Cuando uno se da de bruces con un sarao en X (Twitter), lo más aconsejable es esquivarlo. Lo más recurrente, en cambio, suele ser quedarse con la información superficial. Las redes sociales, como Turner, tienen predilección por pintar tempestades. Y sus usuarios, igual que un pararrayos, están en plena disposición para recibirlas.
Muchos se preguntan cómo es posible que estando ya de pleno en el tercer milenio, todavía existan democracias bailando a la par de sus monarquías. Cualquiera diría que son conceptos un tanto antagónicos. Un oxímoron, vayan. La respuesta, sí bien se dilata envolviendo muchos pormenores diplomáticos y latosos trámites electorales, diría que guarda especial relación con el morbo del culebrón aristocrático.
Despachar y vivir los chismes de la élite es uno de los deportes preferidos, estando como estamos precocinados por la adoración de lo inalcanzable. Y la alta cuna, la sangre azul, la corona y el pijerío genético, son establos que observamos desde la distancia, como ponis celosos en incesante relincho.
Yendo de la manita el hambre y las ganas de comer, se han ido a juntar las tempestades de las redes, con el chafardeo de la realeza británica y algo que sólo puede enfervorizar a los devotos de ambas, ¡un misterio! Kate Middleton está missing…
Los hechos son los siguientes. A mediados de enero de este año, Kate se sometió a una cirugía abdominal. No se sabe muy bien si para sacarle un parásito, tipo alíen scottiano, o para drenarle el exceso de formol que consume para conservar su galante sonrisa Profidente. 14 días después, la Princesa de Gales volvía a casa, dominado el trayecto y sus pormenores por un hermetismo de submarino, únicamente despresurizado por un breve comunicado oficial.
Desde luego, Kate no hizo gala del sabio refrán de su suegra: “Tienes que ser visto para ser creído”. Sin embargo, vista la seriedad de la intervención, ¿quién no le daría cuartelillo? La recuperación de semejante operación es del orden de dos meses, la misma, por cierto, y a riesgo de ser cretino, que con un aumento de pómulos o glúteos.
Desde entonces, las pruebas de vida han sido de todo menos explícitas. Es más, han sido tan opacas, que ya desde la primera imagen que se compartió de Kate se armó la marimorena. ¿Por qué? La imagen, borrosa, tan puntillista como el posado de un Saurat, se suponía era una captura de Kate en el coche con su madre al volante. Pero, poco después de ser publicada por los medios británicos, la tormenta de internet descargó sus vociferantes bramidos… ¡Esa no es Kate, my lady! ¡Nos la estáis jugando!
Cientos de cuentas en X limpiaron la imagen y confirmaron las especulaciones. Hoyuelos diferentes y arrugas estiradas como si la Princesa de Gales tuviera un cuadrado de cartón en los carrillos… Uhm, de hecho, menuda coincidencia, la de la foto se daba un aire más que sospechoso a su hermana, Pippa Middleton.
Y así, llegamos a la mascletá paranoica, al petardazo de la sospecha, ¡al cenit de la elucubración! El día de la madre, 8 de marzo, la Missing Kate publica una foto más falsa y editada que un videoclip del genuino Tongo, dando a luz al llamado Kate Gate. Una referencia, imagino, al famoso Pizzagate; la conspiranoia que habló de una red de abuso infantil, gestionada desde la pizzería Comet Ping Pong en Washington, y en la que se decía estaban involucrados, por ejemplo, Hillary Clinton.
¿Qué está pasando con la rosa de Inglaterra? ¿Por qué sube fotos de ella con sus hijos, más trucadas que un volido de Dominic Toretto? La metralleta de interrogantes en redes, medios y pubs forzó a que la Middleton expresara sus disculpas en un comunicado en el que afirmaba haber retocado la foto. Lo raro es, que teniendo en cuenta los estudios de fotografía que realizó en 2008 con el aclamado fotógrafo Mario Testino, sus dotes para el retoque estén más patichungos que el Cojo Manteca. El Kate Gate, se complica.
Con el fin de esclarecer las cosas, los medios de comunicación y royal-fans de medio mundo, claman por que la Casa Real Británica saque a relucir la fotografía original. Pero nada. Lo siguiente que se filtra es una foto del Príncipe de Gales en un coche y, a su lado, de espaldas, la supuesta Kate. Por si no fuera suficiente con una pose que la hace irreconocible, una vez más, la tempestad de las redes descarga vigorosa sobre la fotografía. Según cientos de usuarios, la imagen de Middleton es un copia pega, los ladrillos que se ven a través de la ventana no coinciden con los que se ven sobre ella, y el pastiche, básicamente: “no sé, Rick, parece falso”…
Kate Middleton sostiene, a grandes rasgos, la imagen de la corona. Su popularidad mantiene a flote una institución que, no sólo no se ha repuesto de la muerte de la reina Isabel II, sino que va cuesta abajo y sin frenos. Este timo comunicativo, no hace sino resquebrajar todavía más la tímida estabilidad que mantenía. Ahora, los rumores de su muerte y todo este misterio, han disparado el interés por la familia real a nivel internacional. En especial, en la cosmología de las redes.
Pero no olvidemos que en el Reino Unido la realeza posee un estatus que la coloca en el abrasador foco de la opinión pública. Más que en el caso de otras monarquías, como puede ser la española. Lo cual justificaría evitar la visibilidad a toda costa si Middleton anda en horas bajas. Bien sea, efectivamente, por una intervención de abdomen, o por acabar con el hocico hecho un cristo como la nueva-Madonna, una mala fotografía es una hedionda carnaza para todo buitre sensacionalista habido y por haber.
Lo más extraño, a mí humilde modo de ver, es lo ortopédico de la operación. Conscientes, como han de ser los responsables de comunicación de la monarquía británica, de la eficacia del universo digital; hiperactivo, hiperconectado, insomne e inclemente, ¿a qué fin permiten que su activo mejor valorado se la juegue con material visual así de chasco? Es que, de tan chabacano que parece todo, casi resulta real. O, rizando el rizo, es tan mal avenido que parece una jugada preconcebida para que todo el pastel parezca real, aunque, finalmente, se sienta falso. O, yendo más allá, podría ser la llama perfecta para atraer la atención del público, igual que un mago, mientras lo importante sucede en otro lado.
Rumores… rumores… rumores… En fin, aún nos quedan unos cuantos días hasta Semana Santa, fecha en la que Kensington Palace afirmó que la Princesa estaría ready para el ruedo. O, al menos, para ser grabada en video, que en un mundo de IA, Photoshop y redes, es lo mínimo que se exige para confirmar la realidad. Si ha habido trampas entre bambalinas, será difícil saberlo, si su cuerpo -en el sentido más plastiquero de la palabra- no dice lo contrario. Lo que está claro es que el Kate Gate sólo confirma, de nuevo, lo que ya sabíamos… En la era de las redes sociales la verdad se manipula, y la mentira, antes o después, se destapa.
Sobre la firma
Periodista y escritor. Ha firmado columnas, artículos y reportajes para ‘The Objective’, ‘El Confidencial’, ‘Cultura Inquieta’, ‘El Periódico de Aragón’ y otros medios. Provocador desde la no ficción. Irreverente cuándo es necesario.