Trastorno por Demanda Alocada e Hiperestimulación

Solo servimos cuando hacemos algo, cuando producimos algo. Hemos sido capitalizados. Adoctrinados para la búsqueda sistemática de placer, como si de una necesidad vital se tratase. Acostumbrados a la gratificación inmediata. El fracaso no es una opción. Si no , será que tienes TDAH

Creo que tengo trastorno por déficit de atención e hiperactividad, TDAH. Me lo he autodiagnosticado, por qué no, si se lo he diagnosticado a unos dos millones de personas este año. 

Me cuesta terminar lo que empiezo, me distraigo con facilidad, soy impulsiva y no paro quieta. Hoy, sin ir más lejos, he cogido un tren a Sevilla en vez de coger el de Barcelona. Ahora voy camino de Sevilla mientras escribo este artículo, mientras me espera una apretada agenda en la cuidad condal. ¿Es mi culpa? No lo creo, seguro que es mi TDAH. 

Ciertamente he detectado una multiplicación exponencial, una avalancha de visitas con este motivo de consulta, durante este último año. Se está propagando más que la COVID, es la nueva epidemia del siglo XXI. 

Puede que hace unas décadas  se infradiagnosticara, eso es correcto. Muchos niños fueron tachados de incorregibles, maleducados, insoportables, o incluso de inteligencia reducida. Fueron duramente castigados y traumatizados, por su neurodivergencia. Las cárceles tienen seguro un amplio número de internos con este problema sin tratar.  En las consultas también se les ha puedo las etiquetas equivocadas, de trastorno de abuso de sustancias, trastornos de la personalidad o del control de los implantes principalmente. Pero en la actualidad estamos en el extremo opuesto.

Todos tienen -quieren tener- trastorno por déficit de atención e hiperactividad, TDAH.  En cualquiera de sus formas.

No sé si se leen los síntomas en internet, pero lo clavan. Estoy segura de que no mienten, no es que sienta que están intentando engañarme. Llegan a consulta convencidos, sin lugar a dudas. Ahora solo queda que alguien lo firme, porque confirmarlo ya lo han hecho ellos mismos, y empezar con las pastillas. Anfetaminas, por si alguno no lo sabía a estas alturas.

Yo el diagnóstico lo encarno a la perfección también, porque me lo sé y también  me lo creo, completamente, igual que ellos; hiperkinética, impulsiva, disregulada emocionalmente, con baja tolerancia a la frustración, consumidora de deportes de riesgo, de aficiones de riesgo, de riesgos sin deporte ni aficiones, de sustancias… Supongo que es más fácil atribuir mis impulsos, mis perezas, mi procrastinación, mis adicciones, a un trastorno tan de moda, que apelar a mi responsabilidad y a mi contención. A mí capacidad de decisión, a mí esfuerzo y a mi dolor. Y hacerme cargo.

En este particular en concreto del déficit de atención, además, existe una realidad, que no nos inventamos, un constructo social y económico que favorece que repliquemos los síntomas, por adaptación. Y además están la parte endógena y la adquirida, factores de riesgo que aplican a todos. Justo con un estilo cultural, una aceleración del ritmo vital y los infinitos inputs digitales. El cocktail está servido para todos.

Las interrupciones son constantes y el ritmo es frenético, eso genera un Rush constante, un estado de agitación y exaltación, y no cabe la pausa ni el silencio, y cuando aparecen se confunden fácilmente con pereza, apatía, ánimo bajo, desaprovechamiento del tiempo, falta de rendimiento. Parece que solo servimos cuando hacemos algo, cuando producimos algo. Hemos aceptado capitalizarnos. Y eso es parte del problema.

Adoctrinados para la búsqueda sistemática de placer, como si de una necesidad vital se tratase. Acostumbrados a la gratificación inmediata. El fracaso no es una opción. No se tolera el fracasar, ni ni en el colegio, ni deportivamente, ni económicamente. 

En el caso de los menores, a cada niño que fracasa, o cuyo comportamiento se sale de lo aceptable,  (la mayor parte de las veces por falta de límites en casa, o falta de una estructura familiar continente), se le busca una salida digna, porque la frustración tampoco cabe hoy en día. Curiosamente, la baja tolerancia a la frustración es otro criterio diagnóstico. Alguien se libra de esto? Entonces, tenemos niños, con límites difusos e inconsistentes, que hacen que su comportamiento sea más impulsivo y errático, con peor regulación emocional, baja tolerancia a la frustración y nula capacidad de esfuerzo, adictos a la gratificación inmediata y expuestos a sobreestimulación. Si alguno se escapa del déficit de atención es un milagro, ojo, pero eso no es un trastorno, es una enfermedad social. Qué hacemos con eso? Pero hay que darle solución, psicólogos, pedagogos, y al final al psiquiatra, a por el “soma”  desde bien pequeños.

En el caso de los adultos tenemos la misma adicción a la dopamina, hiperexigencia propia y social, académica, laboral, exposición a sustancias, a promiscuidad, adrenalina, emociones fuertes y deportes de riesgo. Y la salida fácil contra el aburrimiento, el diagnóstico, la medicación, el empujón en las horas bajas para poder seguir el ritmo si te quedas detrás, o incluso si quieres ir por delante.

Hay además otra pandemia, la de los videos en tok tok o Instagram de personas haciendo un trabajo divulgativo sobre su diagnóstico. Normalmente en clave de generalidades tipo horóscopo, con las que todos podemos sentirnos identificados e mayor o menor medida. 

Vienen a consulta, y me dicen, no me concentro, no hay manera, no consigo disfrutar de nada, empiezo las cosas y no las acabo. Me aburro, tomo decisiones precipitadas. ¿Quién no? Pienso para mis adentros. Pero tras una evaluación cuidadosa, determino que no existen criterios diagnósticos y  les digo que no, que no lo tienen, y les hablo de ansiedad, o adicción, o de tolerancia al malestar, o de esfuerzo, o de cambios en el estilo de vida. Se les tuerce el gesto, es más fácil, quizá porque está de moda, aceptar que tienes un déficit de atención que un trastorno de ansiedad, un trastorno del control de los impulsos, un trastorno de personalidad, o nada en absoluto, y que la vida cuesta trabajo, a todos.

Escapar a esto no es fácil, lo confirmo, ya os he confesado mi propio auto diagnóstico, pero creo en los cambios que se pueden hacer para volver a tener el control de tu espacio mental, o al menos de un cajón del armario. Dar aquí soluciones a esto sería muy osado, y reduccionista, pero por si alguien está interesado el titular sería: tres tips para mantener tu TDAH a raya;

Rutinas, rutinas, rutinas. Tomar decisiones por adelantado, y decir que no.

Ya hablaremos de eso en otra ocasión, ahora me toca ya pensar en otra cosa.

*Elvira Herrería Martínez es licenciada en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid, especialista en Psiquiatría por la Universidad de Alcalá de Henares y máster en Longevidad y Antienvejecimiento por la Universidad de Barcelona

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