Durante los años sesenta se puso muy de moda el muralismo social ligado a la identidad comunitaria. La emoción sostenida de estas colectividades artísticas brindaba a la gloria de una dinámica tirando a hippie. Creyendo descubrir los meandros de la libertad en la creación conjunta, los artistas que promovían alumbrar obras hechas a decenas de manos lo vivían como el verdadero sendero hacia la horizontalidad social. Una comunicación vital que caía, casi, en el idilio utópico de la armonía. Pinceles y manos anónimas se dejaban caer por el lugar de la intervención, aún hoy lo hacen en ciertos lugares, a fin de azuzar los fuegos de un buen rollito chachi.
No todas las intervenciones colectivas son, sin embargo, igual de paradisíacas. En 1974, una joven, pero ya tocada del ala, Marina Abramovic, quien no se había enfrentado a pocas locuras performativas, se propuso llevar a cabo su Ritmo 0. Una mesa, tal que un altar de sacrificios, rellenaba el espacio de una sala en la que la yugoslava se encontraba tiesa, como empalada por la silla donde se sentaba. Sobre la peana, un número importante de cachivaches, que iban desde botes de pintura, cuchillos, clavos, hasta un revólver, se ofrecían a los asistentes. El juego consistía en ese excitante eslogan que muchos sueñan con oír en boca de su acompañante semi-desnudo: «Haz conmigo lo que quieras». Y así era, Abramovic daba rienda suelta, legal y desustanciadamente, para que cualquiera pudiera darse el festín de sus fantasías más sádicas a su costa. Al principio, como suele ocurrir, todo fue pueril, más pillín que hijo de puta, provocando a Marina con miradas fijas, pellizcos en los mofletes y algún grafiti de permanente en los brazos. A medida que avanzaban las seis horas a las que la artista se había comprometido, la cosa se fue poniendo caliente como el infierno y yéndose de madre. Lo que había empezado como un pellizco, pronto se convirtió en una cuchillada, lo que había sido una mueca, en una desnudez forzada y lo que había empezado como un experimento sobre la condición humana en su amoralidad, acabó con un pirado a un temblor de gatillo de volarle los sesos a Abramovic quien, otra cosa no, pero compromiso no le faltaba, casi ni se inmutó mientras le apretaban el revólver cargado contra la sien. Al final, no hubo confeti de sesos, pero la alienada expresión de pánico que contenía el rostro de la performer cuando, pasado el tiempo, se levantó y abandonó su condición de maniquí, hizo huir despavoridos, como niños tras una trastada, a los allí presentes.
La creatividad del ser humano pasa por su capacidad para parir tanto auténticas maravillas, como actos demenciales. Abramovic le brindó a su público la libertad de la acción sin consecuencias y el público, deshumanizado por una sociedad que, más que enriquecer su empatía, lo condiciona a un castigo a fin de no tener que lidiar con el esfuerzo de alimentarla, hizo lo propio.
El 1 de abril la web Reddit volvió a abrir, como ya había hecho en 2017, r/place. El proyecto consiste básicamente en un mural en blanco digital en el que legiones de streamers y niños rata se han volcado, estos días atrás, en dar rienda suelta a su creatividad. Disponiendo únicamente de un píxel cada cinco minutos, sacado de una paleta de 16 colores, los participantes han ido dando vida a una obra que excitaría a Andy Warhol. Vivaz, rica en parches de personajes que van desde los videojuegos hasta el anime, pasando por comida u obras de arte famosas, el lienzo parece una composición de Takashi Murakami, pero más arcade-pop. Condicionada por la técnica mixta del impresionismo pixelar, no es descabellado pasarse largo rato investigando las figuritas entre las que, me juego un dedo, no faltará Wally echándose unos tragos con Doraemon sacando Heineken de su bolsillo mágico (¡¡oh, sagrado poder!!).
Que la comunidad internacional haya sabido trabajar conjuntamente para alumbrar semejante composición, es prueba de su capacidad para unirse en la creación de ese idilio hippie. Un maravilloso trabajo que atraviesa fronteras. ¡Si Lenin levantara la cabeza le saldría pelo de la emoción! Tal vez sea cierto, aquella ilusión que depositó Hakim Bey en internet para la creación de Zonas Temporalmente Autónomas, donde las sociedades pudiesen autogestionarse en una efímera armonía lejos de las dictaduras de la ley y el Estado. ¡La posible salvación de la tierra pasa por unirse en la creatividad empleando los pinceles de la red!
¡Ah! Tssss… no levantemos las copas tan rápido. Como dijo Kjell Askildsen: «si uno dejara de albergar esperanzas se ahorraría un montón de decepciones». La que se había aventurado como una divertida expresión de la originalidad transfronteriza, pronto cayó en manos de la competitividad. Los mineros pixelares, Paul Signacs de la Era digital, comenzaron en un momento dado a componer banderas -un poquito de amor patrio ante tanto guiri- que, si bien resultaban igualmente bellas y bien trabajadas, prendieron la chispa de la guerra. El comprometido artista informático, que había gastado una jornada laboral entera en componer su particular visión de la concordia, acabó siendo boicoteado en cuanto los ideólogos de la posmodernidad tomaron cartas en el asunto. Huelga decir que no me refiero a los pensadores gubernamentales, ni a los culturetas, sino a los ya mencionados streamers…
En cuanto los planchanalgas millonarios se hicieron eco del acontecimiento, no hizo falta mucho para que comenzasen a provocar una batalla con el objetivo de superponer dibujos a los de colectividades de otros países. De mecha corta ante la grandilocuencia de sus héroes, el armonioso mural pasó de la hippiesca motivación de hacer una obra internacional, a un combate por la dominación del espacio. Lo que, al igual que el Ritmo 0 de Abramovic, empezó cándida e inocentemente, pasó con el tiempo a la barbarie. Un Risk que, parece ser, hizo renacer las viejas rencillas bélicas entre españoles y franceses, quienes no se sangraban tanto desde la Guerra de la Independencia. Lejos de la exageración, comequesos y zampajamones competían por trolear los dibujos de la nación ajena con dedicación y la llamada a las armas de los streamers. En España, tipos como el Rubius, quien parece regocijarse en la rojigualda mientras esta no envuelva las manos de hacienda, Ibai Llanos o Karchez marcaron el ritmo nacional en la última guerra mundial artística. Una metáfora de cómo el poder, y la viciosa competitividad directamente ligada a la acumulación de este, pueden acabar rápidamente con la esperanza de la conciliación. Francia, además, sufriendo una especie de posesión napoleónica, buscó imponerse totalitariamente ocupando el mayor espacio disponible del mural. Ello no sólo la condenó a la ira de los Tercios de Flandes virtuales, sino que motivó a una unidad hispánica transatlántica no vista desde los escasos períodos de armonía de la colonización. La guerra fue cruel, y tanto la francofobia como la hispanofobia salpicaron el mundo ciber durante la duración del acontecimiento. Siendo como es esto una, llamémoslo por su nombre, chorrada mayúscula, en un sentido metafórico si es un buen reflejo de la facilidad con la que la competitividad puede dañarlo todo, de la capacidad de movilización de masas del ocio en internet y hasta de las ilimitadas trápalas a las que se está dispuesto a llegar por la victoria. La más sonada, el desenmascaramiento de la comunidad francesa que había usado bots a mansalva con el fin de imponerse en la contienda. Un gesto de guerra sucia. Una muestra de que el mundo ciber no es más que una prolongación virtual de las perversiones y debilidades del ser humano moderno, además de un saco de inversión y ganancias sostenidas en las excusas más pueriles.
Pero bueno, ¡lejos de nosotros la desesperación total! Todavía quedan excusas para hacer oídos sordos a las palabras de Askildsen y conservar la esperanza. La guerra, si bien dopa los demonios, también saca a relucir archipiélagos de valor, compromiso, honor y conciliación. Al parecer, aunque el mundo se ha hecho eco de la evisceración de las creaciones de las naciones enemigas, no ha reparado en la existencia de importantes alianzas internacionales, de organismos pacíficos de unidad creativa, que incluso dispusieron (como puede observarse en algunas partes superiores del mural) corazones remarcando la unión fraternal de los Estados.
r/place puede parecer una estupidez, no obstante, detrás de las estupideces se hospedan los impulsos más orgánicos de la psique humana. En positivo, podemos decir que la predisposición hacia la creatividad, o la capacidad de unirse internacionalmente usando los mecanismos de la tecnología digital, han salido a relucir. Pero también la competitividad, la lucha como motor de la relación entre Estados y la falta de escrúpulos en destruir la creación ajena, justificándose en el chiste pueril, han asomado como los caracoles.
Tal vez parezca excesivo achacar conceptos así de potentes a un hecho tan nimio, pero el sistema virtual y la infantilización ociosa de nuestra sociedad imponen la necesidad de hacerlo. Vivimos tiempos de dobles lecturas y raseros inciertos. No vayamos a pensar que la guerra tras un mural en Reddit no puede ser el síntoma de una contienda mayor. Una escurridiza tendencia hacia la destrucción sostenida en lo virtualidad que, si bien no podemos equiparar hoy a lo material, tarde o temprano terminaremos haciéndolo
Sobre la firma
Periodista y escritor. Ha firmado columnas, artículos y reportajes para ‘The Objective’, ‘El Confidencial’, ‘Cultura Inquieta’, ‘El Periódico de Aragón’ y otros medios. Provocador desde la no ficción. Irreverente cuándo es necesario.