Imagen creada por Mario Klingemann y Botto

¿Giotto o Botto? ¿Puede la inteligencia artificial iniciar otro Renacimiento global?

Cuando no queríamos más artistas porque el panorama está muy saturado, llegan las IA y se ponen creativas. Desde Dall-e a Botto, empieza a haber una nueva generación de pintoras, ilustradoras hechas de bits, conexiones neuronales e inputs humanos.

Seguro que todos estamos familiarizados con el binomio arte-especulación y con cómo la mercantilización del arte ha generado ventas descomunales de soberanas patrañas vacías y una confusión generalizada que empuja al ser humano común a no ser capaz de distinguir entre una obra de arte y un churro. Es verdad que el cambio que generaron las vanguardias del siglo XX ha impulsado esta dicotomía y una reacción basada en el gusto personal, antecesor del me gusta o no me gusta impuesto por Facebook en el mundo digital. 

Cuando pensábamos que no había más límites que superar, irrumpe el auge de la inteligencia artificial (IA) y de su versatilidad para hacer arte generativo y piezas únicas en tiempo real

Ese odio atávico hacia las máquinas que nos viene desde el movimiento ludista que prendió durante la primera Revolución Industrial se ha vuelto a agudizar justo hace poco generando una repulsión igual de profunda hacia todo lo que tenga relación con las cripto, los NFT y el arte generativo

Este sentimiento está justificado por el hecho de que el nuevo mundo del arte se ha vuelto más extremo al unir la especulación más dura con la mercantilización más bestia y el efecto de los coleccionables, donde, si vendes, tienes razón, porque es la ley de la oferta y la demanda. 

Entonces, ¿qué pinta hablar de Botto? Si está todo claro como el agua y no hay objeción. 

Pues, si miramos más allá de los evangelistas del cripto, los famosos cripto-bros, secta que intenta meternos en el mantra del “¡Te forrarás!”, es muy interesante analizar qué implica que la IA sea parte integrante de las artes visuales. 

Imagen creada por Mario Klingemann y Botto

Bruno Munari decía: “Cuando todo es arte, nada es arte”. Le he trasladado esta frase a Raúl Marcos, uno de los artífices de Botto, una inteligencia artificial que hace arte contemporáneo y lo está petando hasta el punto de tener su propia comunidad en Twitter y acaba de exponer sus piezas en la colección Solo de Madrid tras tener obras expuestas en Londres, Los Ángeles, Miami, Venecia y París. 

“No me atrevo a definir qué es arte. Que cada uno lo viva de la forma que quiera. ¿Por qué tiene que haber alguien que defina qué es arte y qué no? ¿Quién lo define? ¿Cómo lo consensuamos? Si todo el arte pasa por momentos álgidos de ruptura y evolución. Cada vez que alguien rompe los esquemas se replantea la misma definición”. 

El tema de desafiar el ‘statu quo’ es interesante y forma parte de grandes movimientos como las vanguardias del siglo XX. En este sentido, si el arte es hacer preguntas, lo que hace Botto con la IA es provocar un cambio de paradigma. En este nuevo escenario, queda por definir quién es el artista. ¿Un algoritmo puede ser un artista? 

Además, ¿Se puede hablar de arte democrático? Botto lo es al dejar elegir la obra de la semana a sus seguidores? ¿Es arte colectivo? 

“Creo en la democratización del arte. Puedo hacer arte y que luego los demás elijan si eso es arte o no. En el sector de donde vengo hay una visión más abierta, que viene del ‘open source’, donde tú haces lo que te apetece, experimentando, y la comunidad decide si lo que haces tiene valor o no. Soy consciente de que en el mundo del arte tradicional ese tipo de actitud no es la más común. Para mí el punto fuerte del arte generativo es que rompe el elitismo del sector del arte, tanto académico como mercantilista. 

¿No te parece que si una comunidad afianza el trabajo de Mario y Botto como arte, eso es arte?. Para mí es lo mismo que si el Museo Reina Sofía afianza que tal artista es de verdad un artista”. 

En esta fase, muchos obvian que la producción de una IA está vinculada a la colaboración con uno o varios artistas y desarrolladores humanos que estimulan y alimentan a la máquina para que pueda crear. Me atrevo a afirmar que, de momento, Dall·e o Botto son más parecidos a un Photoshop muy avanzado que el ser humano utiliza para realizar producciones masivas y de una calidad estética y conceptual tremendamente alta. 

Imagen creada por Mario Klingemann y Botto

¿Qué es un artista en el siglo XXI? ¿Debemos repensar una definición que nos permita una consideración más amplia? 

“En el caso de Botto, esa figura es el conjunto de Mario Klingerman y Botto. Mario, como padre de Botto, desarrolla el algoritmo que es Botto, cogiendo elementos del ‘open source’ y añadiendo su saber hacer como artista digital. A partir de ahí, libera y regala Botto a la comunidad, y Botto crea y evoluciona autónomamente, con la ayuda de la comunidad ¿Dónde está el límite de quién es el ente que hace arte? ¿Coger elementos de ‘open source’ hace al artista menos artista?. 

¿Acaso Picasso y Braques eran menos artistas al coger recortes de periódicos para hacer arte cubista? El cambio de paradigma es que ahora una persona con una red neuronal y una comunidad, construyen y eligen qué obra realizar”. 

¿Y eso es arte? 

“Probablemente. Al igual que el arte producido hasta ahora. Al igual que una película es el trabajo conjunto del director, el equipo de arte, los actores y demás personas que intervienen en la realización de la película. 

Lo que pasa es que, para vender, casi siempre necesitamos la figura totémica de una persona como el artista o el director de cine o el arquitecto, aunque el trabajo haya sido colectivo y plural”. 

¿Es posible que estamos viviendo un nuevo Renacimiento artístico y cultural donde la relación ser humano-inteligencia artificial está rompiendo los límites del arte contemporáneo, abriendo las puertas de una nueva sociedad parecida a la del siglo XVI italiano?

“Es probable que estemos viviendo un cambio que puede influir radicalmente en el mundo del arte. Ese conjunto de artista, IA y desarrolladores implica un diálogo plural basado en puntos de vista distintos donde el rol del mecenas o del galerista tiene que reestructurarse, reformulando su papel”. 

Veo que hablas del arte basado en la pieza producida, pero no estás hablando de que el arte es el proceso en sí, no necesariamente el resultado final. 

“Es importante hacer una diferenciación. El arte en su forma actual es muy elitista. El mundo de los NFT es muy transversal y pasa por una visión más abierta que, por un lado, trata la esencia de los coleccionables y el estatus y por el otro la idea de que no hay límites de hacer lo que quieras. 

Ese dualismo nos lleva a toda la confusión que hay ahora mismo, también propulsada por el ruido que generan los medios de comunicación al hablar del arte generativo como una especie de magia creadas por la IA, provocando una contraposición ser humano-máquina que, a esta altura de la película, es bastante insoportable”. 

Es verdad que las IA, por lo menos en este momento, son acompañantes perfectos del ser humano. Fomentar la “batalla” considerando a las inteligencias artificiales como un sustituto de lo que hacemos resulta bastante absurdo. 

Me voy con más preguntas que las que tenía. Quizás porque estamos en el ojo del tornado y es difícil delinear bien un tema tan complejo y actual. ¿Cuál es el punto de vista sobre el arte? ¿Cómo se pueden plantear ciertas preguntas desde otro punto de vista? ¿Es el arte digital de los NFT igual de rompedor que las vanguardias del siglo XX?

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