Vivimos conectados. Nos despertamos con una notificación, nos dormimos con el eco de un mensaje sin responder. Compartimos, opinamos, reaccionamos. Internet nos da voz, pero también nos expone. En medio de esta red inmensa, donde todo se ve y todo se dice, ha surgido una forma de violencia que no siempre deja marcas visibles, pero cala hondo: el ciberacoso. Y frente a él, no basta con guardar silencio o mirar hacia otro lado. Hacerle frente es una forma de resistir, de cuidar y de proteger lo humano en lo digital.
¿Qué es el ciberacoso?
El ciberacoso no es una simple discusión en redes ni un comentario malintencionado. Es una agresión sostenida en el tiempo, realizada a través de medios digitales, que busca intimidar, humillar o dañar emocionalmente a una persona. A veces llega en forma de mensajes directos, otras veces como publicaciones públicas, rumores, fotomontajes o burlas compartidas en grupo.
Y lo más difícil es que no hay refugio: no termina cuando se cierra una puerta, ni cuando se apaga la pantalla. Permanece, se repite, se propaga. Puede llegar a cualquier hora, a cualquier lugar. Para quien lo sufre, la vida se convierte en un territorio hostil.
¿Por qué importa?
Porque detrás de cada perfil acosado hay una persona real. Con miedo. Con ansiedad. Con un nudo en el estómago cada vez que suena el teléfono. El dolor digital también duele, es algo que debemos comprender. La vergüenza no distingue entre lo físico y lo virtual. Y normalizarla es abrir la puerta a una cultura del desprecio, donde la crueldad se disfraza de humor y la impunidad se esconde tras una pantalla.
En esta tarea, algunas organizaciones ya han comenzado a actuar con propósito. Banco Santander, por ejemplo, ha trazado una estrategia que va más allá de la banca para poner el foco en la prevención, la concienciación y el acompañamiento. A través de iniciativas como Cyber Heroes, ofrece formación interactiva en ciberseguridad para todos los públicos, enseñando a detectar fraudes y actuar con rapidez ante situaciones sospechosas.
Desde otro ángulo, su pódcast Titania utiliza la ficción sonora para contar historias reales sobre cibercrimen y suplantación de identidad, generando empatía y alertando sin alarmar. Y en una dimensión aún más social, su alianza con Fundación ANAR busca prevenir el acoso escolar y el ciberacoso desde la infancia, formando a empleados del banco y colaborando en programas de protección a menores.
Tres líneas de acción distintas, pero con una misma raíz: combatir el miedo con conocimiento, con relato y con presencia real donde más se necesita.
Tecnología con propósito: el caso de Instagram
Si bien Instagram ha sido una de las plataformas más afectadas por casos de acoso del ecosistema digital, la compañía ha decidido, en los últimos, años, tomar cartas en el asunto. A través de ciertas herramientas, la compañía ha logrado crear ‘escudos invisibles’, capaces de filtrar mensajes ofensivos antes de llegar, o de ocultar comentarios sin necesidad de confrontación directa.
Una de las más notables es la función de comentarios restringidos. En lugar de bloquear, permite limitar. No se trata de silenciar al otro por completo, sino de poner límites sin escalar el conflicto. Y eso, en la era de la viralidad inmediata, es un acto de inteligencia emocional.
La clave está en la prevención. En dar al usuario tiempo para pensar antes de herir. En enseñar, sin castigar, que detrás de cada palabra hay un impacto. Y que la empatía también puede ser parte del algoritmo.
Estrategias para actuar (y protegerse)
El ciberacoso no se combate solo con tecnología. Hace falta criterio, comunidad y, sobre todo, valentía. Estas son algunas formas de enfrentarlo:
- Guardar las pruebas: Capturas de pantalla, correos o mensajes pueden ser esenciales si decides denunciar el acoso.
- No responder al agresor: No alimentes la violencia. Bloquea o restringe su acceso, sin entrar en provocaciones.
- Utilizar las herramientas de denuncia: Las plataformas permiten reportar conductas abusivas. Hacerlo ayuda a frenar al agresor y a proteger a otros.
- Hablar con alguien de confianza: No enfrentes el problema en soledad. Contarlo puede aliviar la carga emocional y abrir caminos de ayuda.
- Buscar apoyo profesional si lo necesitas: Psicólogos, orientadores o asociaciones especializadas pueden acompañarte en el proceso.
- Educar en el respeto digital desde edades tempranas: El buen uso de la tecnología se aprende, igual que cualquier otro valor.
Ética, comunidad y empatía
Hacer frente al ciberacoso es más que reaccionar ante el daño: es anticiparse a él. Es construir una cultura donde el respeto no sea la excepción, sino la norma. Donde el silencio no sea la única opción de defensa.
No se trata de censurar la libertad de expresión, sino de entender que expresarse no es excusa para herir. Que la libertad también implica responsabilidad. Y que cada uno de nosotros —desde nuestro rincón digital— puede contribuir a una red más amable, más humana, más segura. Porque al final, resistir al ciberacoso es resistir a la indiferencia. Y actuar, aunque sea con un solo clic, puede ser el primer paso para transformar un espacio hostil en un lugar de cuidado.