Hace 30 años Internet nació con un concepto simple: transferir información entre dos ordenadores a través de una red. Sobre este hecho se han construido todas las aplicaciones y servicios que conocemos hoy. Desde los más sencillos hasta los más complejos, desde Google hasta WhatsApp, pasando por Netflix. Todos estos servicios están basados en la posibilidad de transferir información entre dos puntos a través de una red.
Tres décadas después, la tecnología dio un salto importante. En 2008 Satoshi Nakamoto, el inventor de bitcoin cuya identidad real nunca fue desvelada, publicó un artículo en la comunidad criptográfica describiendo un sistema punto a punto de dinero digital. Hasta ese momento nadie había conseguido transferir valor a través de Internet sin un intermediario. Era necesario utilizar entidades financieras, Bizum o Paypal para validar la transacción. Hasta que el nacimiento de bitcoin demostró que era posible transferir valor entre dos puntos a través de la red sin un intermediario.
Más de una década después, la revolución de los criptoactivos tiene poco que ver con que suba o baje el valor de las criptomonedas. Me atrevería a decir que el valor de las criptomonedas es algo irrelevante en este momento. El poder transformador de la criptoeconomía reside en la capacidad de utilizar la tecnología para facilitar la coordinación social a través de un sistema de incentivos.
Hay una pregunta que todo el mundo hace cuando hablamos de criptoactivos: ¿qué hay detrás de ellos? La primera respuesta es clara: tecnología. La segunda es más profunda: depende. Si hablamos de bitcoin o ether, detrás hay un sistema de incentivos y unas reglas objetivas e inmutables que son las que fijan su precio, forma de emisión y utilidad en el mercado. Si hablamos de otros criptoactivos conocidos como stablecoins, como USDC o tether, la respuesta es más sencilla: cada criptomoneda está respaldada por un dólar.
Cuando alguien compra USDC está comprando dólares representados por una criptomoneda. Esto tiene enormes implicaciones que pocos todavía comprenden. Si hablamos de tókenes como los que ofrece Reental en su plataforma, detrás de su criptomoneda hay un inmueble tokenizado, por lo que, al comprar esa criptomoneda se adquiere una participación en la rentabilidad de dicho activo.
Tanto la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, como otros de sus responsables han utilizado un argumento sorprendente para atacar a los criptoactivos declarando que detrás de las criptomonedas no hay “nada”. Al menos deberían estudiar criptomonedas como USDC que tienen una capitalización de mercado de 42.000 millones de dólares y un respaldo en dinero fiat antes de opinar.
El avance de los productos y servicios alrededor de la criptoeconomía está produciendo una enorme brecha digital similar a la que produjo Internet. Todavía hoy, muchos países sufren las consecuencias de no haber sido capaces de adaptarse a la revolución tecnológica que produjo Internet. Desde las administraciones públicas hasta los servicios financieros, todos han tenido que adaptarse, pero el proceso ha generado importantes desigualdades entre aquellos ciudadanos que conocen y disponen de acceso a la tecnología y aquellos que no.
Algo similar ocurrirá con aquellos que sean capaces de entender adecuadamente los cambios que traen los criptoactivos. La revolución de la criptoeconomía no es sólo tecnológica, es sobre todo social. Estos sistemas permiten nuevas formas de coordinación social a través de la tecnología. La tecnología y la forma de interactuar con estos sistemas generan un gran sistema de confianza para desconfiados.
Está naciendo un nuevo sistema financiero basado en el hecho de poder transferir valor por una red entre dos puntos sin un intermediario. Sobre este hecho se están construyendo nuevos servicios que van desde el préstamo entre particulares hasta la provisión de liquidez pasando por el arbitraje. Todo ello de forma desintermediada, abierta y transparente.
La tecnología ha venido para hacer más eficientes tareas que hasta ahora no lo eran tanto. Pero, en este caso, la criptoeconomía genera una disrupción que podría ser incluso mayor que la de Internet. Este permitió el intercambio de información que ha permitido construir compañías como Netflix, Amazon, Google y Facebook. Todas ellas tienen en común que se basan en servicios de intercambio de información a través de una red. En el caso de la criptoeconomía o del Internet del valor, las compañías se construyen sobre el intercambio de valor entre dos puntos, y esto tiene un impacto más allá de la mera transformación digital.
Todos aquellos que están creando su empresa hoy no aspiran a salir a bolsa, sino a tokenizarla para obtener financiación en un mercado global. Cuando un emprendedor divide la propiedad de su empresa en tokenes y la lanza al mercado puede obtener financiación de forma global y rápida. Cualquiera que compre ese tóken está participando del capital de la empresa sin importar donde viva, desde Nueva Zelanda hasta Reino Unido.
Esta forma de obtener capital de forma global está empezando a cambiar el mapa del origen de las empresas de impacto. Hasta ahora, los unicornios han nacido y crecido en aquellos lugares donde era posible obtener financiación y existía un mercado para desarrollar su iniciativa. Sin embargo, ya no es necesario estar en Silicon Valley para que los grandes fondos se fijen en ti. Es posible obtener financiación de forma global desde cualquier parte emitiendo mediante la emisión de tókenes.
Hay señales que indican que España y Europa pueden estar perdiendo un tren importante: la criptomoneda estable tether (cuyo valor es de 1 dólar americano) ha sobrepasado a VISA en volumen transaccionado. En España son pocas las personas que han oído hablar de tether, sin embargo, todos llevamos una VISA en la cartera. El 17% de españoles son hoy clientes de un banco que nadie conoce. Este es el porcentaje de españoles que ha comprado la criptomoneda USDC que emite la entidad CIRCLE. Básicamente hay casi una quinta parte de la población del país que han depositado dinero en CIRCLE y ha retirado esta criptomoneda ligada al valor del dólar.
Todo esto debe hacernos reflexionar. La brecha digital más peligrosa no es la que afecta a los ciudadanos, sino la que afecta a los gobiernos y a las más altas instituciones. El desconocimiento de las potencialidades, los riesgos y las oportunidades que la criptoeconomía trae consigo tendrá como consecuencia inmediata una disminución de oportunidades para los ciudadanos. Europa perdió el tren de Internet y la mayoría de grandes empresas del sector se crearon al otro lado del Atlántico. No podemos permitirnos, ni como continente ni como país, que el desconocimiento de la tecnología ponga a nuestros ciudadanos y empresas a la cola del desarrollo mundial. La segunda brecha digital amenaza a Europa con dejar de ser el viejo continente a ser el continente viejo.
*Teodoro García Egea es Doctor Ingeniero de Telecomunicación