Hombres (frágiles) que odiaban a las mujeres

Los hombres utilizamos la agresividad como armadura para esconder la fragilidad de sentirnos inadecuados. El ser moderno, a menudo, se siente fuera de una era de cambios constantes para equilibrar la balanza de género. Esta es una guía práctica en cinco pasos para entender si alguien se está encerrando en una ideología basada en la intolerancia como ocurre con la manosfera y con los Groypers, la última tendencia en extremismos en auge.

Antes de sumergirnos juntos en este artículo, quiero dejar bien claro que es un mero ejercicio especulativo para plantear un escenario desde la observación. Como tal puede tener imperfecciones y errores. No es una verdad absoluta, sino una guía para detectar si alguien está pasando por una transición llamada el despertar.

El resentimiento arde porque muchos hombres se sienten amenazados porque perciben al movimiento feminista y todo lo que se define como Woke como una amenaza hacia su virilidad.

A menudo escucho a personas de entre 30 y 70 años llamar a una generación entera como la generación de cristal, quejándose de que el feminismo es una agresión hacia la masculinidad. No obstante, esos mismos hombres son de lo más frágil que nos hemos encontrado en décadas, capaces de esconder su inseguridad detrás de una agresividad tanto física como verbal que se desborda online sobre todo en las cuentas de mujeres. Ojalá esta visión puramente personal que viene de vivencias cercanas, pueda ayudar a alguien a detectar y entender matices que obviamos en nuestro día a día.

La ira, que es un sentimiento como otros, no es el problema. Es uno de los momentos de la clarividencia de ir a terapia. Sin embargo, lo es el daño que se puede llegar a hacer a otras personas a través de la agresividad. Sentirse inadecuados despierta sentimientos de inseguridad, frustración, resentimiento y, a veces, impotencia. Si además eres varón, esas emociones son difíciles de expresar y conllevan una carga emotiva que puede llegar a ser el detonante de una conducta generalizada e inaceptable. Al fin y al cabo, hemos sido criados en un entorno agresivo que nos repetía sin parar “No llores que es de nenazas”.

¿Píldora roja o píldora azul?

Es probable que os haya pasado de asistir a una metamorfosis de algunos conocidos. Personas que son simpatizantes de izquierdas, abiertas a todo tipo de experiencia, que cambian su discurso, hasta el punto de acabar protestando en Ferraz contra Perro Sánchez y su acólito. A todos les he escuchado decir que por fin habían despertado. Eran conscientes y sabían a ciencia cierta qué camino tomar para salir de una estafa piramidal que está afectando a toda la humanidad. ¿Píldora roja o azul? Cucú! Una visión que surge del resentimiento solitario, una condición acuñada por Franco Bifo Berardi para definir al hombre blanco occidental como un ser aislado y cínico que se alista en los ejércitos de la manosfera y de grupos extremistas como los Groypers y los Incels.

Si a esto le añadimos que el poder genera sentido de culpa y pasiones tristes, tenemos el caldo de cultivo ideal para que prosperen el cinismo y la impotencia.

Despertar, ser consciente, ver la luz, se han transformado en expresiones de una clarividencia que abre las puertas a la ideología MAGA y de extrema derecha, aunque hasta hace poco se utilizaban en sesiones de terapia para tomar consciencia de los sentimientos y las emociones que nos acompañan a lo largo de la existencia. No se trata de sentar cátedra, sino más bien de hablar desde lo personal, desde un lugar complejo y lleno de contradicciones que como hombres vivimos cada día.

Esa capacidad de clarividencia cuando todos los demás viven en las tinieblas de la oscuridad woke es el nuevo mito de la cueva de Platón para fomentar un dualismo clave muy típico de una estrategia sectaria. Yo soy el conocedor de la verdad absoluta y puedo decirte que te han abducido. Despierta, amigo, porque acabaremos rodeados de trans y gays que nos pueden volver blandos con sus sonrisas de arcoíris. Es uno de los mensajes clave que está permeando en la sociedad para fomentar un enfrentamiento sin sentido. Frente la impotencia es mejor atacar a minorías que cuestionarse cuál es el problema real.

Esa fragilidad que empuja a utilizar el woke como un insulto, transformar la lucha por unos derechos esenciales en una amenaza. “Eres woke” es el nuevo “eres un progre de mierda”. Los mensajes ultra tienen algo en común con las ideas de Mr. Wonderful. Ambos son pegadizos y tan simplones que acaban cundiendo profundamente en las entrañas ofuscando la mente. Se sabe que los extremos se asemejan. Esa extremización tampoco deja espacio para hacer autocrítica cuando el exceso de puritanismo se desata sin control y, en vez de abrir hacia el diálogo y la duda, genera frentes monolíticos difíciles de matizar.

La violencia intolerante de los extremistas “es el resultado de la desesperación, la reacción a la humillación prolongada. La perfecta racionalidad de la máquina computacional abstracta y la infalibilidad de la violencia financiera han devastado la consciencia y la sensibilidad del organismo social” afirma Bifo Berardi.

Metamorfosis de los hombres frágiles.

A los hombres frágiles transformarse genera miedo e incertidumbre porque implica adaptarse y romper esos prejuicios monolíticos que dan tanta seguridad efímera. La idea de mantener un control inexistente sin perder el privilegio adquirido.

Una paradoja contemporánea que nos pone delante de un dilema social: cuando empujamos por un cambio de mentalidad, podemos hacerlo sin dejar a alguien detrás? ¿Podemos promover un cambio obligándonos a una transición más lenta pero que reduzca la fricción o la fricción estridente es necesaria? Hay quién promueve un feminismo más didáctico, impulsado por la idea de ayudar a todo el mundo a entender y quién justifica actos más de ruptura en el corto plazo para que el choque sea inmediato. Dónde está el equilibrio es difícil saberlo y por eso vivimos una paradoja compleja de desentrañar. Sara Torres, en un episodio de Carne Cruda, menciona lo necesario que es saber esperar si se quiere un cambio sin violencia. Estamos acostumbrados a la inmediatez de los cambios que ocurren con las guerras, sin embargo, el feminismo ha elegido otro camino. Si alguien se siente excluido es porque hay mujeres que quieren dejar de actuar como madres cuidadoras y quieren que nos busquemos las papas sin necesidad de que nos formen.  

De hecho desde las sufragistas, al movimiento feminista de los años 60 hasta el de hoy ha cambiado mucho la forma de actuar. Negarlo, es negar que se haya emprendido una lucha para el cambio más inclusivo.

Cómo conseguir anular esa sensación de amenaza es uno de los retos contemporáneos más arduos y complejos porque el entorno ha generado una crispación y un mecanismo de defensa impulsado por la desesperación. Sin embargo es interesante probar a fomentar un diálogo aunque la otra parte no siempre esté dispuesta a escuchar y a dialogar. Para un hombre resistirse a expresar su opinión es de las tareas más complejas, visto que llevamos siglos diciéndole a las mujeres que se callen. Hasta en formas muy poéticas cómo la de Pablo Neruda “me gustas cuando callas”.

Esa agresividad es el síntoma de una fragilidad que se dedica a defenderse atacando a colectivos menos poderosos para evitar mirar hacia arriba.

Hombres frágiles atrapados en una distopía

Si conoces a alguien que haya tomado esa senda tortuosa, aquí va una pequeña guía explicativa de cómo ocurre la vuelta a una actitud retrógrada y de autodefensa en cinco cómodos pasos:

  1. El desencanto. El desencadenante es un hecho en la vida privada que genera incertidumbre, incredulidad y fragilidad. Puede ser romper con una pareja, que un amigo te haga daño o unas dificultades económicas. En fin, cualquier interacción que te haga sentir vulnerable e inseguro.
  2. La seguridad griega. En búsqueda de una nueva seguridad, el sujeto entra en contacto, casi por primera vez, con Platón, el mito de la cueva, la certeza del relato de la polis griega y empieza a “despertar”, probando sus primeras ideas con la técnica del silogismo; si Sócrates es un hombre y todos los hombres son malos, Sócrates es malo. El mantra del hombre moderno es «Not all men» porque yo conozco a tíos que no agreden ni violan. El silogismo está servido: no todos los hombres violan, los hombres son buenos, no hay problema de violencia de género.
  3. El despertar del superhombre. Inexplicablemente nuestro sujeto pasa de Platón a Nietzsche en un santiamén sin cruzarse con autores intermedios. Esa lectura del superhombre consolida la sensación de seguridad donde al hombre de antaño se le respetaba más. La añoranza y la posible pérdida de privilegios es un sentimiento perverso. Nos hace ver el pasado de una forma distinta a como realmente fue. 
  4. La retórica de cuñao 2.0. En un alarde de avance, nuestro héroe se sumerge en los últimos vídeos de Gustavo Bueno y Antonio Escohotado, alcanzando su máximo en la dialéctica de Juan Soto Ivars, adalides contemporáneos del desencanto masculino. Malabares que conllevan a malinterpretar la función esencial de la filosofía como herramienta para cuestionarlo todo y dudar, no buscar certezas.
  5. La consolidación de la certeza. El último paso para terminar de levantar un muro infranqueable, es tomar consciencia de la mentira global, la manipulación de la agenda woke como gran enemigo de la pureza y lo tradicional. Porque ser progresista es una traición hacia la tradición, sin cuestionar que las tradiciones son construcciones sociales que se cristalizan en determinados momentos y que nunca fueron siempre así. En este último paso, nuestro amigo ha abierto su corazón a las ideologías de extrema derecha entrando por fin en un delirio de omnipotencia que le transmite esa seguridad perdida. La certeza es el ritual de iniciación para entrar en la secta y dejar de cuestionarse las cosas de la vida mezclando una idea libertaria, individualista y colectiva a la vez, que sirva de escudo para protegerse frente a la complejidad contemporánea que tanta inseguridad genera. Es así que nuestro hidalgo busca en grupos de Facebook a una mujer sumisa, figura maternal, madre de sus hijos y ama de casa símbolo de la épica de las trad wives. La única figura que puede apaciguar su soledad y terminar con la incertidumbre.

De hombre frágil a jinete medieval de las tradiciones como emblema de la seguridad individual

“La tradición no es la adoración de las cenizas, sino la preservación del fuego” frase atribuida tanto a Gustav Malher como a Jean Jaurès. La tradición está viva y evoluciona. Intentar preservarla de la supuesta amenaza del progreso es entrar en un mecanismo perverso que es más típico de un museo donde nada cambia.  

Para entender que nada progresista es una amenaza podemos considerar la tradición como una innovación que ha tenido éxito y se ha establecido como tal.

¿Estar en contra de esta manera de pensar es acaso negar que existan familias tradicionales? Desde luego que no, porque una innovación no se basa en suplantar a algo preexistente. Sin embargo, según la retórica del nuevo hombre tradicional, si no estás a favor, estás en contra. Un mecanismo que anula el debate y genera bandos porque los matices —tan necesarios para que la vida no sea una película en blanco y negro— no cuentan. Si pruebas a cuestionarlo, a entrar en debate, tus colegas recién convertidos se mofarán con gracia cuñadil, te menospreciarán con oratoria de taberna, demostrando que la tierra es plana porque nunca estuviste en el espacio. Guiño, guiño, silogismo.

Filósofos e historiadores invitan a tomar sus disciplinas como algo para abrir la mente, no a cerrarla, abogando por el pensamiento crítico y la comprobación de hechos que cambian según la fuente escrita.

Sin embargo, el objetivo actual no es debatir, es tener razón cueste lo que cueste. Ya no hay posibilidad de conversar, hemos caído en la trampa entrando en una batalla donde la simplificación de conceptos demostrados una y otra vez se rebate en pos de una verdad dogmática basada en el silogismo. Mientras tanto, el gran error de quién generaliza este fenómeno de extremización es decir que son todos una masa de incultos que no han leído un libro en su vida, cuando la situación es mucho más compleja. Muchos hombres frágiles leen libros sin parar, con el afán de buscar seguridad, porque los libros tienen el gran poder de curar heridas y aliviar el dolor y la impotencia. Libros que refuerzan una idea, libros que se levantan como escudos medievales y amparan a una persona perdida. Cuando éramos adolescentes nos curaba el Camino de Santiago de Paulo Cohelo, ahora los hombres frágiles se automedican leyendo el Quijote.

Y es así que el gran problema de la humanidad es excluir, alejando a los hombres frágiles en vez de entender qué está pasando. Es humano rechazar, alejarse, sobre todo si estamos viviendo una situación difícil y violenta, pero ese rechazo aísla y echa gasolina en el fuego de la agresividad. La paradoja social que nos hace cuestionar cómo entender al agresor mientras estamos sufriendo las consecuencias de su intolerancia. ¿Acaso es posible ayudar siendo a la vez víctima? ¿Es legítimo pedir un esfuerzo tan grande?

He pasado años teniendo certezas matemáticas de las cosas, pero la frase que más he repetido en estos últimos tiempos es “me dan miedo las personas que tienen tantas certezas. Dudo de todo. En un debate creo que es sano dudar y utilizar expresiones como “creo que”, “según este punto de vista”, “en base a estos datos”. De igual manera que los científicos impulsan a no dar por hecho algo al 100%, una persona que afirma rotundamente de que nos están engañando me da ternura porque manifiesta esa fragilidad intrínseca tras un discurso de intolerancia. El ser humano, al igual que cualquier animal, se vuelve agresivo cuando percibe una amenaza real o supuesta. Por lo tanto, cuanto más defraudado por un amor o una amistad, cuanto más dejado a la merced de la vida en búsqueda de una seguridad económica, más agresivo y cínico se volverá en contra de sus símiles, como forma de autodefensa.

La fragilidad como cambio de paradigma

Nuestro sistema de valores nos ha criado para pensar que ser frágil y sensible son debilidades. No obstante son dos cualidades que nos han permitido llegar hasta hoy y adaptarnos a lo largo de los siglos. Las guerras destruyen y arrasan, mientras que la dulzura y la emotividad construyen comunidades y curan.

Mientras algunos de tus colegas acaban en la secta del machoalfismo, solo nos queda esperar, dar apoyo emocional y, cómo decía un trend de TikTok, escuchar pero no juzgar. Sabemos que buscar la seguridad intentando cristalizar una idea de pasado es un acto tremendamente violento, humano e inútil porque las personas nunca somos las mismas a lo largo de nuestra corta existencia.

Cómo ya nos decía Heráclito hace unos dos mil años atrás: “Ningún hombre podrá cruzar el río dos veces. Porque ni el hombre ni el agua serán los mismos”.