Con los conciertos de Los Planetas me pasa como con las películas de Lars Von Trier. Lo que ocurre en el primer minuto ya compensa el precio de la entrada, independientemente de lo que venga detrás. Me pasa con Anticristo (2009) o Melancholia (2011) y me volvió a ocurrir el pasado viernes en Tomavistas en mi enésimo concierto de los de Graná. Los Planetas son mi magdalena de Proust. Las luces se apagan, Eric golpea la batería, entra la guitarra de Florent. Sentado, esperando a que llames; rezando porque des una señal; los días cada vez van más despacio y solamente puedo esperar. Vuelven los amigos. Brigitte, David y Claudia, José y yo. Vuelven las sensaciones. Puedo hacer lo que quiera. Puedo hacer una esfera. Y viajar en su interior. Y llegar a las estrellas. Vuelve la vida de entonces y los bares de siempre donde quedaba contigo.
Hay bandas de aPtitud y de aCtitud. Los Planetas son claramente de las segundas. Y, aunque sus aptitudes han evolucionado en los 20 años que llevo viéndolos y Eric es mi batería favorito de España y parte del extranjero, todo en ellos es actitud. Lo único que puede hacer que cinco cincuentones en un escenario, sin visuales ni pantallas, sin artistas invitados ni muñecos fluorescentes, sigan llenando conciertos como lo hicieron en el cierre de Tomavistas, reconvertido en una serie de conciertos más cercano a la propuesta de las Noches del Botánico que a los macrofestivales del siglo que cada fin de semana se celebran en Madrid o Barcelona. Voy a festivales, aunque cada vez los disfruto menos. Me estresa esa sensación constante de estar perdiéndome cosas. De dudar si no será mejor lo del escenario de al lado. De correr por una pasarela para ver el concierto de Arca dejando a medias el de Chemical Brothers porque los dos mejores espectáculos de la noche del sábado en Sonar se solapan. Ansiedad cultural. Bulimia musical.
Y es que a todos los puretas nos gustan Los Planetas, como cantaban Novedades Carminha. Pero no todos estaban el viernes en el Tierno Galván, según mi timeline de Instagram, en el que no creo que haya nadie por debajo de los 30, multitud de puretas acompañaban a los novísimos en la otra punta de Madrid para ver al madrileño Tangana, otro tipo con mucha aCtitud y una enorme aPtitud para rodearse de talento. Viendo los stories, era imposible no comparar. Gigantescas pantallas, decenas de artistas en escena, y esa sensación de que algo pasa cada 5 segundos.
Tangana es de TikTok y Los Planetas de MySpace. Pucho no estaría sentado esperando a que llame como Jota aquel verano que estuviste en la playa y no me llamaste ni una sola vez. Pondría un whatsapp o vería sus reels. Será la edad, pero me parecen heroicos esos momentos de distorsión planeteros, en los que no pasa nada, en lo que cuesta reconocer lo que están tocando, en los que puedes permitirte cerrar los ojos 5 segundos sin miedo a perderte tres estrellas invitadas, ni dos vídeos brillantes. Admiro que, sin cantar ni afinar (tampoco lo hace Jota), puedas llenar de puretas IFEMA y de madriñelismo los reels de millones de adolescentes, pero para mí Los Planetas siempre tendrán el segundo premio. En tiempos en los que nada dura; ¿cómo acabar algo que nunca acaba?