieren formación”.
El nuevo panorama laboral requiere perfiles STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés), como confirma la responsable: “La economía y la sociedad se están desarrollando de tal manera que tenemos que estar en la búsqueda de perfiles híbridos que sepan de negocio y también de tecnología, y que son difíciles de atraer”. Curiosamente, a pesar de las oportunidades que se ofrecen, las vocaciones STEM brillan por su ausencia, sobre todo las femeninas, lo que supone un grave problema de cara al futuro, porque serán este tipo de profesionales quienes diseñen ese futuro.
“Tenemos que ocuparnos de la cultura de la empresa”, afirma Brandao. El trabajo puede realizarse desde muchos lugares, pero es importante que se mantenga la colaboración y la creatividad, los liderazgos, el trabajo en equipo, que son los elementos que configuran el ADN de una organización, su inteligencia colectiva. “La combinación de la presencia y la distancia es un gran reto”, añade la experta. En Banco Santander utilizan el análisis de datos no solo para tratar con los clientes, sino también para gestionar a los empleados, para buscar las competencias que faltan, para organizar el talento de forma más eficiente. Los empleados, además, puede acceder a diferentes formaciones, recibir titulaciones y tomar las riendas de su propia trayectoria en la empresa, sobre todo si sus habilidades son copadas por las nuevas tecnologías, cosa que cada vez pasará con más frecuencia.
Esas nuevas tecnológicas son uno de los factores que están cambiando fuertemente el mundo del trabajo, junto con otros como la globalización, la deslocalización y la llegada de millones de personas al mercado laboral global con altas aptitudes, muchos de ellos procedentes de China. “Todo esto genera tensiones enormes en el mercado”, dice el economista Toni Roldán, director del Centro de Políticas Económicas de Esade, “las perspectivas son muy duras”. Según el informe Flexibility at Work, Abrazando el cambio, de Randstad, el 52% de los trabajos en España se podrán automatizar total o parcialmente en los próximos diez años. Los trabajos más resistentes serán aquellos que tengan mayor componente humana, de creatividad y no de rutina. También habrá empleo precisamente en el ámbito de las tecnologías que automatizan el trabajo, como la robótica, el big data o la inteligencia artificial: si nos sustituyen las máquinas, alguien tiene que diseñarlas, programarlas, repararlas.
“Esto puede llevar a nuevos escenarios de precarización”, dice Roldán, “la diferencia de esta Cuarta Revolución Industrial con las anteriores es que está sucediendo a mucha mayor velocidad: no sabemos qué va a pasar”. Hay quien piensa que, como sucedió en otras ocasiones, la nueva tecnología generará empleo para sustituir el que destruye (aparecen nuevas profesiones, desde los youtubers hasta los analistas de datos), pero también hay quien señala que está revolución es diferente, por la citada velocidad a la que ocurre, pero también por las características distintivas de la inteligencia artificial, sus enormes posibilidades para incidir en la vida humana, mucho mayores que una máquina de vapor o un generador eléctrico (que en su día ya tuvieron un enorme impacto). Además, no sabemos si las máquinas enriquecerán solo a sus dueños o se podrá distribuir la riqueza generada por el bien de la especie humana, como plantean los defensores de algún tipo de renta básica.
“Hasta ahora los sistemas de protección social estaban asociados al trabajo de larga duración”, explica Roldán, “ahora que las vidas laborales son precarias habría que ligar esa protección a cada trabajador, no al puesto de trabajo”. Las políticas de formación serán de extrema importancia en un mundo en el que sabemos que será necesario reconfigurarse varias veces a lo largo de la vida. Los Fondos Europeos de Recuperación serán una gran oportunidad para acometer las reformas necesarias en el sistema. “Cuando hay financiación gratis es posible hacer reformas y, al mismo tiempo, compensar a los perdedores de las reformas”, concluye Roldán.
Sobre la firma
Sergio C. Fanjul es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados (Pertinaz freelance, La vida instantánea, La ciudad infinita). Es profesor de escritura, guionista de tele, radiofonista y performer poético. Desde 2009 firma columnas, reportajes, crónicas y entrevistas en EL PAÍS y otros medios.