Piedra filosofal, unobtainium, chintamani, alkahest… la protociencia, el misticismo y la ficción han imaginado materiales con propiedades sobrenaturales y divinas casi desde que el mundo es mundo. Pero tal vez no sea necesario recurrir a la magia para encontrar ese elemento capaz de elevar a la civilización a una nueva era. De hecho, puede que ni si quiera se trate de algo esquivo y oculto, sino del elemento más abundante del universo.
Por supuesto, hablamos del hidrógeno en su versión verde, ese término que, aunque existe desde hace décadas, en 2019 empezó a cobrar tal fama que cualquiera diría que se trata de la tan ansiada piedra filosofal que José Arcadio Buendía pasó años intentando sintetizar en su laboratorio de alquimia. Al leer su lista de cualidades y posibles aplicaciones, una llega a sentirse delante de algo muy grande, como debió pasarle a su hijo cuando su padre le llevó a conocer el hielo.
Para quien viva en una cueva en Macondo, el hidrógeno verde es su alternativa renovable y libre de emisiones, cuya quema solo produce vapor de agua. La clave para reverdecerlo reside en su producción. Mientras que el tradicional se obtiene a partir de gas natural con sus consecuentes emisiones de CO2, también es posible producirlo rompiendo las moléculas de agua en sus componentes básicos, H y O, mediante un proceso llamado hidrólisis. Y si la energía para realizar esta hidrólisis se obtiene mediante fuentes renovables… ¡MAGIA! Tenemos una fuente de energía renovable cuya producción solo emite oxígeno.
Y sus bondades no acaban aquí. A nivel de uso, se puede quemar directamente como la gasolina y el diésel, puede meterse en una pila de hidrógeno para generar electricidad de forma directa, puede sustituir a su homólogo gris para la fabricación de fertilizantes y acero, o simplemente servir como almacén energético cuando la producción de renovables supera a la demanda.
¿Ve? Como le decía, su lista de propiedades y aplicaciones bien podrían compararse con la de aquel elemento mágico que pregonaba Melquiades. Por eso, gobiernos, empresas y centros de investigación de todo el planeta han abrazado al hidrógeno verde como la nueva panacea energética. España figura entre los 15 países del mundo que ya lo incluyen en sus planes estratégicos, con el objetivo de lograr una capacidad de producción de 10 millones de toneladas para 2030.
DE SECTOR IGNORADO A NIÑA BONITA
Pero, si tan fascinante y todopoderoso resulta, ¿por qué ahora? ¿por qué no es la base de nuestro sistema energético desde hace tiempo? Como pasa con casi todo, el dios del dinero manda sobre todos los demás. “Hace 4 años empecé a ver este resurgimiento del hidrógeno verde y tampoco lo acabab de entender, su potencial a nivel económico todavía no está claro”, explica el responsable de Energía NUVIX Consulting y profesor del máster de Energías Renovables de la EOI, Alejandro Diego Rosell. En su opinión, la clave para el repentino impulso del hidrógeno verde nace “del propio interés del sector tradicional de los hidrocarburos”.
Los cada vez más claros efectos de la emergencia climática, que lo mismo nos achicharra que nos inunda según la época del año, han hecho que al mundo no le quede más remedio que empezar a tomarse en serio la descarbonización. Gracias a ello, los por fin medianamente ambiciosos compromisos de la Cumbre del Clima de París de 2019 están obligando a todas las industrias a reducir sus emisiones, quieran o no.
“Se apuesta por el hidrógeno verde porque es eso o nada. Si hay que dejar de usar combustibles fósiles, no hay más opción que introducir el hidrógeno verde”, detalla la química especializada del CSIC María Retuerto. Además, el coste de las renovables necesarias para su producción no ha parado de caer en los últimos años, e incluso a la invasión de Ucrania por parte de Rusia está obligando a la Unión Europa a reducir su dependencia del gas natural.
En este contexto “a las empresas tradicionales de petróleo y gas les cuesta menos transicionar hacia el hidrógeno verde que meterse en renovables, donde no tienen experiencia”, añade Diego Rosell. Y para muestra, un botón: Iberdrola por un lado y Acciona y Enagás por otro, todas viejas conocidas del sector energético, han inaugurado recientemente sendas plantas de hidrógeno verde que ya se han convertido en las más grandes de España.
Esta apuesta está siendo recompensada desde el ámbito público, y el Gobierno de España va a regar el campo del hidrógeno verde con miles de millones de euros a través de distintos PERTE, algunos directos, como el de las energías renovables, y otros indirectos, como el agroindustrial. Ante esta lluvia de dinero, no es de extrañar que empresas de todo tipo hayan empezado a subirse al carro. Diego Rosell explica que, en el país, ya hay alrededor de 100 GW solicitados en proyectos de hidrógeno verde. Sin embargo, advierte: “Hay muchísimo humo. De todos ellos, solo el 10 por ciento o el 15 por ciento son sólidos, con financiación y apoyo de la administración”.
¿Será suficiente para cumplir los objetivos? En teoría, España debería contar con entre 300 MW y 600 MW de potencia instalada para 2024, que es prácticamente ya. En comparación, la capacidad de la planta Fertiberia de Iberdrola es de 20 MW. Para Retuerto, “tal vez los objetivos son demasiado ambiciosos”. Sin embargo, Diego Rosell considera que, “aunque solo salga adelante una parte de lo anunciado, ya va a suponer un volumen sustancial”.
FALTA INFRAESTRUCTURA Y TALENTO
Por poco que sea, los primeros proyectos de hidrógeno verde tal vez consigan un hito aún más importante: hacer que la rueda del sector empiece a girar y adquirir velocidad. “Se habla de incentivos a la generación, pero el gran problema del mercado actual es que no hay infraestructura, ni para la generación, ni para el almacenamiento, ni para el transporte, ni para el consumo”, advierte el profesor de la EOI. Por eso, esta primera ronda de inversiones podría allanar el camino para las demás y reducir aún más los precios gracias a las inversiones en innovación y a las economías de escala.
Pero, para lograr tal hito, además de dinero, hace falta otro elemento clave: el talento. “Falta mucha gente que sepa de hidrógeno en general”, afirma la investigadora del CSIC. De hecho, cuenta que, en su grupo “había una start-up de electrolizadores que tuvo que cerrar en 2019”, justo cuando empezó el bum. Tres años después, “las grandes empresas se están llevando a los buenos ingenieros químicos a golpe de talonario, ofreciéndoles sueldos tres y cuatro veces superiores a los que tienen”, cuenta el profesor de la EOI.
La buena noticia es que España podría convertirse en uno de los países líderes, tanto en producción como en profesionales. “El talento que tenemos aquí está muy demandado”, asegura Retuerto, a lo que Rosell añade: “España está relativamente a la cabeza en hidrógeno verde, con la ventaja de que tenemos más capacidad de seguir añadiendo renovables, a diferencia de, por ejemplo, Alemania, donde no encuentran nuevos terrenos para construir nuevas instalaciones de energía eólica”.
Eso sí, a pesar de todo este potencial, ambos expertos coindicen en que el hidrógeno verde no logrará cumplir todas sus promesas. Diego Rosell detalla: “No creo que vaya a ser competitiva para pequeños vehículos, pero sí para el transporte pesado y la producción de electricidad y el almacenamiento”. Por su parte, Retuerto señala su potencial para desterrar al hidrógeno gris que ya se usa en industrias enormes, como “la del acero, el cemento y el amoniaco”. De hecho, la planta de Iberdrola se usará, precisamente, para producir este omnipresente fertilizante.
Puede que el hidrógeno verde no llegue a ser esa piedra filosofal energética que la industria intenta vendernos. Pero, con los incentivos correctos, sí parece bien posicionada para penetrar en grandes partes del sistema. Para Retuerto, “la clave está en diversificar”. Del mismo modo que la concentración de CO2 atmosférico no puede resolverse únicamente a base de plantar árboles, la economía no puede depender en exclusiva del hidrógeno verde. Sin embargo, cada vez hay menos dudas de que tendrá un papel en nuestro futuro, porque, como dijo una vez José Arcadio Buendía, “en el mundo están ocurriendo cosas increíbles”.