Hace tiempo un gran cliente y hoy buen amigo me preguntaba si creía que el diseño tenía futuro. Le respondí que el diseño siempre ha sido el futuro. Si uno navega por sus orígenes etimológicos, entenderá que el diseño hace referencia nada más que a la capacidad del ser humano de conformar elementos inexistentes en el ecosistema, con el objetivo de dar respuesta a necesidades funcionales y emocionales no satisfechas. Es clave entender que desde tiempos inmemoriales es precisamente la creatividad humana la que resuelve la ecuación temporal que separa el presente del futuro, mediante la conceptualización de aquellos elementos que marcarán nuestra vida futura.
Alvar Aalto, figura clave del movimiento moderno decía: “La tarea del arquitecto consiste en proporcionar a la vida una estructura más sensible. La arquitectura tiene un motivo interior: la idea de crear un paraíso. Este es el único propósito de nuestras casas. Si no llevamos este pensamiento entre nosotros, todas nuestras casas serán más simples y triviales y la vida no será digna de vivir”.
Invito al lector a parar por un momento y observar su entorno más inmediato. Analice esa silla sobre la que está sentado, pregúntese el porqué de las aristas de esa botella de agua, sienta la morfología de su calzado o dele una vuelta a la configuración de los elementos urbanísticos de su ciudad. Todo ha sido diseñado por alguien y con un propósito muy humano: incidir positivamente en la vida de las personas. Sin embargo, si algo he aprendido de las dos generaciones que me preceden poniendo el diseño al servicio de las grandes marcas de este país durante 60 años, es que el diseño es una disciplina. Y que, lejos de cualquier interpretación subjetiva y en base a los pretextos objetivos de una disciplina técnica, existe el buen diseño y el mal diseño.
Últimamente, como sociedad, andamos anclados más bien en lo segundo. La tecnología y la filosofía de lo fácil y de lo inmediato nos ha llevado a dejar de hacernos preguntas, a dejar de retarnos intelectualmente y a dejar de exigirnos un futuro mejor en pro de un presente fácil y cómodo. Nos hemos acomodado en el lado utilitarista de la vida, donde la cultura se encauza en vías inertes, dejando de ser una herramienta al servicio del crecimiento individual y grupal. Los algoritmos nos alejan de lo que es susceptible de no gustarnos y, poco a poco, nos despojan de nuestro criterio y espíritu crítico. En general, hemos empezado a diseñar en pro de la transacción informativa más que en pro del peso conceptual. Dejamos de provocar, para complacer.
Ha llegado la hora de volver a diseñar el futuro sin complejos ni miedos. Debemos despertar y atrevernos a rehabilitar un concepto tan prostituido como la innovación. Fomentemos la creatividad en las organizaciones, dejemos que la cultura vuelva a invadir nuestros muros, pongamos la tecnología al servicio del intelecto, recuperemos la fortaleza de una sociedad unidad por un imaginario inspirador. No vamos faltos de retos precisamente. Retos que requieren nuestra mejor versión y que requieren la valentía y el apoyo de todos nosotros, sin excepción.
Por primera vez en mucho tiempo, se abre una ventana de oportunidad para que España vuelva a inspirar al mundo y lo lidere hacia un nuevo despertar. Somos un gran país con grandísimas capacidades, precisamente por ello exportamos mucho más talento del que nos gustaría. ¿Y por qué? Porque estamos acostumbrados a lograr más con menos. Precisamente el diseño español es un diseño actitudinal y no normativo, valiente, líquido y honesto, que arriesga siempre de forma inteligente. Pero, para que el mundo nos lo reconozca, es clave que todos nosotros creamos más en las capacidades de nuestro país. Sin fisuras.
Cada año tengo la gran suerte de poder ver a más de 200 empresas españolas, salir a defender el valor del “made in Spain” por el mundo. Y a otras 150 más que vienen a buscar precisamente la capacidad creativa “made in Spain”. Y, si algo he podido aprender, es que nuestra falta de autoestima nos cuesta millones. Es momento que España diseñe de nuevo el futuro.
Marc Morillas es CEO de Morillas, consultora de branding española creada hace 60 años.