Por amor al comercio. La OMC define un nuevo marco para los negocios digitales globales

¡Albricias! A finales de julio, después de cinco años de intensas negociaciones, 91 países cerraron un acuerdo para simplificar la burocracia en torno al comercio digital transfronterizo estableciendo 15 reglas básicas. Este pacto plurilateral, que tuvo lugar en el seno de la Organización Mundial del Comercio (OMC), estandariza lo que hasta ahora eran una multitud de acuerdos bilaterales. ¿Cómo impactará este hito en el comercio mundial?

Desde principios de la década de 2010, el comercio digital ha ido ganando relevancia en la economía mundial. A ello han contribuido la rápida expansión de empresas como Spotify, Amazon, Booking o Netflix. Esta última, por ejemplo, actualmente supera los 260 millones de suscriptores repartidos por todo el mundo. De hecho, tiene clientes de 190 nacionalidades, y tan solo hay en el mundo media docena de países donde no se puede acceder a sus contenidos.

Basta seguir la trayectoria de estas empresas, para observar el vertiginoso crecimiento del comercio electrónico. Pero, estos gigantes digitales no solo están creando nuevos flujos comerciales, también están cambiando cómo los entendemos y cuantificamos. Por ejemplo, de los 9.600 millones de dólares que factura Netflix, ¿qué porcentaje puede considerarse como una exportación digital? O, dicho de otra forma, cuando alguien ve una de sus series desde el sofá de su casa, ¿está importando ese contenido?

Aunque seamos conscientes de la importancia que tiene el comercio digital, lo cierto es que no disponemos de estadísticas oficiales. Existe información sobre el crecimiento de los flujos de datos y su papel en el proceso de globalización, pero es difícil encontrar estadísticas o estimaciones fiables sobre su volumen de importaciones y exportaciones.

Recientemente, la Organización Mundial del Comercio (OMC) desarrollaba un marco de referencia conceptual para acabar con esta falta de estadísticas. El punto de partida era establecer qué se entiende por comercio digital. Hasta ahora cada acuerdo bilateral lo ha definido de forma distinta. El objetivo de este marco era unificarlas bajo una definición lo bastante amplia como para abarcar múltiples casuísticas. Así, se consideró que se trataba de “toda compraventa que se realiza y/o entrega a través de canales digitales”. Esta descripción incluye tanto productos digitales, como videojuegos; servicios convertidos en productos, como la publicidad digital; o actividades de intermediación, como la reserva de un hotel a través de una plataforma digital.

Ahora, una vez definido, el siguiente paso es establecer criterios claros sobre cómo, a quién o qué cuantía imputar cada exportación que se realiza de manera consistente. A continuación, se presentan algunos escenarios que ilustran la necesidad de acordar un conjunto de criterios básicos. 

El primer escenario se da cuando una empresa en España consume un servicio de cloud, accediendo a un centro de datos ubicado en Irlanda, de un proveedor con sede en Estados Unidos. En este caso, hay que determinar si se ha producido una exportación y si esta debe imputarse a Irlanda o a Estados Unidos. Otro tipo de escenario que hay que clarificar es cuando hay que decidir si lo que se exporta es un producto o un servicio.  Por ejemplo, en el caso de las impresiones 3D o servicios asociados a un vehículo conectado. En estas situaciones, las líneas que separan el producto y el servicio se difuminan y habrá que acordar de antemano cuando se entiende que se está produciendo una exportación.

A pesar de las dificultades para medir el comercio digital de forma fiable y consistente, tal y como ilustran los ejemplos anteriores, ya contamos con las primeras estimaciones. En un artículo publicado el pasado mayo en la revista Nature, unos investigadores estimaban que en 2023 este representaba en torno al 3,5% del comercio internacional. Y pronosticaban que, de seguir el ritmo de crecimiento actual, podría alcanzar un 15% para 2030. 

Además de mostrar el creciente peso del comercio digital, el análisis también desglosaba los mercados con mayor volumen de negocio. Destacando la publicidad digital, las plataformas de intermediación y los servicios cloud como los de mayor tamaño, por encima de otros mercados como los videojuegos online o el streaming de video y música. 

Por otro lado, analizando los países de origen, EEUU se sitúa como el principal exportador de productos digitales, con un amplio margen respecto al resto de bloques económicos. De hecho, comparado con el conjunto del comercio internacional, en la categoría de comercio digital existe una elevada concentración de mercado. Al fin y al cabo, la producción de bienes digitales está dominada por grandes multinacionales que operan a escala global, entre las cuales se encuentran los sospechosos habituales, empresas como las estadounidenses Amazon, Netflix y Airbnb en Estados Unidos o las europeas SAP, Booking y Spotify.

El acuerdo firmado en el seno de la OMC es sensible a esta situación y quiere corregir estos desequilibrios geográficos. En el preámbulo se menciona la necesidad de que el comercio digital sea inclusivo y se potencie aquellas zonas geográficas hasta ahora menos activas ofreciéndolas, entre otros aspectos, asesoramiento técnico. Además, se hace hincapié en que este acuerdo está dirigido a facilitar que empresas de menor tamaño participen del comercio digital. 

Una nota de prensa del Ministerio de Economía, Comercio y Empresa destaca explícitamente la importancia del acuerdo para la pequeña empresa al señalar que «para España, este acuerdo es relevante dado que recoge la no imposición de aranceles a las transmisiones electrónicas, protegiendo a las micropymes que son vitales para la economía española».

En el caso particular de España, su situación geográfica aporta una ventaja para exportar productos y servicios digitales a los países de la cuenca mediterránea. Por ejemplo, la llegada de cables submarinos a Barcelona junto con un potente ecosistema de startups en el ámbito del videojuego y audiovisual en la ciudad, pueden encontrar en el nuevo acuerdo firmado la llave que da acceso a los mercados del Norte de África. 

Sin embargo, para que el comercio digital sea inclusivo y llegue a los países menos desarrollados, tiene que ir acompañado de inversiones en infraestructura de telecomunicaciones más robustas e interoperables, así como mayores medidas de ciberseguridad y del desarrollo de identidad digital.

En cualquier caso, se está avanzando hacia un nuevo modelo de comercio digital que no se limite a unas pocas corporaciones globales, sino que permita la participación de empresas más pequeñas de todas las nacionalidades. Aunque queda mucho trabajo por hacer, hoy podemos celebrar que 96 países hayan dado un primer paso llegando a este acuerdo. 

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