Tom, tú no eres un consigliere para la guerra. Las cosas pueden ponerse difíciles con el movimiento que estamos empezando”.
El padrino, Francis Ford Coppola.
Hubo una época en la que Hagen era el consigliere perfecto, un abogado que cerraba tratos gracias a la intimidación de la familia Corleone, mientras la defendía perfectamente del FBI y la justicia. Era un criminal, pero no se manchaba las manos, no ordenaba los asesinatos. Aunque tampoco fue capaz de detectar los movimientos en la sombra de quien atacó a la familia, Don Barzini, y eso fue lo que le condenó. Michael escogió a quien sí lo percibió, su padre, Vito Corleone.
La sociedad ha cambiado mucho desde que Michael Corleone diera apenas una frase a Tom Hagen como explicación para su relevo en 1972. Los negocios, no tanto. El sector digital lleva diez años gloriosos, contando desde la salida a bolsa de Facebook hasta ahora. Una década en la que hemos asistido a su crecimiento espectacular, a su extraordinaria inyección de dinero y una subida de salarios para los trabajadores y de beneficios para las empresas como no se había visto en la historia. Ni siquiera la pandemia y el confinamiento fueron capaces de frenar la explosión, al contrario, añadieron gasolina con más negocio, procesos, aspectos de la vida y la sociedad que se digitalizaban.
En esta década ha sobrado el dinero a la búsqueda de proyectos tecnológicos a los que financiar mientras las FAANG se peleaban por el mejor talento del planeta con sueldos de seis cifras a los que sumaban acciones. Se premiaba, ante todo, el crecimiento en usuarios, la métrica muchas veces preferida por el capital riesgo como mejor pista de que se puede llegar a unicornio, y que genera una determinada cultura. Aunque una no demasiado preparada para los tiempos de guerra que se avecinan.
Y es que , después de que las big tech presentaran resultados, las valoraciones en bolsa han sido una debacle. Números por debajo de lo esperado y mensajes de expectativas moderadas para lo que queda de año han hecho que salten las alarmas. “Quizás” el Nasdaq esté sobrevalorado y la pandemia haya resultado ser un espejismo para muchas compañías tecnológicas: los crecimientos de 2020 y 2021 no van a ser lo que veamos los próximos años.
Cierto que Uber, con sus 30.000 millones de dólares perdidos desde que es pública, es un ejemplo extremo, pero la carta de su CEO, Dara Khosrowshahi, es un buen anticipo de lo que está por venir. Van a ser muy duros a la hora de examinar costes, congelar las contrataciones y, subraya: “Ahora se trata del flujo de caja. Podemos (y debemos) llegar rápido”. Uber es la pesadilla de cualquier director financiero ortodoxo, ha llegado a valer 100.000 millones de dólares en bolsa a pesar de no haber tenido nunca un flujo de caja positivo. En Linkedin esto se llama “un giro de 180° estratégico”, pero en la calle es un “nos hemos quedado tiesos, toca empezar a ganar pasta”
Khosrowshahi añade algo interesante en su carta: “El empleado medio de Uber apenas supera los 30 años, lo que significa que ha pasado su carrera en una etapa alcista larga y sin precedentes. Este próximo periodo será diferente, y requerirá un enfoque diferente”. Como se oye mucho últimamente, empiezan las vibraciones del año 2000 y la explosión de la burbuja puntocom
Los que estudiamos ingeniería informática en aquella época entramos a la carrera con una sociedad en la que Mario Conde era un referente y el destino de la nueva economía nos lo marcaba Juan Villalonga con Terra comprando Lycos por 125.000 millones de dólares. Pero cuando salimos al mercado laboral, lo que nos encontramos eran las ruinas de una fiesta en la que nos quedaba recoger la basura y quemar años en una “cárnica”, consultoras que piden mucho sacrificio y muchas horas, pagando muy poco y ofreciendo un desarrollo profesional bajo.
La buena noticia para los jóvenes desarrolladores -y para toda la sociedad- es que hay un salto enorme entre ambos períodos: la mayoría de las empresas tecnológicas en bolsa no son Terra ni Uber, son corporaciones con beneficios extraordinarios, márgenes muy sanos y perspectivas de futuro halagüeñas: queda mucho planeta y mucho negocio por digitalizar.
Y ese es un horizonte que nos debe liberar del pesimismo… a largo plazo. A corto, la presión de los accionistas y los efectos de la probable recesión que vendrá tras las subidas de tipos de interés nos lleva a unos CEO que hablarán más de Ebitda y menos de cambiar el mundo, más de control de gastos y menos de crecer en plantillas.
Hay aspectos que vienen a complicar más la situación. Por un lado, empieza a plantearse un escenario tipo “aguas revueltas y ganancias de pescadores”, con Nadella anunciando que Microsoft subirá sueldos ¡en mayo y con la acción cayendo! Esto último no es trivial, muchos de sus trabajadores están viendo con preocupación cómo parte de los ingresos que venían con acciones que llevaban años subiendo ahora valen mucho menos. Por otro lado, hay tendencias que pueden provocar inflación en los salarios en determinadas zonas: con más teletrabajo y más apertura a que los desarrolladores estén en remoto, un programador en Asturias o Almería puede encontrarse que un mercado a la baja le empieza a ofrecer muchos mejores sueldos que hasta ahora
La guerra no va a ocurrir sólo en la gran empresa, las start-ups van a asomarse a un mundo con tipos de interés altos -y por lo tanto con más exigencia de rentabilidad futura para captar inversión- y mayor desconfianza. Si Elon Musk está buscando excusas para bajarse del acuerdo de adquisición de Twitter, en la sombra se están deshaciendo otras miles de inversiones apalabradas y no ejecutadas. No me extrañaría que veamos menos rondas en lo que queda de año, y que muchas de las que salgan adelante sean a igual o menor valoración que las anteriores de la misma empresa.
Al conectar los puntos de las valoraciones en bolsa, la espantada de inversión en startups y hasta el crypto crash, nos queda un cuadro preocupante, pero nada que el sector no haya superado antes. Como bien sabía Michael Corleone, en lo único que no te puedes equivocar es en leer los tiempos en los que vives, en seguir avanzando como si no vinieran tiempos de guerra para el sector, por mucho que Tom Hagen, que nunca no los había vivido, no lo alcanzara a comprender.
Sobre la firma
Ingeniero Informático, pero de letras. Fundador de Xataka, analista tecnológico y escritor de la lista de correo 'Causas y Azares'