De la línea al círculo: ecoetiquetas para empoderar a los españoles 

La falta de información es la principal barrera para adoptar patrones de consumo más sostenibles, y los españoles destacan entre los europeos que más demandan herramientas estandarizadas como las ecoetiquetas. Mientras la UE trabaja en un marco regulatorio completo para la economía circular, que integrará este tipo de distintivos y más exigencias para las empresas, algunas como Leroy Merlin han empezado a dar pasos hacia la circularidad en todas las direcciones.

¿Es usted de esos que intenta vivir su vida de forma más sostenible? En caso afirmativo, por favor, díganos cómo lo hace porque, como suele pasar con todo lo relacionado con el impacto ambiental de los productos de consumo, la información suele brillar por su ausencia. De hecho, se alza como la principal barrera para quienes quieren adoptar patrones de consumo más sostenibles, según el Informe Forética 2022. La sostenibilidad ante un futuro incierto. “El 79% de aquellos con orientación al consumo responsable que todavía no han materializado en su consumo declaran que es difícil informarse sobre los impactos sociales y ambientales de los productos”, dice el texto.

Una posible solución a este caos está en las etiquetas ambientales, pero, más allá de las obligatorias para la eficiencia energética de algunos bienes, como los electrodomésticos, el resto de las iniciativas son de adhesión voluntaria y totalmente dispares. “En un mundo donde hay más de 450 logotipos de sostenibilidad en funcionamiento, muchas empresas utilizan declaraciones y etiquetas ecológicas para ayudar a comercializar sus productos. Pero actualmente no existe un estándar universal para estas etiquetas, lo que deja a muchos consumidores confundidos por los diferentes símbolos y logotipos que hay en el mercado”, advierte el profesor de la Universidad de Aarhus y director del Observatorio del Consumidor de Alimentos del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT Food), Klaus Grunert.

La medida urge, y mucho, como demuestra que más de dos tercios de la población europea (67%) afirme estar dispuesta a abrazar una ecoetiqueta en el ámbito de la alimentación, según una reciente encuesta elaborada por el organismo. El apoyo es incluso mayor en España, donde la cifra asciende hasta el 78% y nos sitúa en segunda posición después de Italia, con un 81%. Consciente del creciente problema, la Unión Europea está preparando todo un paquete normativo en materia de economía circular y ecoetiquetado, pero mientras se resuelve, la responsabilidad de informar y cumplir debidamente con sus afirmaciones ambientales sigue en manos de las empresas.

Para las que de verdad quieren hacerlo bien, este esfuerzo se suma al problema de la cada vez menor confianza que los consumidores tienen en ellas. “Un 43,1% encuentra los mensajes publicitarios poco o nada creíbles en 2021 frente al 31,2% de 2017”, advierte el estudio de Forética. Pero eso no quiere decir que no haya compañías que sí se toman en serio la sostenibilidad de su negocio. Un ejemplo es Leroy Merlin, que hace cuatro años empezó a analizar el impacto ambiental de todo su catálogo con el objetivo de reducir al máximo la huella que dejan sus productos a lo largo de toda su vida útil.

La directora de Impacto Positivo y Sostenibilidad en Leroy Merlin España, Cristina Sánchez, destaca el caso del césped artificial de uno de sus proveedores, en el que han conseguido cambiar el látex con el que solía fabricarse por un sustituto con las mismas características, pero mucho más fácil de reciclar. Dicho así parece sencillo, no obstante, señala que es un trabajo que “requiere inversión, ya que hay que hacer I+D y trabajar con proveedores para garantizar que la materia prima ofrece las mismas prestaciones”. Es lo que se conoce como ecodiseño, y es otra de las principales estrategias de la UE para promover la sostenibilidad y la circularidad de los productos de consumo, ya que hasta el 80% de sus impactos ambientales se pueden determinar en esta fase inicial.

UNA INVERSIÓN RENTABLE

El problema es que el ecodiseño no es tan simple como dejar de usar un material y sustituirlo por otro, sino que hay que “cambiar todo el proceso de producción, y eso requiere evaluar el impacto del producto en todo su ciclo de vida y buscar alianzas con terceros para utilizar, por ejemplo, materias primas alternativas recicladas y reciclables ”, añade Sánchez. La clave está en que la compañía no ve este esfuerzo como un gasto sino, como dice su responsable, como una inversión. Y no es la única que lo piensa. “Según una encuesta a 11.000 directivos de todo el mundo, la primera opción para incrementar los ingresos entre las empresas consiste en aumentar la sostenibilidad en sus productos y servicios”, afirma el informe ODS, Año 8. Rentabilidad económica y Agenda 2030, publicado por el Pacto Mundial de la ONU España hace poco más de un mes.

“Las evidencias en cuanto a los beneficios económicos derivados de un negocio sostenible ofrecen motivos más que suficientes para apostar por la sostenibilidad”, confirma en su arranque la presidenta de la organización, Clara Arpa. El texto ofrece datos de todo tipo para demostrar que la industria realmente ha empezado a comprometerse con la sostenibilidad, y que esta, a su vez, puede convertirse en una fuente de ingresos para las compañías.

Y, por supuesto, también ofrece un beneficio directo a los ciudadanos, ya que “solo en 2021, el impacto de las actuales medidas de diseño ecológico ahorró 120.000 millones de euros en gasto energético a los consumidores de la UE y dio lugar a un consumo anual de energía un 10% menor por parte de los productos incluidos en el ámbito de aplicación”, señala la Comisión Europea en su página sobre la futura regulación para el  ecodiseño de productos sostenibles.

Tener en cuenta estos ahorros es fundamental dado que la propia “Comisión Europea reconoce mayores costes para las empresas al cumplir con las nuevas reglas, que pueden trasladarse a los consumidores en forma de mayores precios de compra de productos”, señala el informe New EU eco-design proposals: Case studies to illustrate their potential impact de la Oficina Europea del Medio Ambiente (EEB). Además, el estudio de Forética también señala que ocho de cada diez consumidores optarían por un producto sostenible en igualdad de condiciones comerciales y, aunque un 50% estaría dispuesto a pagar un poco más, este gasto extra solo sería de un 10%, por lo que “el reto de las empresas consiste en ofrecer esos productos al mismo precio”, señala Sánchez.

La buena noticia es que “es probable que cualquier coste adicional para el consumidor quede compensado por los beneficios combinados de una mayor durabilidad (reemplazo menos frecuente de productos), eficiencia (menores facturas de energía) y menores impactos ambientales”, añade el texto de la EEB. “La industria está evolucionando de la responsabilidad social corporativa a la sostenibilidad, y eso es muy importante porque hay que cambiar los modelos de producción y consumo para que sean más sostenibles”, indica Sánchez. Lamentablemente, de entre las ocho prácticas en materia medioambiental que las empresas pueden llevar a cabo, las medidas de economía circular, como el ecodiseño, son las menos populares, con solo un 27% de compañías aplicándolas en 2021.

La cifra supone un aumento notable frente al ridículo 2% que había en 2016. Sin embargo, contrasta, por ejemplo, con el 85% de las empresas que se han fijado sus propios objetivos de reducción de emisiones de CO2, que se alza como la práctica con más adhesión de la industria. Pero las cosas podrían cambiar muy rápido gracias al Plan de Acción para la Economía Circular que la CE presentó en 2020. Entre sus 35 medidas de actuación destaca la propuesta de Regulación para el Ecodiseño de Productos Sostenibles, que revisará y ampliará la actual Directiva de Ecodiseño aprobada allá por 2009.

La lentitud de las empresas a la hora de abrazar la circularidad de sus productos podría deberse a las prioridades ambientales de la UE, que llevan años centradas en la descarbonización. La propia Comisión Europea alerta de que, aunque “la tasa de uso de material circular ha ido creciendo, el progreso sigue siendo muy lento (del 8,2% en 2004 al 11,8% en 2019)”. Afortunadamente este porcentaje debería seguir aumentando poco a poco gracias al compromiso de empresas como Leroy Merlin, que ya en 2021 puso en marcha su iniciativa CircleWood, con el que envían el 100% de los residuos de madera que se producen en todos los puntos de venta de la compañía en Galicia a la fábrica santiaguesa de FINSA donde se convierten en nuevos productos que vuelven a sus tiendas.

Su directora de Impacto Positivo y Sostenibilidad detalla: “No solo logramos un menor uso de madera virgen, lo que reduce drásticamente el impacto ambiental en el entorno, también conseguimos un mayor ahorro, ya que el proyecto implica una reducción de costes asociada a la gestión del residuo por parte de Leroy Merlin y al suministro de madera por parte de FINSA”. Aunque la compañía haya tenido que rediseñar sus procesos para hacerlos compatibles con este nuevo funcionamiento, el resultado ofrece un balance positivo a la compañía tanto a nivel económico como de sostenibilidad.

NO SOLO VA DE RECICLAR

A estas alturas ya deberíamos saber que la sostenibilidad es un concepto holístico que lo mismo aboga por el reciclaje que por la reparación y la reutilización. Por eso la compañía también ha lanzado la iniciativa Casi Perfectos. Sánchez detalla: “Recuperamos los productos procedentes de devoluciones de la tienda online que tenían daños estéticos y los volvemos a enviar a las tiendas para venderlos con descuento, lo que nos permite darles una segunda vida”. Aunque la iniciativa no tiene ni un año de vida, la responsable afirma que ya han recuperado unos 120.000 productos casi perfectos, cuyas ventas ya ascienden a los dos millones de euros.

De momento solo funciona para defectos que tienen que ver con el aspecto, pero Sánchez avisa de que su objetivo es ampliarlo a productos con daños técnicos que reacondicionarán para venderse como una opción de segunda mano. Por último, y para promover aún más la economía circular, Leroy Merlin ha habilitado el alquiler de determinados productos que los consumidores no necesitan con mucha frecuencia, como cortacésped y, por supuesto, el taladro, que ya se ha convertido en el icono de los productos que la gente prefiere pedir prestado antes de tener que comprarlo.

En lugar de intentar definir la economía circular con tantas palabras, podemos describirla a través de sus características […]: mayor reparación y remanufactura de productos, mayor reciclaje de materiales, productos más robustos y de larga duración a través del diseño, mayor reutilización y reparación de productos, aumento de la productividad material, mejor uso de los activos y modificación del comportamiento del consumidor. Los efectos previstos de estas características se enumeran como: disminución de la demanda de nuevos bienes (y materiales vírgenes), sustitución de materias primas secundarias en la producción, expansión del sector secundario, productos más duraderos y reparables, y las expansión de las economías compartidas y de servicios”, resume la OCDE en su informe de 2019 sobre economía circular.

Puede que este esquema esté tardando en capilarizar por la industria, pero ejemplos como el de Leroy Merlin demuestran que es posible adoptarlo, especialmente a medida que la regulación avanza. De hecho, la compañía “cumple todas las iniciativas legislativas”, pero, como destaca Sánchez: “Queremos ayudar a nuestros clientes a hacer compras más responsables”. Y eso es justo lo que necesitan los consumidores, empresas que empoderen a los consumidores con información y opciones verdaderamente sostenibles.

Sobre la firma

Marta del Amo

Periodista tecnológica con base en ciencias. Coordinadora editorial de 'Retina'. Más de 12 años de experiencia en medios nacionales e internacionales como la edición en español de 'MIT Technology Review', 'Público', 'Muy Interesante' y 'El Español'.

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