Los robotaxis de Tesla. El plan de Elon Musk para conquistar ciudades

Aunque no ha sido el primero en llegar, quizá sea el más esperado. Tesla ha lanzado sus primeros coches autónomos a circular por las calles de Austin (Texas) y recoger pasajeros. Hasta el momento solo había llevado a cabo ensayos y pruebas. Pero ahora ya ha puesto en marcha un servicio de transporte de personas, uno similar a Uber o a los taxis. Con una clara diferencia, eso sí. Sus vehículos no llevan conductor.

Robotic hand pushing toy taxi. Driverless taxi, machine learning concept. Vector illustration.

Tan solo cuesta 4,20 dólares subirse a uno los Tesla Model Y que recorren Austin (Texas). Es una tarifa plana para cualquier trayecto, que se mantendrá al menos durante un tiempo. La compañía de Elon Musk ha puesto en las calles unos 20 vehículos, capacitados para conducirse por sí solos. Y la lista de potenciales clientes es limitada: solo se puede montar en uno de estos automóviles por invitación del fabricante.

Hay otras compañías que ya han establecido servicios de viajes en vehículos autónomos. La más avanzada de todas ellas es Waymo, subsidiaria de Google. Sus coches llevan pasajeros en San Francisco, Phoenix (Arizona), Los Ángeles —donde las protestas hicieron arder varios de sus automóviles— y Austin. En esta ciudad, donde se disputará el pastel con Tesla, la filial de Google llegó a un acuerdo con Uber para ofrecer sus robotaxis a través de la app.

Pero Tesla se ha erigido —tal vez por el carácter vocal, y bocazas, de Musk— en la abanderada de los viajes en coches autónomos. No es para menos. La compañía tiene todo un plan para crear una flota orgánica de vehículos de su marca que engrosen su balance de cuentas.

Aunque aún queda todo por hacer. Los Model Y autónomos que se han lanzado en Austin son solo la punta de lanza de una planificación llamada a diversificar el modelo de negocio de Tesla. Por ahora, son unidades rudimentarias. Musk señaló que estos primeros coches saldrían a las calles sin supervisión humana. Y es cierto que no llevan conductor de seguridad tras el volante. Sin embargo, sí que hay un “monitor de seguridad”, que puede detener el vehículo pulsando un botón si ocurre una emergencia.

Como todo se inicia haciendo ruido, el lanzamiento de los primeros robotaxis de Tesla lo protagonizaron influencers. Algunos de los que hablan del fabricante en sus redes sociales fueron los primeros en probar estos vehículos. Los vídeos muestran los coches conduciéndose solos, sin nadie al volante, y arropados por el entusiasmo de los youtubers, instagramers y tiktokers de cuya militancia no cabe duda.

El imperio que busca Tesla

La idea de Tesla es ir de menos a más, de lo poquito a lo grande y, de ahí, a por todo. Actualmente vende vehículos que pueden actualizarse con un kit básico y una mejora de software para contar con el modo Full Self-Driving. Para ello, el propietario del coche debe pagar una suscripción de 99 dólares al mes.

Esto quiere decir que potencialmente, cuando el sistema de conducción autónoma funcione correctamente, cualquier coche de la marca podrá circular por sí solo. Y, también potencialmente, cualquier Tesla podría hacer trayectos de pago. En este caso, el propietario del vehículo se llevaría el grueso del precio por la carrera, mientras que la compañía de Musk ganaría una comisión.

El plan del fabricante es tener a una miríada de Teslas, que sus propietarios han pagado —y a buen precio, pues no son coches baratos—, con una suscripción mensual de 99 dólares cada uno y que generan ingresos por comisión cuando llevan pasajeros. La compañía ya señaló que tiene previsto centralizar la actividad de recogida de pasajeros mediante una app, al estilo de Uber o Cabify. Una app para que cualquier propietario de un Tesla ofrezca su coche por trayectos cuando no lo utiliza.

Pero sería ingenuo pensar que el plan se basa en los Teslas que sus propietarios pondrán a libre disposición de la gente. Así pensado, parece que el plan favorece incluso la sostenibilidad y la economía colaborativa. La lógica invita a pensar que menos gente necesitaría un vehículo propio porque habría una gran disponibilidad de ellos. Y también se podría especular con que los viajes saldrían más baratos ante la abundante oferta.

La clave de la estrategia es Cybercap, el coche genuinamente autónomo que Tesla presentó el pasado año. Se espera que su producción empiece en 2026 y que salga a la venta antes de 2027. Se trata de un vehículo preparado por y para la conducción autónoma. Tan radical será que no llevará volante ni pedales. No lo puede conducir una persona, al menos no como hemos aprendido a conducir desde hace 100 años.

La Cybercap costará menos de 30.000 dólares. Así lo ha prometido Musk, que también dijo que mandaría un hombre a Marte en 2025. En todo caso, se espera que sea un coche económico, que no tenga un precio desorbitado. Y así mucha gente podrá comprarlo y toquetear su móvil o ver Netflix mientras el automóvil —nunca le fue mejor este nombre— le lleva al trabajo. Aprovechamos el tiempo y nos liberamos del agotamiento que provocan los atascos, porque será el coche quien lidie con ellos.

Esa es la teoría. Pero en la práctica será más sencillo que las Cybercap las compren en masa empresas de taxis o de VTCs (en España se requiere la licencia de transporte privado). Con ellas tendría una flota de coches autónomos baratos, listos para hacer caja. Prestos a sustituir a taxistas y conductores de VTC por una fórmula mucho más barata.

Con el plan de Tesla cada coche autónomo será una máquina expendedora de dinero. Una promesa que hará las delicias de Uber —que también exploró la conducción autónoma, aunque con escaso éxito—, de Lift o de Cabify. Y se podría pensar que con menos costes —aka sueldos y seguros sociales— menor serán los precios de los viajes. Si así fuera se abaratarían los precios de los trayectos en vehículo privado. Al menos una buena noticia, pero solo en apariencia. Porque cuanto más populares sean los viajes en coche menos lo será el transporte público.

Y a menor uso del transporte público menos necesidad de mantenerlo y ampliarlo. ¿Para qué, si ha llegado el futuro y la gente se mueve en flamantes coches autónomos? Pero el futuro tiene consecuencias. A mayor número de vehículos en circulación, autónomos o no, los atascos empeoran. Algunos estudios apuntan incluso que la proliferación de coches autónomos ralentizaría la circulación. Así lo creen investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, que descubrieron que la congestión sería mayor en las intersecciones por la forma de circular de los vehículos sin conductor.

Sin olvidar que puestos a explotar al máximo el juguete que conduce solo, habrá quien lo envíe a recoger la compra o a otros recados facilones. Y si se quiere rentabilizar el vehículo como transporte para pasajeros, quizá habrá quien lo envíe a los puntos calientes de las ciudades, donde abunda la clientela. Esos trayectos para buscar ingresos suman al tráfico. Ya advertían el World Economic Forum y Boston Consulting Group que los coches autónomos incrementarían la congestión de las calles céntricas de Boston en un 5,5%. Habría menos vehículos pero más tráfico.

Claro que Tesla no tiene como objetivo mejorar el modelo de ciudad que tenemos sino ganar dinero. Y a su CEO esto se le da bastante bien. No por nada es la persona más rica del mundo. Eso sí, la fortuna de Musk depende sobre todo de las acciones de Tesla y de SpaceX, que es tanto como decir que depende de las expectativas que tenga el mercado de estas compañías. Y la valoración de Tesla dependerá en gran medida de cómo se ejecute su plan de robotaxis.

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