Cuando los pioneros se jubilan. Ante el abismo de suplir el talento que impulsó el avance tecnológico en España

España necesitará 200.000 ingenieros en los próximos años.La solución debería pasar por la formación pero se encuentra con un problema inesperado: algunos departamentos de ingeniería de universidades españolas se enfrentan a la jubilación de hasta el 50% de su plantilla en los próximos años, a lo que hay que unir una fuga de talento constante hacia el sector industrial y el extranjero.  

La carrera tecnológica entre potencias como Estados Unidos y China no es solo una competencia por el liderazgo económico, sino una pugna estratégica por definir el futuro digital del mundo. Ambos países están invirtiendo de manera masiva en inteligencia artificial, computación cuántica, redes 5G y ciberseguridad, conscientes de que el dominio en estas áreas no solo trae beneficios comerciales, sino también influencia geopolítica. En este contexto, la ingeniería se convierte en un recurso de altísimo valor, y los ingenieros en el núcleo del desarrollo de tecnologías clave. Esta competencia global marca una hoja de ruta clara para el resto de países: quien no apueste decididamente por el talento tecnológico propio quedará inevitablemente relegado a un papel secundario, dependiendo de infraestructuras, servicios y decisiones tomadas más allá de sus fronteras. La soberanía tecnológica ya no es una aspiración, es una necesidad urgente.

Existen estudios que cifran en 200.000 el número de ingenieros que España necesitará en los próximos años. La realidad es que España no tiene capacidad de atracción de talento exterior. La calidad de vida y el buen clima no son suficientemente atractivos para contrarrestar los bajos salarios ofrecidos y el escaso liderazgo de la industria española en el sector. La formación de talento nacional se hace indispensable, lo que nos lleva preguntarnos en que situación se encuentra la universidad española y si están en disposición de hacer frente a los retos actuales y futuros. Los ingenieros formados en España gozan de una excelente reputación a nivel internacional, reconocidos por su sólida preparación técnica, capacidad de adaptación y habilidades para trabajar en entornos multidisciplinares y globales. Muchas empresas tecnológicas punteras en todo el mundo valoran especialmente su formación y espíritu resolutivo.

Si nos centramos en las tecnologías antes mencionadas, que incluyen la inteligencia artificial, la computación cuántica, redes de comunicaciones o la ciberseguridad, cobran especial relevancia las Ingenierías TIC (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones). Muchas de estas ingenierías en España tienen su origen en el impulso visionario allá por los años 80 y 90 de docentes e investigadores procedentes de disciplinas como la física, las matemáticas o la ingeniería industrial, que supieron ver con antelación el potencial transformador de la informática y las telecomunicaciones. En un contexto en el que aún no existían estructuras académicas consolidadas para estas tecnologías emergentes, estos pioneros asumieron el reto de crear, casi desde cero, programas formativos, departamentos y líneas de investigación que acabarían dando lugar a las actuales escuelas de ingeniería informática y de telecomunicación. Gracias a su esfuerzo y compromiso, estas escuelas se incorporaron a universidades de todo el país, democratizando el acceso a una formación técnica de vanguardia y contribuyendo decisivamente al desarrollo tecnológico de España. Su legado es el cimiento sobre el que se ha construido gran parte del ecosistema digital actual. En estos momentos, asistimos a la jubilación de esa generación pionera que, con enorme esfuerzo y visión, sentaron las bases de la mayoría de las escuelas de ingeniería TIC en España. Algunos departamentos de ingeniería de universidades españolas se enfrentan a la jubilación de hasta el 50% de su plantilla en los próximos años, a lo que hay que unir una fuga de talento constante hacia el sector industrial y el extranjero.  

La excelencia en la atracción de talento universitario no es solo una aspiración académica, sino una estrategia crucial para el desarrollo intelectual, científico y económico de un país. Las universidades que logran captar a los mejores docentes, investigadores y estudiantes no solo elevan su nivel académico, sino que se convierten en polos de innovación, pensamiento crítico y transferencia de conocimiento hacia la sociedad. En un mundo cada vez más competitivo, donde el saber es motor de transformación, atraer talento es garantizar una sociedad viva, dinámica y con capacidad de respuesta a los grandes retos del presente y del futuro.

Las universidades españolas se enfrentan a una creciente dificultad para atraer y retener a ingenieros de alto talento dentro de la carrera académica, especialmente en el ámbito de tecnologías de vanguardia, donde la demanda en el sector privado es abrumadora. Los sueldos ofrecidos en la universidad pública son, hoy más que nunca, muy inferiores a los que puede ofrecer la industria tecnológica. Esta desventaja económica, sumada a la inestabilidad inicial de la carrera investigadora y a la burocracia que a menudo limita la agilidad académica, hace que muchos ingenieros brillantes opten por desarrollar su trayectoria fuera del entorno universitario. La excelencia, además de exigirla, se debe ofrecer. Por si fuera poco, la competencia entre las propias universidades por captar a este escaso talento es feroz, especialmente en áreas estratégicas como la inteligencia artificial o la ciberseguridad. Sin una mejora en las condiciones laborales, salariales y de proyección profesional, el sistema universitario español corre el riesgo de perder su capacidad de liderazgo en la formación e investigación en tecnologías de vanguardia. En las condiciones actuales, es difícil pensar que el sistema universitario español va a poder hacer frente a la demanda de ingenieros que va a requerir el país y garantizar a la vez la calidad de estas enseñanzas.

En el sistema universitario español, todos los docentes e investigadores están sujetos a unas condiciones contractuales homogéneas, independientemente del área de conocimiento en la que trabajen o del nivel de competencia que exista con el sector industrial. Este modelo, aunque busca la equidad, no tiene en cuenta las dinámicas específicas de disciplinas altamente demandadas por la industria. En estas áreas, donde las empresas tecnológicas ofrecen salarios mucho más altos y trayectorias profesionales ágiles y atractivas, las universidades no pueden competir en igualdad de condiciones para captar o retener talento. Esta rigidez estructural limita la capacidad del sistema académico para adaptarse a las necesidades estratégicas del país y pone en riesgo la calidad de la formación y la investigación en sectores clave para el desarrollo tecnológico y económico. En un entorno tecnológico en permanente evolución, contar con buenos docentes y departamentos universitarios sólidos es esencial para garantizar una formación de calidad en las tecnologías de vanguardia. La velocidad con la que avanzan estas tecnologías exige una actualización continua del conocimiento y una capacidad docente capaz de transmitir no solo competencias técnicas, sino también pensamiento crítico y adaptabilidad. Las universidades necesitan profesionales comprometidos, con experiencia investigadora y conexión con el entorno tecnológico real, que sepan formar a estudiantes preparados para afrontar los desafíos de un mercado laboral exigente y cambiante. Sin una base académica fuerte, la apuesta por la transformación digital y el progreso tecnológico corre el riesgo de quedarse sin cimientos.

Es urgente trazar un plan estratégico que garantice la calidad de la formación universitaria en tecnologías clave para el presente y el futuro de nuestra sociedad. Para lograrlo, es imprescindible apostar decididamente por atraer talento académico, creando un entorno profesional que ofrezca estabilidad, proyección y condiciones más competitivas que las actuales. Las jubilaciones masivas, la competencia con la industria y la poca capacidad de atracción de las universidades públicas, nos llevan de forma inevitable a un precipicio. Si no se actúa ya, las generaciones futuras de ingenieros españoles están en peligro. El modelo actual, válido hace 30 años, ha quedado obsoleto y no servirá para corregir el rumbo. Aunque es imposible igualar las ofertas del sector privado, el sistema universitario debe ofrecer una carrera académica atractiva, con salarios dignos, menor carga burocrática y una clara valoración del mérito docente e investigador. Solo así podremos asegurar una universidad fuerte, capaz de formar a los profesionales que liderarán la transformación digital de nuestro país.

Aythami Morales es Profesor Titular en el Departamento de Tecnología Electrónica y de las Comunicaciones en la Universidad Autónoma de Madrid. Subdirector de Investigación e Innovación de la EPS. Incluido en el ranking internacional de Stanford dentro del 2% de investigadores más influyentes a nivel mundial en el área de Inteligencia Artificial.

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