Retina SANTANDER

Menores en el ciberespacio. ¿Están los niños a salvo en Internet?

La inocencia es un síntoma tan encantador como peligroso de la infancia. En internet, además de estar expuestos a la pornografía online, los menores son presas fáciles para estafas, manipulaciones y abusos que pueden derivar en auténticos traumas vitales. No ser conscientes de los riesgos, y dejar a los niños sin supervisión en el ciberespacio, es los mismo que abandonarlos solos en una zona de alta tensión criminal.

Atrás quedaron los tiempos en los que los niños salían por la mañana a jugar y no regresaban hasta la hora de la comida. Si llevaban bocadillo, incluso hasta la de cenar. La desconfianza se ha ido apoderando de los progenitores a medida que la sensación de inquietud, especialmente en las grandes urbes, ha aumentado paralela a las facilidades técnicas para estar en contacto sin interrupción. Se diría que, hoy en día, los menores están mejor vigilados que nunca.

Al menos, si nos referimos al plano material. En lo que respecta a las vastas planicies de Internet, la cosa cambia. Según un reciente informe de UNICEF, un niño se conecta a Internet por primera vez cada medio segundo. Eso supone una avalancha diaria de personas con una experiencia vital muy reducida y tremendamente inocentes, entrando a formar parte de un cosmos tan plagado de emociones y ventajas, como de perversiones y riesgos. El hecho de que las actividades se produzcan en un entorno virtual no debe llevarnos a error. Lo que pasa en internet puede tener un fuerte eco en la realidad.

Quizás muchos padres piensen que el principal riesgo de un menor surfeando la red sin supervisión es el de entrar en contacto con el inabarcable catálogo de pornografía online existente. Pero, lejos de denostar esto último, no se trata, ni muchísimo menos, del peor de los escenarios.

ESTAFAS

Como todos sabemos no hay mejor víctima para una estafa que el crédulo. Una persona confiada y vacía de recelos pensará siempre que lo que se le dice es cierto y, en consecuencia, será susceptible de llevar a cabo cualquier tarea que se le demande. Siendo así, ya hablemos de quien todavía no es consciente de las implicaciones y claroscuros de internet, como de quien aún es ajeno a la corrupciones humanas, los menores entran en ambas categorías.

El phishing, en internet, o smishing, en los SMS, son estrategias de fraude donde se nos invita a hacer clic en enlaces maliciosos a los que nos enfrentamos de manera cotidiana. Y los niños, a los que se les proporciona un smartphone de media en España a la muy temprana edad de 11 años, están igualmente expuestos a ambas formas de robo. No obstante, y como venimos advirtiendo, un adulto disfruta de las herramientas necesarias para discernir entre lo que es un mensaje honesto y uno fraudulento. Armas de las que, normalmente, un niño carece.

Es por ello por lo que se revela imprescindible invertir en una educación práctica a cualquier menor expuesto a este tipo de estafas, en vista a evitar que caiga en las cada vez más sofisticadas y creíbles trampas de los ciberdelincuentes. Muchas de ellas, de hecho, ya dirigidas directamente a los menores a través de anzuelos como los juegos en línea, a los que los estafadores prometen acceso ilimitado, por ejemplo, a cambio de los datos de la tarjeta de crédito de los padres de la víctima.

COMPARTIR INFORMACIÓN

Si bien compartir información bancaria a través de un fraude electrónico es un gran fallo, los menores pueden verse en situaciones mucho más desesperadas que un percance económico al caer seducidos por la posibilidad de colgar información pública en línea. Sin entrar todavía a tratar los potenciales riesgos de la explotación sexual, hablamos de la inconsciencia de la que pueden hacer gala al compartir en un perfil abierto el domicilio, la rutina u otras actividades que pongan en riesgo su integridad vital, e incluso la de sus allegados.

Aunque, por supuesto, si hablamos de compartir información sensible (y no por ello sexual, entiéndase) la adolescencia es el marco de mayor riesgo en esta mala toma de decisiones. Las imágenes, los estados de ánimo, las experiencias personales o el material audiovisual subido a internet es, mayormente, muy difícil de eliminar, lo cual puede acarrear futuros disgustos en estudios superiores, trabajos o relaciones, a los que un adolescente todavía resta importancia. De ahí que sea urgente concienciar al arco de todos los menores de 18 años (e incluso a los de mayor edad) sobre las posibles implicaciones peyorativas de la información que comparten. La huella digital, se quiera o no, es densa y reacia a desaparecer. Por eso conviene saber si merece la pena dejarla.

CIBERACOSO Y ABUSOS SEXUALES

A pesar de ser la más extrema de las distopías individuales a las que se puede enfrentar un menor online, el ciberacoso y la explotación sexual son mucho más comunes de lo que cabría imaginar. La infancia, como veníamos recordando, aduce de esa inocencia que la torna tan increíble como vulnerable a la vez, y de ahí se deducen la mayoría de los casos en los que una niña, o niño, se encuentra enviando fotografías íntimas a un adulto, o un adolescente se enfrenta a un acoso constante, violento y descorazonador, que no pocas veces lleva al suicidio.

Casi un 90% de los adolescentes activos en redes sociales de la UE ha ignorado un casos de acoso del que ha sido testigo, y un tercio ha sufrido, directamente, situaciones de ciberacoso. No son cifras esperanzadoras. Ni baladí. Hablamos de una cantidad muy dilatada de jóvenes que sufren humillaciones ininterrumpidas en un universo donde cada vez localizan una parte más importante de sus vidas.

El último apartado será, seguramente, el más incómodo de todos los expuestos, pues se basa en la creciente tasa de acoso y explotaciones sexuales a menores que se producen en la red. A pesar de que la UE lleva desde 2011 adoptando una estrategia de lucha contra el abuso infantil, los datos diagnostica que en 2022 se registraron más de 32 millones de denuncias de presuntos abusos sexuales a menores en línea en el territorio, lo que supone un récord histórico.

Los depredadores sexuales han encontrado en el anonimato de internet, y la despreocupación paterna con la web, un coto de caza privilegiado para llevar a cabo sus batidas. Una creciente y escalofriante dinámica a la que no podemos hacer oídos sordos.

LA CONCIENCIACIÓN COMO SOLUCIÓN

Más allá de los planes organizadas por organismos públicos, las empresas españolas están haciendo un encomiable trabajo por concienciar a los jóvenes, y a la población en general, de los riesgos ligados a la red. Por ejemplo, la patronal AEB, junto con CECA, Unacc, ASNEF, Incibe, Guardia Civil y Policía Nacional, han puesto en marcha la campaña ‘Protégete, evitar el fraude está en tus manos’, con el fin de prevenir ciberestafas y fomentar la seguridad digital de los ciudadanos. Una iniciativa basada en videos y audios con cautelas básicas disponibles en la web de la AEB.

Otra de las actividades ligadas a una ampliación de la educación en materia de prevención de riesgos digitales, corrió recientemente a cargo del Banco Santander. La acción, titulada: “Y si no es Werlyb… ¿Quién es esta persona?”, contó con la colaboración del conocido influencer Werlyb, quien permitió la simulación de un hackeo de su cuenta en Twitch. A la propagación de la noticia le siguieron un aluvión de publicaciones en redes comentando la suplantación de identidad. Momentos después, se desveló el pastel. Nadie había hackeado a Werlyb, que buscaba con su actuación sensibilizar a los fans de los deportes digitales sobre los riesgos existentes en materia de ciberdelincuencia.

En los dominios de la estafa y la suplantación de identidad, los menores deben tener en cuenta varios consejos a la hora de manejar herramientas para repeler los ataques a los que, seguro, harán frente antes o después en redes sociales o juegos en línea.

  1. No repetir contraseñas: Cambiar de contraseña para cada cuenta es una forma sencilla de ponérselo difícil a los ciberestafadores. Se recomienda el uso de una passphrase o de un gestor de contraseñas.
  • Usar el múltiple factor de autenticación: Tener un MFA es una de las mejores maneras de evitar ser hackeado. Al requerirse varios pasos de autenticación, como un SMS de confirmación, un e-mail o una huella dactilar, la posibilidades de ser suplantado se reducen drásticamente.
  • Ser discreto online: Es imprescindible saber que la información que compartimos en internet puede estar al alcance de cualquiera, con lo que conviene ser muy cuidadoso con lo que se dice online. Y a con quien. Para lo cual resulta muy funcional limitar el acceso a cuentas desconocidas.

En definitiva, debemos hacernos cargo de los peligros latentes en internet para los menores, y de las dañinas consecuencias que pueden tener para el resto de sus vidas. Aunque a nivel normativo se es cada vez más consciente de la importancia de un control mayor en los dominios de la red, los tutores -o los adultos cercanos a los niños y niñas- deben concienciar a los jóvenes de los peligros que pueden acecharlos en las mareas de las redes sociales, los juegos online y demás actividades de la web.

De esa forma, serán los propios menores los que tomaran medidas para asegurarse una actividad segura, y los que permitirán la construcción de un futuro mucho más contactado con la ciberseguridad.