El mismo día que Rubiales cacareaba sus vergonzosos “no voy a dimitir”, pasó otra cosa que podría sacudir Europa con la misma fuerza que su “piquito” y aumentar aún más el número de cabezas que deberían rodar a causa del machismo. El viernes 25 de agosto las grandes plataformas como X, Facebook, Instagram e incluso Amazon y Booking.com tuvieron que empezar a ajustarse a la Ley de Servicios Digitales (DSA) de la UE, que las obliga a ser mucho más responsables con su funcionamiento y el contenido que alojan.
La nueva norma las obliga, entre otras muchas cosas, a evaluar y poner medidas para evitar “cualquier efecto negativo real o previsible en relación con la violencia de género, la protección de la salud pública y los menores y las consecuencias negativas graves para el bienestar físico y mental de la persona”. Así que, teniendo en cuenta las barbaridades sobre Jenni Hermoso, las futbolistas en particular y las mujeres en general que se han publicado en los últimos días en la anteriormente conocida como Twitter, Elon Musk podría estar sudando tinta ante la que se le viene encima.
A pesar de la falta de concreción del texto, los fenómenos que describe pueden englobarse en mayor o menor medida en lo que ya se conoce como violencia digital de género. Un ejemplo bastante ilustrativo de la gravedad del machismo online es que, “en menos de una década, los delitos de contacto mediante tecnología con menores de 16 años con fines sexuales se han multiplicado por cinco en España”, advertía entre sus conclusiones el informe Violencia digital de género: una realidad invisible, publicado por el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONSTI) en 2022.
Solo el título ya llama la atención al tildar de “invisible” un fenómeno que ya afecta al 18,4% de las mujeres entrevistadas, quienes afirman haber sufrido acoso sexual en Internet en alguna ocasión. Seguramente serán muchas más dado que el estudio insiste constantemente en la falta de estadísticas para entender las dimensiones reales del problema en España. Además, la prevalencia de la violencia online contra las mujeres asciende al 85% a nivel global, según el observatorio especializado de Economist Intelligence, y en Europa, la región con la tasa más baja de todas, la cifra se mantiene en un alarmante 74%.
Especialmente preocupante resulta el hecho de que la edad resulte ser un factor determinante que incrementa las posibilidades de experimentar acoso en Internet. El estudio del ONSTI afirma: “Las más jóvenes, que también son las que más utilizan los servicios digitales, sufren en mayor medida el acoso digital. Más de un 25% de las mujeres entre 16 y 25 años ha recibido insinuaciones inapropiadas a través de redes sociales. Más del 20% de las jóvenes entre 16 y 20 años ha recibido correos electrónicos, mensajes de texto o fotografías sexualmente explícitas que les hicieron sentirse ofendidas, humilladas o intimidadas”.
LA UE EN PIE DE GUERRA
La violencia digital de género se ha vuelto tan perniciosa que el Parlamento Europeo incluso ha querido cuantificar el impacto económico que supone. En concreto, el estrés, la ansiedad y resto de efectos negativos que sufren las mujeres víctimas de violencia digital de género tienen un valor de entre los 49.000 millones de euros y los 89.300 millones de euros para el conjunto de la UE. El informe del ONSTI detalla: “Este coste deriva de la pérdida de calidad de vida de las mujeres, el impacto en su situación laboral al no poder participar en igualdad de condiciones en el mundo digital o la atención médica que requieren”. Y añade: “Esta estimación económica da una idea de la magnitud del problema”.
No obstante, el problema ahí sigue, “invisible” a ojos de la mayoría, pero “inhumano” cuando se vuelve en contra de los agresores, quienes al parecer no se merecen que les señalemos con el dedo cuando deciden ejercer su libertad sobre las mujeres. Pues ya pueden ir acostumbrándose porque, además de que el movimiento feminista cada vez tiene más fuerza para luchar contra el machismo, la UE está trabajando en otra directiva para “acabar con la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica”. Entre otras cosas, “tipificará como delito la ciberviolencia, que incluye: la difusión no consentida de imágenes íntimas; el ciberacecho; el ciberacoso; y la incitación en línea a la violencia y al odio”.
¡Por fin! Aunque el caso Rubiales haya demostrado que el movimiento feminista cada vez tiene más fuerza para plantarle cara al machismo, las mujeres seguimos necesitamos más mecanismos de denuncia y protección que logren librarnos de esta creciente lacra. ¿Qué justicia, seguridad e igualdad podemos esperar en una sociedad que incluso cuestiona unos hechos que están grabados y han sido vistos por millones de personas? Desde luego “un piquito” o un mensaje de contenido sexual no consentidos no son lo mismo que una violación grupal a una menor, pero no por eso dejan de ser acoso, machismo y abuso de poder, y, como Hermoso, tenemos que denunciarlo.
Además del miedo a posibles represalias, no ser consciente de que lo que una está sufriendo es violencia digital de género y desconocer los mecanismos de denuncia provoca que la mayor parte de las agresiones queden impunes incluso en ámbitos laborales y sociales del más alto nivel. Así lo demuestra el hecho de que del 58,2% de las mujeres trabajadoras en los Parlamentos de Europa que han sido objeto de ataques sexistas en Internet a través de las redes, solo el 20% de dichos ataques acabaron en denuncia, según el informe Sexismo, acoso y violencia contra las mujeres en los Parlamentos de Europa.
Ni siquiera hace falta que haya un componente sexual. “En el ámbito concreto de la política se han llevado a cabo diversas investigaciones para analizar la incidencia de la violencia de género digital. Un estudio sobre el acoso online a las personas que presentaban su candidatura al Congreso de los Estados Unidos durante las elecciones de 2020 encontró que las candidatas eran mucho más acosadas a través de Twitter que los candidatos, recibiendo hasta tres veces más de mensajes abusivos”, dice el informe del ONSTI.
En este contexto, el informe señala: “La violencia digital ejerce un rol de inhibidora de la libertad de expresión de las víctimas. Las mujeres con notoriedad pública recurren a la autocensura como mecanismo de defensa ante el acoso online que experimentan, lo que se traduce en su expulsión efectiva del debate público (uno de los objetivos de las personas acosadoras)”. Sin embargo, dado que las formas de violencia digital de género son mucho más amplias, también lo son sus consecuencias. “Si bien la violencia machista digital tiene unas características muy concretas, es muy real y muy física, tanto sus consecuencias como lo que está pasando”, explica la coordinadora de la Unidad de Igualdad de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Maria Olivella.
LIBRES NOS QUEREMOS
¿Se va haciendo ya una idea de todo lo que nos toca aguantar a las mujeres tanto en el mundo físico como el digital? Cuando Eva Amaral decidió cantar a pecho descubierto en el pasado Sonorama Ribera, la caverna mediática la criticó alegando que no había nada que alegar, que las mujeres ya hemos conquistado todos los espacios y que somos tan libres e iguales como los hombres. Pero es que el diablo del machismo también está en los detalles, en los piquitos, en la censura que las redes sociales imponen a los pezones femeninos, pero no a los masculinos, en la sexualización de nuestro pecho, pero no del de ellos, y en los mayores índices de violencia y ataques generalizados que sufrimos las mujeres en la Red.
Lamentablemente, a pesar de todas las alarmantes cifras y los sucesos escandalosos, en lo que a Internet se refiere, solo “estamos empezando a detectar como sociedad qué formas específicas toman las violencias machistas digitales”, añade Olivella . En 2018 el Consejo de Europa definió la ciberviolencia como “el uso de sistemas informáticos para causar, facilitar o amenazar con violencia contra las personas, que tiene como resultado, o puede tener como resultado, un daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico o económico, y puede incluir la explotación de la identidad de la persona, así como de las circunstancias, características o vulnerabilidades de la persona”.
Al hablar de “la persona”, el Consejo de Europa entiende que, por supuesto, también los hombres pueden ser víctimas de violencia digital. Pero, dado somos nosotras las que más la sufrimos, resulta imprescindible aplicarle la mirada feminista para poder atajar el problema. Por eso, ante las cinco categorías en las que la divide organismo, el ONSTI ofrece una descripción para entenderlas bajo el paraguas del género:
- Ciberacoso: amenazas de violencia (incluida la sexual), coacción, insultos o amenazas, difusión no consentida de imágenes sexualmente explícitas.
- Amenazas directas o violencia física relacionada con las tecnologías digitales.
- Crímenes de odio relacionados con las tecnologías digitales. En el caso que nos ocupa, por razón de sexo.
- Violaciones de privacidad relacionadas con la digitalización e Internet: doxing (revelación suplantaciones de identidad, o tomar, compartir y manipular datos o imágenes (incluidos datos íntimos).
- Explotación sexual online.
Aunque en realidad no son más que la manifestación online del mismo machismo que reina el mundo físico, pero con un componente digital, la novedad es que ahora estos canales pueden facilitarla o exacerbarla. Un ejemplo claro de cómo los tentáculos del machismo penetran en la online es el del 57,9% de las entrevistadas por la Federación de Mujeres Jóvenes que afirman haberse sentido presionadas para tener sexo en citas Tinder, según su reciente informe Apps sin violencia. Pero muchísimo más grave es la situación del 21,7% de las mujeres encuestadas que afirman haber sido forzadas mediante violencia explícita a tener una relación sexual en esas mismas citas.
Con el fin de prevenir, enfrentar e intervenir las ciberviolencias machistas de componente sexual, el texto del ONSTI recoge un decálogo de acciones de la iniciativa Pantallas Amigas dirigidas a las potenciales víctimas. Sin embargo, a pesar de su buena voluntad cuesta creer que aún haga falta insistir en que la mejor forma de evitarlas es educando a la sociedad para que no se produzcan, y señalando y persiguiendo a todos esos Rubiales digitales que aprovechan el anonimato, la distancia psicológica y la sensación de impunidad que Internet ofrece al machismo.
Por eso, en el ámbito de la prevención, la primera recomendación del ONSTI consiste en “impulsar campañas de concienciación, especialmente entre jóvenes, sobre los efectos que las manifestaciones de la violencia de género tienen sobre las víctimas”. Eso sí, aunque no hubiera efectos, aunque a Hermoso no le afectara lo más mínimo ese piquito (que lo dudo), tendría igualmente derecho a no recibirlo. Es decir, no se trata de minimizar el machismo digital porque suponga una lacra para las víctimas y para toda la sociedad, sino porque representa una forma de desigualdad que simplemente no debemos tolerar.
Nos callaremos cuando no quede nada que denunciar, pero, de momento, ese horizonte sigue lejísimos. Así que nos toca seguir alzando la voz, denunciando, concienciando, apoyando e incluso enseñando las tetas si hace falta para que no haya más Rubiales a los que destituir ni más troles de Internet a los que denunciar. Lo siento por sus madres, pero esto #seacabó.
Sobre la firma
Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.